CULTURA › PAGINA/12 PRESENTA DESDE
MAÑANA DOS DISCOS DE OSVALDO PUGLIESE
Tangos para un futuro mejor
La colección reúne sus obras más recordadas, desde Recuerdo hasta La yumba, en versiones instrumentales y en las voces de varios de los cantores que marcaron época en su orquesta.
Por Karina Micheletto
El maestro mira desde sus lentes culo de botella con esa imagen que quedó cristalizada como transmisora de bondad. Hay que nombrarlo tres veces para invocar la buena suerte. Al menos eso es lo que creen los músicos, que por estos días repiten su nombre por triplicado seguido. La obra de Pugliese fue lo suficientemente sólida y lo suficientemente abierta para trascender espacios y tiempos y para marcar una guía a las nuevas generaciones, la de la apuesta siempre por la evolución. Página/12 presenta con su edición de mañana el primero de dos discos que homenajean al maestro con una selección de sus obras más recordadas, en versiones instrumentales y en las voces de varios de los cantores que marcaron época en su orquesta.
La obra de Pugliese fue registrada en su mayoría en Odeón y en Philips y ameritó reediciones relativamente frecuentes. En los dos CDs que presenta este diario hay una selección ordenada cronológicamente, que abarca grabaciones de su orquesta desde 1943 hasta 1979. La apertura es con el primer tema que grabó para la orquesta Roberto Chanel, El farol. El cantor también avanza sobre la milonga Tortazos (esa de “vos sos la Ñata Pancracia”, cuya letra marca un motivo tanguero repetido, el de la mina venida a más que olvida sus orígenes) y El sueño del pibe, aquel tango con letra reactualizada por Diego Armando Maradona. También se escuchan las voces de Jorge Vidal, Alberto Morán, Jorge Maciel (la voz más importante de la orquesta durante los ’60, que había trascendido con la orquesta de Alfredo Gobbi), Miguel Montero (interpreta, entre otros, el tema que le dio fama en la orquesta, Antiguo reloj de cobre), Maciel y Carlos Guido en una versión a dúo de La cumparsita.
La selección también recorre temas instrumentales como Gallo ciego o El paladín (Agustín Bardi), Boedo o El monito (Julio De Caro), y composiciones de Pugliese: La Beba (cuyo nombre original era Amargura y Pugliese cambió en honor a su hija), Malandraca y esos tangos con los que el compositor marcó especialmente vanguardia: Recuerdo (el tango de los tangos, según muchos hinchas fervientes de Pugliese), Negracha (más rupturista aún) y, claro, La yumba, presentado en 1943. Se supone que el nombre nació del marcado característico del primer y tercer tiempo en Pugliese, que suena así: “yum-ba, yum-ba”.
Osvaldo Pugliese nació en Villa Crespo (donde por estos días se juntan firmas para poner su nombre a una estación de subte, a una esquina, a una plazoleta). Fue su padre Adolfo, obrero del calzado y flautista aficionado, quien le impartió las primeras lecciones de solfeo. Antes de brillar con su propia orquesta se asoció con el violinista Alfredo Gobbi, en un grupo en el que recaló el joven bandoneonista Aníbal Troilo, y formó dos dúos, primero con Gobbi y después con Vardaro.
Ya al frente de su orquesta, estipuló los sueldos de sus músicos en estricta forma cooperativa, de acuerdo a la función que desempeñaba cada uno y a su antigüedad. Con este método, el director llegó a ganar menos que algunos músicos como Osvaldo Ruggiero (“dos décimas de punto más”, especifica Amílcar Tolosa, quien integró la orquesta). Su militancia declarada en el PC –que mantuvo hasta su último día, a pesar de diferencias dentro del partido– le trajo prohibiciones varias, sobre todo durante tiempos peronistas. Eran épocas en que Pugliese caía preso seguido y sus músicos seguían tocando con un clavel rojo arriba del piano. De aquellas épocas se acumulan las anécdotas sobre los arreglos que Pugliese corregía desde la cárcel y los complicados mecanismos de publicidad que implementaban los hinchas de la orquesta: “Tenían todo un sistema montado para comunicarse entre ellos y pasarse la información, porque las fechas de la orquesta en los clubes no salían publicadas en ningún lado”, cuenta Tolosa.
En su biografía de Pugliese (lamentablemente agotada), Hamlet Lima Quintana recuerda el mote que se había ganado de chico, por su costumbre de treparse a los árboles: “La chicharra de Villa Crespo”, lo llamaban en el barrio. El poeta intuye tras ese apodo “una yumba sonora y prenunciada” y marca el momento exacto en que nació el Osvaldo Pugliese músico, cuando de un día para el otro apareció un piano en su casa y dejó de tocar el violín, por pedido expreso de su padre: “El piano estaba allí, como el anunciador de buenas nuevas, como un redivivo arcángel”, dice el texto. “El niño se acercó, apoyó las manos en su teclado, presionó quizás un Sol o un Do y salió como si fuera el primer llanto. Y en esa tierra nació Osvaldo Pugliese.”