CULTURA › LENTEJUELAS GERSHWINTANGO, EL ESPECTACULO DE ANA MARIA STEKELMAN

Una creadora que se sigue renovando

Con su aceitada compañía, Tangokinesis, Stekelman ofrece en el teatro Maipo un show que da una vuelta de tuerca al tango fusión y en el que incluye humor y hasta deporte.

Por AnalIa Melgar

Ana María Stekelman podía haberse repetido, podía haber apelado a su fórmula de tango, musculosas negras transparentes, sillas y compadritos. Pero no. Su arte en constante transformación sacó un conejo de la galera y sorprendió. Su nuevo espectáculo Lentejuelas Gershwintango se corre del estilo que definió a su compañía Tangokinesis con un sello inconfundible. La renovación viene con un tono más jovial, jocoso, relajado. Con la despreocupación de quien no espera descubrir ni transmitir una verdad trascendente, el show no teme abandonar todo dramatismo por una risueña frivolidad: el público lo agradece y aplaude de pie. Dentro del glamoroso teatro Maipo, el mundo, con sus guerras, estafas y su hambre, no tiene entrada. Allí, de jueves a domingos, durante noviembre, puede verse a diez bailarines estupendos y expresivos, decididos a que los espectadores pasen un buen momento porque, antes que nada, ellos mismos disfrutan de su lugar: son, como los definió su directora, “bichos de escenario”.
Sin embargo, el proceso para llegar hasta este estreno no fue fácil. Hacía dos años ya que Stekelman no estrenaba una obra con su compañía. Explica la causa en cinco palabras: “Porque vivimos en la Argentina”. Significa que la mismísima Stekelman encuentra escollos para financiar sus obras. Sin pelos en la lengua describe el panorama de la danza en el país: “La danza es como una anticultura, es como la cultura de lo primitivo, de lo que se ha dejado, de lo que no se ve en televisión, de lo que no se escucha por radio, de lo que no se lee en los diarios. Es un área del arte descuidada. Pero dentro de esta ausencia congénita, lo que hay de danza acá es muy bueno, hay muchos grupos creativos”. Esa creatividad y tesón permitieron que Stekelman, con su productora Susana Argañarás, finalmente consiguiera fondos para Lentejuelas.
El Complejo Teatral de Buenos Aires, la Fundación Julio Bocca, el teatro Maipo, encabezado por Lino Patalano, y algunos auspiciantes sumaron energía y dinero para este nuevo sueño de una de las coreógrafas más respetadas y apreciadas aquí y en el mundo. Ella explica el origen del título elegido: “Cuando estábamos trabajando en el Festival de Herrenhausen, en Hannover, un día fui al mercado de Berlín y tuve un ataque muy fuerte de lo que se llama ‘compra compulsiva de lentejuelas’. Así comenzó esta obra. Compré un montón de ropa de lentejuelas antiguas. Después, los bailarines no quisieron usarla porque, como las lentejuelas eran auténticas, de metal y no del material sintético actual, entonces resultaban muy pesadas. Pero la idea permaneció en mí: me gusta el brillo, me gusta el brillo del show, me gusta el brillo del escenario, me gusta el brillo de la ficción, me gusta el brillo de la transpiración y todo eso es una lentejuela”.
Lentejuelas Gershwintango se compone de una sucesión de siete tangos de la Guardia Vieja y siete canciones de George Gershwin. La música porteña despierta piruetas lujosas, mientras que las melodías de Hollywood se ejecutan con un ocho o un paso básico. Stekelman sobreimprime a ambos registros sonoros movimientos propios. Clásico, folklore, moderno y tango de escenario se confunden hasta ser una misma cosa. En obras anteriores ella ya había probado la dupla “tango y otra cosa”. Mezclar Piazzolla con Stravinsky o La metralla, de Manuel Campoamor, con Haydn le acontece como un fenómeno espontáneo. Según ella, “lo que es bueno es que me ha sucedido, nunca lo pensé, nunca me dije ‘ahora voy a hacer una fusión de tango con danza contemporánea’. En este momento, los dos lenguajes están tan mezclados que para mí ya es un solo lenguaje”.
