Viernes, 5 de abril de 2013 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
El promedio casi semanal –a veces semanal y aun diario, sin “casi”– de episodios delictivos con sangre y muerte incluidas, naturalizados por los adherentes al “dejar hacer, dejar pasar” (viejo adagio francés) que se va acumulando obscenamente en la periferia del fútbol sin que la pelota tenga nada que ver, no les mueve un pelo a quienes debieran empezar a juzgar y meter presos a los responsables.
Es que el caradurismo de los dirigentes –el en algún momento creíble presidente de Independiente Javier Cantero reconoció dejarse asesorar nada menos que por Julio Grondona– llega a límites que lindan con la repugnancia.
La vinculación de los barradelincuentes con estamentos político-partidarios es de vieja data, pero se ha robustecido últimamente y no solamente como grupo de choque en elecciones o actos diversos, por lo que cada vez son más quienes miran hacia otro lado.
La complicidad por franela en la interlocución con montones de personajes siniestros, incluidos futbolistas, tampoco exime de responsabilidades a muchísimos seudoperiodistas. Muchos entrenadores y merodeadores varios también participan de lo que no debe ser.
El caso Pablo Migliore, futbolista vinculado con barras bravas diversas, difícilmente sea el principio del fin de este flagelo. Quien esto escribe ruega estar equivocado. Pero permítaseme ser pesimista.
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