ESPECTáCULOS › EMIR KUSTURICA & THE NO SMOKING ORCHESTRA EN EL LUNA
La fiesta no tiene fronteras
El cineasta, el carismático cantante Nelle Karajilic y el violinista Dejan Sparavalo fueron los motores de una banda de trashumantes desquiciados que hechizó a 10 mil personas.
Por Eduardo Fabregat
¿Importa demasiado cuál es el término balcánico para “fiesta”? No, claro. Cuando la fiesta se desata no hay idioma que valga, y lo que hizo la No Smoking Orchestra en el estadio de Corrientes y Bouchard obliga a convertir los diccionarios en papel picado, así hay, de paso, otro elemento de celebración. Y en tren de preguntar, ¿a qué voltaje está conectado Dr. Nelle, presentado por Emir Kusturica como “el mejor performer del mundo”, y dispuesto a demostrarlo durante dos horas con una salvaje labor de escenario? Ese violinista frenético vestido y empelucado de juez, Dejan Sparavalo, ¿cuánto hace que escapó del neurosiquiátrico para músicos irrespetuosos del código de pentagrama? Y una pregunta más: ¿podrá alguna de las diez mil almas que reventaron de alegría el jueves olvidarse de esa noche en el Luna, en la Luna balcánica?
Aquello que el cineasta y su banda de trashumantes desquiciados había presentado a pequeña escala en La Trastienda (en 2001) terminó amplificándose varias veces en el repleto templo del box. Y no sólo en términos de sonido: apoyándose mayoritariamente en el material del soberbio Unza Unza Time y el reciente Life is a miracle, más un par de perlitas de Gato negro, gato blanco y Undergound, la No Smoking desató un vendaval irrefrenable, un baile descontrolado que hizo temblar el piso y le dio un contexto apropiado a lo que bajaba del escenario. Música sin fronteras, invitación al goce tribal antes que un simple compendio de canciones, lo de los balcánicos volcánicos no admite definición alguna y difícilmente provoque indiferencia: el pulso urgente de cada tema, el toreo de Dr. Nelle (que terminaría la noche enfundado en su querida camiseta de Excursionistas) a una multitud que aceptaba con gusto el envite fueron delineando una noche de sudor y zapateo, de excitación palpable en el aire. “Vamos a tocar esta canción durante tres días y tres noches. ¿Están listos?”, interrogó Karajilic en Wanted man, y el rugido de la gente fue suficiente prueba.
Por si semejante andanada de música original, demoledora, no fuera suficiente, además está la banda. Es que en el campamento de Kusturica (“Freak Zappa”, según Dr. Nelle) y sus secuaces hay lugar para un guitarrista capaz de mostrar un instrumento con lucecitas de cantina y un broche para hacerla girar, una dupla percusiva arrasadora, un cantante electrificado al borde de lo lascivo y un ejecutante de tuba que decidió olvidar toda la compostura que ese instrumento supuestamente exige. Y ese violinista: como en La Trastienda, Sparavalo volvió a dar cátedra con el numerito de tocar a la espalda, con el arco entre los dientes de Nelle o con un arco gigante que sostenían dos chicas del público. Y hasta agregó un paso de magia, tocando detrás de un lienzo negro para salir con diversos vestidos en cuestión de segundos. Frotando o punteando las cuerdas, atravesando la escena a zancadas o cruzándose una y otra vez con los dos líderes del asunto, el tal Dejan demostró ser otro de los motores de la orquesta, dueño de un sonido característico, pasional y –como todo en la No Smoking– nada ortodoxo.
“¿Están listos para destruir todo?”, preguntó de nuevo Karajilic, citando sin saberlo a un tal Billy Bond en el mismo lugar. “¿Están listos para iniciar una revolución?”, redobló la apuesta, antes de zambullirse en la demoledora Bubamara (de Gato negro...) y empezar a ponerle el broche de oro a uno de esos espectáculos que se salen de norma, que quedan en la memoria en un lugar muy diferente al de cualquier otra gran visita. Bombeando en el cuerpo con la potencia de lo desconocido, Emir Kusturica y su orquesta desharrapada invitaron a una fiesta en la boca del volcán. Nunca la resaca fue tan divertida.