Viernes, 25 de marzo de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Gustavo Veiga
Mucho se ha dicho y escrito sobre la razón por la cual Johan Cruyff no jugó el Mundial 78. La más difundida –hasta que él mismo la desmintió en 2008– fue que se había negado a viajar a la Argentina por las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura. No fue así, aunque el jugador holandés encajara en el perfil contestatario y honesto con que se ganó el respeto de propios y extraños. En septiembre de 1977, su familia había sufrido un intento de secuestro en Barcelona. Un tal Carlos González Verburg había entrado a su casa con un rifle. El delito su frustró cuando su esposa Danni aprovechó un descuido de aquel, escapó y pidió ayuda.
La familia Cruyff quedó muy impactada y Johan tomó la decisión de no venir al Mundial. Quería estar con los suyos. Se atribuyó su ausencia al repudio contra el régimen cívico-militar. La versión se instaló (otra decía que había sido por una discusión con la federación holandesa por los sponsors), pero como fuere, el líder de la Naranja mecánica la dejó correr. Recién treinta años después, él mismo se encargó de contar la verdad. Lo hizo durante una entrevista por Cataluña Radio, cuando le respondió a Carles Rexach, otro ex jugador del Barca como él. En ese diálogo, Cruyff dejó una frase que sintetiza su decisión: “Hay momentos en que hay otros valores en la vida”.
Su publicitada negativa a disputar el Mundial encajaba en la Holanda de aquella época. Cruyff no vino, pero sí lo hizo Wim Rijsbergen, el único futbolista holandés que visitó a las Madres de Plaza de Mayo durante el torneo. Había sido compañero del crack que falleció ayer en el Mundial 74. La construcción de sentido iba en una sola dirección. Estos gestos reforzaban la imagen de un equipo holandés sensibilizado por lo que pasaba en ese enorme campo de concentración en que se había transformado la Argentina. Y hubo más. La Selección europea también se ausentó de la cena que ofreció el dictador Jorge Rafael Videla. Una pieza encajaba con otra en esta trama de ausencias, dolor y repudios al régimen. Ese contexto reforzó la idea de que Cruyff no había venido a Buenos Aires por los crímenes del terrorismo de Estado.
Hoy, su ejemplo, sus banderas humanistas y deportivas, no pueden subordinarse a una anécdota. Tampoco puede hacerse historia contrafáctica del tipo: ¿Qué hubiera pasado si Cruyff jugaba el Mundial? El holandés quedará en la memoria colectiva como uno de los mejores futbolistas de la historia. Un podio al que hasta ahora sólo se han subido muy pocos: Pelé, Maradona, Di Stéfano, Messi y algún otro.
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