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Cuando todo parece girar en relación con la búsqueda del éxito y el poder, escuchar las palabras de Carlos Tevez en la noche del jueves sirvió para comprender que todavía se pueden empezar a construir cosas con valores reales. Con apenas 20 años, el delantero de Boca dio muestras de cuáles son sus caminos para conducirse en la vida. La máxima figura del fútbol argentino dejó de lado esa condición para reflejar con mucha lucidez sus verdaderos objetivos, muy lejos de la ostentación que suelen envolver a los deportistas de elite. En una charla con Alejandro Fantino y Gastón Recondo en el programa Mar de fondo (TyC Sports), Tevez esquivó la regla general de muchos de sus colegas.
El juvenil dejó en claro que su transferencia al Bayern Munich no se concretó debido a que su familia no se sentiría feliz en un lugar tan lejano. Y luego de reconocer que dejó de ganar cerca de 4 millones de dólares, sólo por el porcentaje de la venta, ya que para él era más preponderante el bienestar de sus padres y sus hermanos. Incluso destacó que su máximo sueño es que su padre se pueda construir su propia casa, y que él pueda ayudarlo con tareas de albañilería. Tevez eligió eso, la sonrisa de su familia, a cambio del dinero que terminaría provocando lágrimas de sufrimiento a su círculo íntimo.
Todo lo contrario sucedió en las últimas horas, cuando un compañero de Tevez en la Selección Sub-23, Osmar Ferreyra, exhibió que sus inquietudes son muy distintas. El ex volante de River desembarcó en la Liga rusa y de esa manera priorizó un crecimiento económico, aun teniendo conocimiento de que su adaptación podía ser difícil.
La transparencia, la sencillez, la humildad y un gran contenido sentimental fueron los factores que relucían de Tevez a lo largo del diálogo. Bajo esos valores, Tevez explicó que le molesta cuando algunas versiones lo acusan por estar “de joda”, cuando suele prestar su voz para un grupo musical, muchas veces con fines benéficos. O cuando remarcó que lo angustian los niños pidiendo comida en la calle. Su calle.