CULTURA › DE USHUAIA A LA QUIACA AHORA TAMBIEN ES LIBRO

Un viaje que recién empieza y nunca se interrumpirá

Gieco y Santaolalla presentaron una muestra de fotos de Alejandra Palacios, que revive aquella legendaria travesía.

 Por Cristian Vitale

“Pity una vez dijo que De Ushuaia a La Quiaca iba a ser como el vino, cuanto más se estacionara mejor se pondría. La verdad que no se equivocó.” León Gieco reflotó emocionado un comentario que su entrañable y malogrado amigo, Pity Yñurrigarro, le había hecho mientras ocurría aquella notable patriada. La intención puntual de León era pedirle a Gustavo Santaolalla que improvisara el tema homónimo. “Digo que no se equivocó porque cuando fui a ver Diarios de motocicleta, la película sobre el Che, ese tema sonó ahí después de 20 años sin que el director (Walter Salles) supiera de su significado”, insistió. El comentario llano del santafesino, sin embargo, no sólo fue útil a los fines de arrancarle a su amigo la hermosa pieza instrumental sino, por lógica traslación, para explicar el todo de la ciclópea obra que Santaolalla, Gieco y unos veinte aventureros más encararon por la Ruta 34 vía Santiago del Estero hace dos décadas, provistos de cámaras, el entonces novedoso micrófono holofónico, una consola de 16 canales para grabar en cinta abierta y un grupo electrógeno para dar luz allí donde no había.
Efectivamente, De Ushuaia a La Quiaca –definida por Santaolalla como la contracara del folklore comercial– está cumpliendo el mismo devenir que los buenos vinos. “Es un viaje que recién comienza y que vamos a continuar nosotros o cualquiera que lo quiera hacer para mostrar la gran cultura general que tenemos en las provincias”, apuntaló el generoso León. Todo esto ocurrió durante la tardenoche del jueves en el Patio del Aljibe del Centro Cultural Recoleta, cuando ambos músicos, junto a la fotógrafa Alejandra Palacios, el periodista Claudio Kleinman, el ministro de Educación Daniel Filmus y asistentes de fuste como Tom Lupo, Juan Carr, Rosa Bru, Madres de Plaza de Mayo, Luis Farinello, Héctor Starc y Jaime Torres, confluyeron en tiempo y espacio para legitimar la inauguración de una muestra con fotos tomadas por Palacios durante aquel recorrido y la presentación de un libro que, además de las fotos, contiene textos de los protagonistas sobre “la cocina” de la gira, letras de las canciones y dos apéndices con data sobre danzas, instrumentos y géneros musicales de todo el país, compilados por Héctor Goyena. “De Ushuaia a La Quiaca es esencialmente un hecho pedagógico, porque ellos lo hicieron con el objeto de que la gente de nuestro país pudiera conocer nuestra música y nuestros instrumentos. Tenemos que valorizar lo nuestro y estar orgullosos de lo que hacemos, por eso la decisión de editar libros para distribuir gratuitamente en todas las escuelas del país”, informó Filmus sobre la concreción de una idea por la que Gieco viene combatiendo hace años.
Además del instrumental que Santaolalla y su charango dedicaron a Jaime Torres, los hacedores principales de De Ushuaia a La Quiaca improvisaron un pequeño y sentido set reflotando un puñado de canciones de la obra: Esos ojos negros, Adiós pueblito de Iruya (grabada en su momento a 5 mil metros de altura), Maturana (sin Cuchi ni su piano, claro), la bellísima Canto en la rama, Don Sixto Palavecino (aquel peluquero santiagueño que León sacó del anonimato), la enorme Chacarera de los dragones (dedicada por León a Víctor Jara), cuya grabación original ocurrió en un circo criollo de Montero, Tucumán, y un bonus track inevitable: Pensar en nada. “Que esta aventura que alguna vez se pensó como algo quijotesco se materialice en un libro es un honor inmenso, y nos confirma tantas cosas que venimos proponiendo desde hace años. Todos nosotros venimos del rock nacional y siempre lo vimos como una parte importante de la cultura de nuestro país, frente a muchas miradas que lo veían como algo que se pretendía imponer desde afuera. Que este proyecto ambicioso, que intenta vertebrar las distintas expresiones genuinas de la música autóctona, sea realizado por gente que tiene una visión alimentada por la cosmología dela cultura rock cierra como un círculo totalizador”, despachó Kleinman, encargado de organizar los textos del libro.
La exposición fotográfica permanecerá hasta el 8 de diciembre en la Sala 4 del C. C. Recoleta y amerita un recorrido. Cada foto –una pequeña parte entre las 8900 que sacó Palacios– apunta al ojo y estalla en el corazón por lo que implican como proyección visual de la obra musical y por esa sana melancolía que generan los parajes de la Argentina profunda, con sus ruinas mágicas, sus montañas y personajes: León y Leda Valladares solos tocando la caja ante la inmensidad de los Valles Calchaquíes, un primer plano de la aborigen Gerónima Sequeida en medio de las ruinas de los indios quilmes, una instantánea de Leda, León, Tomás Vázquez y Santaolalla haciendo la Baguala centrífuga en la casa de Vázquez, el recital montado en medio del cementerio de Maymará o la imagen imborrable de León tocando junto a Isaco Abitbol en la estación de trenes de Curuzú Cuatiá, forman parte del recorrido que Palacios siguió con su cámara.
“Cuando estábamos grabando y filmando este proyecto en Tucumán con mil chicos con guardapolvos, sus maestras y Valladares cantando bagualas y vidalas, vino Starc, nos dio un abrazo y dijo ‘es la primera vez que creo en la bandera argentina’...”, recordó Gieco sobre otro flash del recorrido, que se puede apreciar en la exposición.
La resignificación de De Ushuaia a La Quiaca, que se originó en el ímpetu laborioso, obsesivo de Santaolalla, proseguirá con la reedición de los cuatros discos, la edición de un DVD con 40 horas de filmación y las casi 9 mil fotos (250 rollos) que se tomaron, la extensión de la gira a provincias que no se habían visitado en el recorrido original y una serie de conciertos –dos o tres, según León– que incluirá la presencia de artistas de todas las provincias. “Si tienen algún sueño síganlo, porque en algún momento se cumple”, dijo Alejandra Palacios y, después de tanto tiempo –como el buen vino–, le asistió la razón.

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Gustavo y León recordaron emocionados su recorrido por las rutas argentinas.
 
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