DEPORTES › EL NEGOCIO PARA QUEDARSE CON JUVENILES A MUY BAJO COSTO

Cómo comprar un crack en cuotas

Ante la necesidad de conseguir dinero, los clubes piden préstamos a empresas privadas, que se garantizan recuperar la inversión con parte de los derechos económicos de los jugadores de divisiones inferiores. Argentinos, el semillero del mundo, es un (mal) ejemplo de esa modalidad.

 Por Gustavo Veiga

Cada vez más chicos, cada vez más jóvenes, los pibes del “semillero del mundo” –nunca mejor expresado que por esa cantera inagotable llamada Argentinos Juniors– se convierten en mercancías o moneda de cambio para operaciones comerciales de dudosa procedencia. El caso del club que acaba de reinaugurar su estadio en el barrio de La Paternal es quizás el ejemplo más acabado de cómo el mercado se fagocita al fútbol, aunque no el único en estas tierras donde los pequeños talentos son tan exportables como la soja y el trigo. Las dificultades económicas que soportan las instituciones no sólo han convertido en un apetecible botín a sus instalaciones –Ferro es una muestra– o a sus planteles profesionales; también mantienen en constante zozobra desde la década del ‘90 a sus divisiones inferiores.
En la AFA estaban fichados a junio de este año 10.800 juveniles y 12.380 infantiles, una cifra que se puede cuadruplicar si la geografía futbolera se extiende a las ligas que organizan torneos para menores en la Capital y el Gran Buenos Aires. Sobre ese enorme campo fértil opera el laissez faire, laissez passer que les cae de parabienes a quienes buscan hacer negocios, incluso a riesgo de no contar con seguridad jurídica. Mientras tanto, se balbucean propuestas como un registro de derechos económicos o se declaman prohibiciones que semejan una aspirina para un enfermo de neumonía.
El 17 de octubre de 2002, Argentinos Juniors firmó un contrato privado con dos empresas inversoras denominadas Jester Holding Ltd. y Squadra Representaciones S.A. mediante el cual les reconoció porcentajes de derechos económicos sobre distintos jugadores de su fútbol amateur, más sus respectivos intereses. La primera de las compañías tenía sede en Montevideo y fue representada en el acto por su director, Emilio Andrés Ramírez, y la segunda, con domicilio en Salguero 2731, por David Alejando Savich.
El club había llegado a esa instancia luego de recibir dinero en cinco oportunidades a cambio de porciones de los pases de Nicolás Medina, Ariel Seltzer, Hugo Colace, Facundo Pérez Castro, Pablo Barzola y Gustavo Oberman. La primera vez –según reza en el contrato–, Argentinos había cobrado 282 mil dólares en noviembre de 2001 y pactó para su devolución un interés del tres por ciento mensual directo sobre saldos. Al 17 de octubre de 2002, debía 393.627,13 dólares. Se trataba de la cesión de Medina, fichado en el Sunderland inglés. En los demás casos, los intereses fueron del uno por ciento, capitalizable a treinta días, por lo que la institución terminó reconociendo una deuda total con Jester y Squadra de 844.388,93 dólares.
En el artículo 7º del convenio, una opción de retroventa le hubiera permitido al club recuperar los derechos cedidos de aquellos jugadores siempre y cuando hubiera pagado 994.388 dólares, más un interés, antes del 10 de enero de este año. El acuerdo firmado por Argentinos desembocó también en un convenio de exclusividad con Squadra firmado el 6 de noviembre de 2002, en el que se sostiene que “atento a la difícil situación económico-financiera por la que atraviesa actualmente el club, se encuentra interesado en arribar a un acuerdo específico con algún grupo inversor nacional, español o italiano, que reúna los indispensables requisitos de idoneidad, probidad y buenos antecedentes; a fin de recibir los aportes suficientes para solventar y mejorar toda la estructura del fútbol amateur de la institución”. Por último, el texto de una carilla firmado por el presidente Luis Segura, el secretario general Horacio Segade y Savich, en representación de Squadra, le atribuía a cada una de las partes el derecho de “negar su existencia”. Vaya a saber por qué.
Aparece Cima Investments
Cima Investments es una compañía que se define “como un líder en el negocio de consultoría del sector tecnológico y de los servicios en general” y que asesora a distintas empresas, entre las que se cuentan varios portales de Internet. Decidir. com, Dearriba.com, Bannerlandia.com, Elsabio.com, Instrumental/Supply.com, Pop Art, Cibermática, Pronovelties, Workjoy y la cadena de bares temáticos Locos x por el fútbol –de la que participa Torneos y Competencias– son sus clientes.
En la web, difunde que sus valores consisten en “llegar a ser la principal boutique financiera de la Argentina, líder en la oferta de productos y soluciones financieras de alto valor agregado y a medida de las necesidades de los inversores...” y “sobresalir en los negocios de administración y asesoría de negocios e inversiones y a su vez identificar oportunidades relacionadas para nuestros clientes y accionistas...”
