CULTURA › ERNESTO CARDENAL LEYO POEMAS EN EL CENTRO CULTURAL SAN MARTIN

El poeta que escribió revolución

Ante un público enfervorizado, que siguió sus lecturas en comunión con el poeta, Cardenal recordó a Julio Cortázar, habló de su obra, de su vida y del fracaso sandinista.

Por Angel Berlanga

“Una mano se me prendió del saco y detrás estaba Ernesto Cardenal y qué abrazo, poeta, qué bueno que estuvieras ahí después del encuentro en Roma, de tantos encuentros sobre el papel a lo largo de los años. Siempre me sorprende, siempre me conmueve que alguien como Ernesto venga a verme y buscarme...” Esas líneas de Julio Cortázar, que están entre las primeras de Apocalipsis en Solentiname, uno de los cuentos de Alguien que anda por ahí, más allá de geografías, siguen teniendo una perfecta vigencia veintiocho años después, porque este miércoles, el poeta nicaragüense, el veterano luchador y guerrillero, el sacerdote cristiano-marxista se prendió otra vez del saco de su viejo amigo y concurrió a buscarlo en sus recuerdos, esta vez ante las setecientas personas que colmaron la sala A-B del Centro Cultural San Martín para escucharlo. Cortázar había visitado clandestinamente a los revolucionarios nicaragüenses en Solentiname, la fortaleza sandinista, en la época más áspera de la dictadura de Anastasio Somoza: “Era muy difícil ocultarlo, porque era muy alto –contó Cardenal–. En un momento se nos perdió y pensamos que lo habían detenido y torturado, porque no tenía papeles. Pero al rato lo vimos aparecer, con su barba inconfundible, muy sonriente. Le dijimos, en broma, que hubiese sido muy positivo para el Frente Sandinista que lo hubieran detenido, porque se hubiese desatado un escándalo internacional. Imagínense qué propaganda: Julio Cortázar, el gran escritor argentino, preso por Somoza. ‘Preferiría colaborar con la revolución de otro modo’, nos respondió Julio”.
“¡Viva la revolución!”, gritó Cardenal mientras leía uno de los versos de Canto Nacional, una obra dedicada al Frente Sandinista por la Liberación Nacional en los años más duros de su lucha, y recibió una ovación de un auditorio que a lo largo de la hora y media que duró el encuentro –que auspició la revista Lezama– y que aplaudió entusiasmado cada uno de los poemas que leyó, y luego participó de un diálogo con este hombre nacido el 20 de enero de 1925 en Granada. Cardenal hizo un recorrido por sus piezas más conocidas, como Claudia, una de sus obras iniciales, correspondiente a su etapa más romántica; luego recitó poemas compuestos durante sus tiempos como seminarista en el monasterio Our Lady of Gethsemani, en Kentucky, entre ellas Oración para Marilyn Monroe, Las cigarras y 2 am. “Ese título alude a la hora en que comenzaban los salmos en el convento, donde Thomas Merton me explicó la sabiduría y la espiritualidad de los aborígenes americanos –recordó Cardenal–. Yo, latinoamericano, no conocía ese maravilloso mundo y él, gringo, me lo enseñó.”
El acto fue organizado por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y por la editorial Homo Sapiens, que acaba de editar una antología poética de Cardenal, que por estos días está terminando su tercer y definitivo tomo de memorias, La revolución perdida. Su último libro, Canto cósmico, es un gran poema de seiscientas páginas, traducido al portugués, inglés y alemán. El titular de la cátedra de Poesía Latinoamericana de la Unsam, Jorge Boccanera, su amigo, colega y anfitrión, hizo un extenso y detallado recorrido por vida y obra, y definió su estilo poético: “Consiste en darse y brindarse en cada verso”, dijo.
Cardenal, que llevaba veinte años sin venir a la Argentina, fue una de las principales figuras del Congreso de la Lengua que se desarrolló la semana pasada en Rosario. El poeta, que fue ministro de Cultura de la revolución en 1979, ante una pregunta del público criticó duramente a la dirigencia sandinista actual de Nicaragua: “Les ha pasado lo que les ocurre a muchos partidos revolucionarios: se burocratizan y de revolucionarios no les queda nada”. Aunque como consecuencia de su gestión pública en el gobierno sandinista y de su coherencia como militante y poeta, se ganó un reconocimiento internacional en América y Europa y consiguió, entre otras distinciones, doctorados honoris causa aquí y allá; la Iglesia Católica le tiene prohibido rezar misa. “Es que el Papa quería una revolución anticristiana, necesitaba que persiguiéramos a los católicos –dijo Cardenal en una de sus últimas respuestas, antes de escuchar la ovación final de despedida–. Pero nuestro gabinete estaba lleno de sacerdotes y era cristiano marxista. Esto no le convenía al Papa, por eso nos castigó.”

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Hacía veinte años que Cardenal no venía a Buenos Aires.
 
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