DEPORTES › CHRISTIAN BASSEDAS EXPLICA SU SORPRESIVA DECISION
“Perdí el amor por el fútbol”
El ex volante de Vélez y la Selección había arreglado para jugar en Newell’s, pero a los pocos días decidió retirarse, con sólo 30 años, para vivir una vida menos sacrificada y más cerca de su familia.
Por Adrián De Benedictis
Mientras Franco, de cuatro años, da vueltas por entre las mesas, su padre controla que todo esté en su lugar. Faltan pocos minutos para que el “Habana Bar” abra sus puertas al público, y el dueño del lugar se encargará de recibir personalmente a los primeros clientes. Franco es Bassedas, el hijo de Christian Gustavo, el ahora ex futbolista que sorprendió a todos cuando el mes pasado anunció su retiro definitivo de la actividad, luego de haberse incorporado a Newell’s. En la esquina de Habana y Concordia, en Villa Devoto, este ex jugador de 30 años suele pasar varias horas en el bar que posee en sociedad con el ex defensor Damián Manusovich, al que define como su “refugio”.
Además de poseer otros emprendimientos comerciales, la nueva actividad de Bassedas transita por la tranquilidad junto su familia: su esposa Victoria y su otro hijo Valentino, de apenas un año. Con la misma serenidad que exhibió en las canchas de Primera, en las que debutó el 3 de marzo de 1991 ante Gimnasia, el ex volante de Vélez, Newcastle (Inglaterra) y Tenerife (España) se dispone a contar esta “nueva” vida.
–¿Te cansaste del fútbol o de todo lo que lo rodea?
–Está todo incluido. Uno acepta ser jugador de fútbol profesional conociendo el ambiente desde mucho antes. Comenzás a jugar porque te gusta; después, cuando se te da la posibilidad de llegar a la alta competencia, tenés que aprender a convivir con todo lo que eso representa. Y no sólo es aspirar a ganar plata, porque también está el otro lado: perder partidos y que no te felicite nadie, que la gente se descargue con vos, perder mucho tiempo sin hacer nada en las concentraciones. Hay muchas cosas positivas que me encantaron, que no reniego, pero también hay cosas que hoy ya no disfruto más.
–¿A vos también te sorprendió tu decisión de abandonar el fútbol?
–Ahora que estoy un poquito más frío puedo decir que cinco años atrás no me hubiera imaginado no jugar más al fútbol a los 30 años. Lo que pasa es que es muy difícil explicar qué es lo normal, o qué es lo que está bien y lo que no. Quizá podría haber seguido, físicamente estoy entero, pero mentalmente me iba a fallar. No puedo seguir porque mis viejos querían o porque quiero que me vea mi hijo. Me hubiese encantado poder hacerlo, pero lo intenté y me di cuenta de que mentalmente no iba a estar a la altura.
–¿Esa fue la evaluación que vos hiciste?
–También convengamos que a mí se me dieron las cosas un poco al revés, porque tuve el mayor éxito deportivo de joven. A los 21 años jugué con Vélez la final del Mundo contra el Milan, y a los 22 empecé a ir a la Selección. Y los momentos más tristes y los más difíciles como jugador me pasaron de grande. Cuando me fui a Inglaterra viví una experiencia maravillosa, nos adaptamos bien, pero en el aspecto futbolístico me tocó otra historia. Era suplente, y sentía que no me valoraban, me entrenaba solo y jugaba en la reserva. Eso me pegó fuerte. En ese año y medio que pasé todo eso, muchas veces consultaba con mi mujer si valía la pena hacer algo que me hacía sufrir. Porque lo que antes me daba placer, me estaba haciendo sufrir.
–¿Pudiste encontrar equilibrio en esos momentos?
–Siempre fui equilibrado, tanto en los momentos buenos como en esos malos. Pero también soy muy autocrítico conmigo mismo. No tengo término medio: o estoy a full o no estoy. Después volví al país, y en ese tiempo estuve tres meses sin hacer nada, con la libertad que eso significa. Pude estar con mis hijos, acompañarlos, salir a comer con ellos y mi mujer, y me di pequeños gustos que antes no podía. Es así, se me fue el amor por el fútbol.