Con el tiempo, Squadra, la compañía que firmó el convenio con Argentinos Juniors, pasó a manos de Cima y se convirtió en su firma de marketing y management deportivo. Su función no varió demasiado y ahora consiste en llevar el negocio del fútbol a “áreas menos explotadas vinculadas con la pasión por el fútbol y capaces de generar ganancias extrafutbolísticas...”
Cima y Squadra tienen hoy una cara visible: el empresario Esteban Nofal, hijo de Luis Nofal, el socio minoritario de Carlos Avila en TyC durante los años que lleva la productora de monopolio televisivo. Según la revista Sport Business en la Argentina, en su último número, “Cima elaboró un plan para inyectar capital en los clubes de fútbol, a través de préstamos financieros que tendrían un piso de 1 millón de pesos...” Ese medio, en una nota titulada “¿Tenés unos pesitos para prestarme?” y en la que describe cómo los clubes de fútbol procuran liquidez para hacer frente a sus compromisos, sostiene que “Squadra tomará como garantía a un grupo de jugadores del club que acceda al crédito, cuyo valor deberá ser cinco veces mayor al del préstamo otorgado, que tendrá una tasa anual en dólares del 8% al 12%...” Es lo que ya sucedió en Argentinos Juniors. Incluso antes de que Squadra fuera absorbida por Cima. Veintiún futbolistas, entre profesionales y amateurs, hoy conforman la garantía que los inversores tienen para recuperar su dinero, que siguió inyectándose en el club de La Paternal durante este año.
¿Qué hacen los que no hacen?
En la AFA, la preocupación en torno del tema, no pasa de la embrionaria discusión sobre la conveniencia de instrumentar un registro de derechos económicos. Este marco jurídico, una idea de Mario Schmoisman, el asesor letrado de la casa, mereció la siguiente reflexión de José Luis Meiszner, abogado como él y secretario general de la asociación: “Hasta ahora sólo han existido comentarios y algunos pedidos para determinar cómo se registra a los clubes que cedan derechos económicos. Hay que llevar certeza a esas cuestiones, saber quién pone el dinero. Sería como un registro de la propiedad, pero de derechos económicos. Por ahora, se trata de algo muy preliminar, aunque va a ser inevitable...”
Para Meiszner, los inversores que ven al fútbol como un atractivo negocio “tienen como fin prestar plata con garantía” y descree de que quieran apoderarse de los dividendos que genera el deporte, aunque admite que “la consecuencia puede ser que se queden con los jugadores”. Ante la falta de financiación para conservar sus activos, la tentación de acudir al libre mercado en la búsqueda de liquidez llevó a muchos clubes a vender su patrimonio –desde sus planteles profesionales a los pibes del semillero– de manera completa, por mitades, cuartos o hasta décimas.
Un caso por demás curioso es el que se discutió en la AFA el 5 de agosto pasado. Ese día, los representantes de los clubes con sede en la Capital Federal acordaron pagarle al gobierno porteño con porcentajes de las transferencias de sus jugadores las deudas que arrastran desde hace años por la contribución de alumbrado, barrido y limpieza. Aunque este caso no exprese en teoría la idea de obtener un dividendo por parte del Estado, si no cobrarse de algún modo lo que hasta ahora le resultaba casi imposible, sí demuestra hasta dónde los dirigentes del fútbol deben hacer concesiones.
El artículo 249 del Reglamento General de la AFA establece que “queda total y absolutamente prohibido, bajo pena de nulidad, la cesión de contratos a favor de personas físicas o de empresas o entidades que no intervengan directamente en la disputa de torneos oficiales de la AFA”. Se trata de letra muerta. En los hechos, no hay marco jurídico que resguarde ni los intereses de los clubes –el Fondo Común de Inversión que funcionó en Boca ha sido una prueba– ni de los potenciales inversores, a menudo tan volátiles como los capitales que representan.
Durante los últimos años, en el fútbol nacional abrevaron nombres o siglas tan diversas que intentaron hacer pie en un negocio sujeto a los vaivenes de los resultados deportivos y al humor de los socios, propietarios históricos de sus clubes centenarios. ISL, Hicks y Exxel Group, entre tantos otros, desembarcaron en la Argentina, indistintamente, con guiños desde el gobierno de turno o desde la propia AFA. Los resultados están a la vista y la conducta de ciertos dirigentes también.

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Mientras los pibes disfrutan del juego, los grandes piensan en la forma de hacer negocios.
 
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