DEPORTES › DE LA NOCHE DE TOKIO A LA TARDE DEL MONUMENTAL
Doctor Chelo y Mister Delgado
A once meses de su fatídica final ante el Bayern en Tokio, con desafortunado desempeño y tonta expulsión incluida, el Chelo Delgado redondeó un año imprevistamente feliz con dos golazos.
La gran actuación de Marcelo Delgado en el superclásico es significativa. Porque con dos golazos suyos, Boca derrotó a River y prácticamente lo bajó de la lucha por el título del Apertura y porque también se confirmó lo que a muchos hinchas boquenses, sobre todo a los que no le perdonaban al Chelo la negra noche en Tokio en la disputa de la Intercontinental frente al Bayern Munich, les daba vueltas en la cabeza: el perdón. El primer llamado al olvido de aquel fatídico 27 de noviembre de 2001 lo hizo Diego Maradona, y existen razones de sobra para ello.
En los últimos meses, Delgado fue acumulando méritos suficientes como para recibir nuevamente el guiño de la gente de Boca. Eligió quedarse en el club, a pesar del perjuicio económico –estuvo a punto de irse al fútbol danés– y de no tener asegurada la titularidad, aunque enseguida una lesión de Guillermo Barros Schelotto le facilitó las cosas. Después no tardó en aparecer cuando Boca más lo necesitaba para convertirse en referente del juego del equipo, aunque al mismo tiempo desde las tribunas no se le permitía errar, ni siquiera un mal pase y ni que hablar de un remate desviado; los silbidos lo aturdían, pero no bajó los brazos.
Cuando Boca sufrió por la falta de gol, también dijo presente –en este torneo, con los dos tantos frente a River, ya suma cinco; y 30 desde que llegó a Boca–. También demostró en los últimos meses que puede jugar cada vez mejor, como delantero o como enganche, o donde Oscar Tabárez se lo pida. Pero además, en estos últimos partidos aportó eso que todo hincha quiere para su equipo: fútbol, pero también sacrificio. “La actuación de Delgado fue magnífica, no sólo por los dos goles sino porque en algún momento llegó hasta el área nuestra a colaborar”, dijo Nicolás Burdisso el domingo, una vez finalizado el superclásico.
“Fue el partido soñado. Hice dos goles muy importantes que sirvieron para ganar un partido difícil. Eso no es algo de todos los días. Sinceramente, los goles me llenaron de orgullo”, comentó ayer el propio Delgado, quien prefiere no hablar de revancha con respecto a aquella mala noche en Japón. “Eso ya pasó”, se excusó.
Lo cierto es que desde su llegada a Boca, Delgado vivió buenas y malas. Tuvo que sortear la dificultad de haber llegado procedente de Racing, y de no haber sido pedido por el entrenador Carlos Bianchi –su llegada fue más que nada una decisión de la dirigencia, con Mauricio Macri a la cabeza–, pero su presencia terminó siendo clave en la obtención de la Copa Libertadores 2000 y de la Intercontinental, que el mismo año Boca le ganó 2-1 al Real Madrid, y en el campeonato local con el que Boca cerró su mejor año de la era Bianchi. Después llegó la Libertadores 2001 y la otra final Intercontinental, contra los alemanes.
A pesar de su esfuerzo, hacía ya once meses que Delgado no lograba salir del todo de ese mal foco, al que los hinchas lo habían condenado la derrota por 1-0 ante el Bayern –primero desperdició una oportunidad clarísima de gol con tres flacos dedos malditos y luego se hizo expulsar tontamente, por simular una falta, sobre el final de la primera etapa–. Parecía ser cosa juzgada, pero el domingo, en el Monumental, Delgado consiguió emparejar las cuentas. Cosas del fútbol: siempre hay revancha. O casi.