Pero el collage de Lentejuelas no acaba en esta mezcla. Un tercer componente, mucho más que simple decorativo, se agrega a la danza: la gestualidad del deporte. Fútbol, tenis, golf, esgrima, pesas y hasta un yo-yo conviven en escena con una pareja que hace una sacada en el aire y otra que se detiene en una trabada y ofrece un gancho en el piso. El nuevo espectáculo de Ana María Stekelman es para gozar y reír. Dosis de humor condimentan cada cuadro musical. Por ejemplo, mientras tres parejas se enamoran al son de Embraceable you, una canción de versos acaramelados, otra de las bailarinas transita por el escenario como una niña desconocedora de los misterios del amor y juega con su yo-yo. O también, en el tango de Soliño y Fontaina, se extrae una broma a partir de la letra: “Niño bien, pretencioso y engrupido / vos te creés que porque hablas de ti, / y te cortas las patillas a lo Rodolfo sos un fifí / la vas de bailarín y te mandás la biaba de gomina / te crees que sos un rana y sos un pobre gil”. Entonces, la pareja que lo interpreta prolonga los brazos del milonguero con un palo de golf. Su compañera accede a la danza pero, con miradas elocuentes, ridiculiza a este hombre presuntuoso que la abraza a través de su fetiche. Otros palos de golf reaparecen en Fascinating rhytm para funcionar a modo de bastón en una combinación muy simpática, con aires de danza jazz y music hall.
La coreógrafa espera que su trabajo pueda gustar a personas distintas: “Es un proyecto bastante abarcador, tanto para un público popular como para un público que disfruta de los códigos clásicos”. Y está en lo cierto. Por un lado, los amantes de formas de danza precisas, marcadas, prolijas y vistosas tienen con qué admirarse por la destreza en los giros, vuelos y velocidad. Por otro, la parodia es comprendida por todos. O casi. Se burla del malevo canchero y bravucón. Pero también, Stekelman se mofa de ciertos lugares comunes de la danza contemporánea: desperdigado como por casualidad entre cuadro y cuadro, repite el motivo de una bailarina que realiza una coreografía cortada, acelerada, violenta, dinámica, bastante habitual en la danza actual. Entonces, la sensualidad del tango viene a calmar y suavizar esta alienación kinética. Para Stekelman, “el paso es un accidente, un medio para expresar lo que quiero expresar”. En efecto, aquí, las secuencias están al servicio de los pequeños chistes y sutiles encuentros entre los intérpretes.
Mención aparte merece el vestuario de Jorge Ferrari, que evitó la proliferación de lentejuelas. Las colocó apenas como detalle en los vestidos y pantalones, reservándolas para un final negro a puro brillo. Aparte también van las figuras principales de Tangokinesis: Nora Robles y Pedro Calveyra. A lo largo del show, la presencia diminuta y eléctrica de ella y la actitud “bien de macho” que él impone no pasan desapercibidos.
En síntesis, Lentejuelas viene a confirmar que Stekelman es capaz de evitar el autoplagio. Solamente promediando el espectáculo, el ojo descubre algunas reiteraciones en las sentadas, tijeras y cambrés, que hacen eco con formas ya vistas cuarenta minutos atrás. Pero enseguida, un jab de boxeo viene a romper la monotonía. De esta manera, la coreógrafa se distingue de anteriores espectáculos de su compañía, como Tango y fuga, pero también se separa de obras suyas tan heterogéneas como Macbeth, compuesta para Julio Bocca, o Concierto para Bongó, sobre ritmos de salsa y mambo. Porteña de raza, dice: “Si no veo el obelisco por dos semanas, ya me siento un poco mal; me gusta estar en Buenos Aires, me encanta viajar, trabajar con grupos argentinos, y volver”. Sin embargo, su imaginación no se estanca en el 2 X 4 y siempre aspira a más. En el Maipo, se comprueba.

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Lentejuelas se corre, con fluidez y humor, del sello Stekelman ya conocido.
 
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