–El hecho de que no te fuera como vos hubieras querido, tanto en el Newcastle como en el Tenerife, ¿qué cosas te hicieron descubrir?
–En realidad, me hicieron valorar más las cosas que uno también valoraba, pero con más indiferencia. La vida no se termina en una pelota. Para mí, hay muchos valores por encima del fútbol.
–¿En quién te apoyaste?
–En los momentos más difíciles estuve muy fuerte con mi familia, y no perdí el control. En Europa tenía un buen contrato y no podía hacer lo que se me cantaba. La tenés que pelear, y yo la peleé a muerte, porque como profesional no he fallado. El día que me volví, el presidente del Newcastle me vino a dar la mano.
–¿Te empujó también el hecho de que dos amigos que te dio el fútbol, como (Fernando) Pandolfi y (Damián) Manusovich, también hayan dejado de jugar demasiado jóvenes?
–No, no. Cada uno tuvo su historia personal, y da la casualidad de que somos muy amigos. Pero las decisiones personales del fútbol fueron distintas. Lo único parecido es que ahora yo también soy libre, y si quiero salir a tomarme dos whiskies con ellos lo puedo hacer sin problemas, o también entrar al cine con mi mujer a las doce de la noche. Eso en mi época de profesional no lo podía hacer, y yo ya tenía más ganas de tener un poco esa libertad.
–Lo curioso es que cuando empezaste a entrenar en Newell’s dijiste que querías volver a ser protagonista.
–Claro, por eso para mis amigos también fue una sorpresa, porque cuando empecé las prácticas me exigí mucho. Uno cree que va a volver a ser el que fue antes. Tenía la esperanza de volver a estar dentro de un campo de juego, pero después tuve que ser honesto: no puedo hacer algo exigido.
–Intimamente, ¿lo tomás como una frustración no haber podido demostrar tu capacidad en Europa?
–No sé si una frustración, pero sí una espina personal no haber podido ser el que fui en la Argentina, pero igual no es fácil. Lo que no acepto es cuando dicen que alguien fracasó, como dicen de Riquelme ahora, eso me parece una estupidez. Mientras vos intentes ser algo, nunca vas a fracasar, el único que fracasa es el que baja los brazos y el que no lucha, el que es un cagón en la vida.
–Estabas practicando en Newell’s; si era River o Boca, ¿la decisión hubiera sido otra?
–Mirá, yo creo que la única excepción que yo hubiera tenido es con Vélez. Ahí sí puedo decir sin hipocresía que es una cuestión de sentimiento, porque esa camiseta la tengo dibujada.
–¿Y en este tiempo no se te acercó nadie de Vélez?
–No... Uno a veces no decide su vida y su futuro. Después de un tiempo cambia todo, y ya no sos más parte, quedaste en la historia. Depende de si ciertas personas se acuerdan o no.
–¿No haber jugado el Mundial de Francia ‘98 también está entre las cosas que te asquearon del fútbol?
–Sí, ese fue otro punto importante. Yo me fío mucho en la palabra. Ahora no tengo resentimiento, pero cuando vos formás una relación cordial con un profesional, y te nombran capitán, pienso que después te merecés conocer una noticia importante personalmente. Enterarte de algo así a través de la televisión me parece que no va. Eso no entra en mi vida. Después nunca más hablé con él (por Daniel Passarella).
–Estuviste a punto de firmar un contrato con Boca, ¿no se dio porque te pusiste pretencioso con el dinero?
–Fue muy cómico, porque fue un problema entre los clubes. Lo mío estaba arreglado, y fui a la Bombonera para firmar todo. Supuestamente entre los clubes se habían puesto de acuerdo, pero cuando vieron los papeles surgió una pequeña diferencia entre ellos. Fue vergonzoso.
–Mauricio Macri era el presidente de Boca en ese momento. ¿Lo votaste?
–Son situaciones distintas, pero el voto es secreto.
–¿Ahora los domingos a la tarde sentís nostalgia?
–No, al contrario. Disfruto esta nueva vida porque antes no existían los domingos para mí. No podía estar con mis hijos los fines de semana, y son cosas que las quiero disfrutar. Eso no tiene precio.