ESPECTáCULOS › SILVIA BURGOS, EN DUELO POR EL FINAL DE BANDANA
Del fanatismo a la iglesia
Es la primera “arrepentida” entre los fans y aprovecha para protestar por una vida de sacrificios. Pero la tentación es fuerte: “Mi madre me impide anotarme en el club de Claudio Basso”.
Por Julián Gorodischer
El sonoro nombre del doctor Brenan se repite como un mantra. Después de la consulta, esta mujer incorporó la muletilla de la nueva era: “La relación entre las fans y sus ídolos termina cuando se acaba el compact...”, con la certeza inducida en la salita del terapeuta, allá en Ramos Mejía. El doctorcito la sentó en el diván y le repitió la consigna antifan: “No se enamoran, es una fantasía, entendelo”, con aire combativo. Ella cambió su forma de pensar: “Dios no quiere sacrificios –dice en el templo-McDonald’s frente al Gran Rex–, quiere que seas buena persona. El dios de barro, en cambio, es devorador”. Silvia Burgos, ex presidenta del club de fans de las Bandana, la que le dio el abrazo a Cristian Castro, “la gorda”, vive su duelo con la indignación que le produce recordar el sacrificio: colas interminables frente al Gran Rex, noches sin dormir por una entrada, peleas con el colectivero y, ante todo, la pérdida del cargo. En el destierro de fan expulsada del paraíso, ella escuchó la noticia del espasmo (es un poco asmática): el fin de su grupo preferido. “Diosito –repite por estos días, un poco obsesiva con la veta religiosa–, guialas para que saquen lo mejor de ellas, que se les aleje la gente mala...”.
Lo que llega es el aburrido proceso de concientización; la imbatible Silvia de la cola del Gran Rex, la que escuchó la voz de las Bandana un poco antes de su cuarto intento suicida (“No lo hagas”), ahora dice que ni cerca está de aquella época. “Uno puede sentir afecto, pero no enamorarse. El doctor Brenan me hizo pensar, me ayudó mucho: yo no quería hacer nada por mí.” Es el duelo vivido por la negativa: no me importa, no me importa, justo enfrente de la Catedral (el Gran Rex), posando sobre el maniquí de una Bandana haciendo pucherito. Silvia Burgos se abraza a la muñeca de Lourdes, seleccionada entre las cinco y, claro, justifica la elección: la amistad con su padre. Ella quiso trascender el vínculo distante que le proponían, y buscó al tipo en Internet: se hicieron amigos, se visitan, debaten el fin de las Bandana como un problema en común. Con la mamá de Claudio Basso (Operación Triunfo) quiso hacer lo mismo, pero la mujer fue un poco más indiferente, algo desconfiada.
–Al pasar por el Rex... me da una angustia –dice–, una picazón adentro del corazón. ¡Se acabó una etapa! Lo quiero volver a hacer con Claudio, unirme a sus fans y seguirlos a todas partes. Pero mi madre se opuso.
–¿El cambio es así de rápido?
–Yo emprendí un camino espiritual: el cimiento tiene que ser Dios. Quizá fui muy egoísta con mi Dios: maldito el que deposita su sueño en el hombre. Lo dice la Biblia. Los ídolos son de papel, producto de los medios. A los artistas los usan, no los valoran. Y en la tele se convierten en un producto industrial, rarezas estilo Juana Viale del Carril.
–¿Y ahora cómo se ocupa tanto tiempo libre?
–Entreno en el gimnasio Vía Venetto, en Ramos Mejía. Tomo clases de teatro, estuve trabajando en una obra y estoy decidida a seguir. Si les dan trabajo a los Gran Hermano, por qué no a mí. Yo sé que soy excelente, y hago bien mi trabajo: me emociono mucho con mi personaje, me meto adentro de los papeles, soy capaz de llorar en una escena. Que me prueben y digan “Silvia Burgos sirve sólo para armar un club de fans” o “Silvia tiene talento”.
Sin las Bandana, llega la espantosa experiencia de vincularse a lo real, eso que el doctor Brenan define como “la familia, los amigos, los afectos”. Pues bien, su amor inmenso por Pablo Ramírez, jurado y manager del grupo, deberá ser reemplazado por aquel tarado que le habló de coger en la primera cita. Ella es a la antigua, y se lo contó a su abuela, que echó al tipo a patadas. “Me quiere bien casada –la defiende Silvia–, no quiere que me usen y me tiren.” Desde chiquita estuvo deslumbrada por la fama, como cuando se autoconvenció de que iría la legión de Festilindo a su cumpleaños de 9, tentó a todos los chicos con la noticia, y después, claro, defraudó. O como cuando se propuso ingresar como fuera a la tele para decirle a Cristian Castro su declaración de amor: rompería la tranquilidad de la casa del Gran Hermano o el guionado de una tira para gritarle al mundo lo que sintió hasta hace poco. “Ahora es un hombre casado –explica–, y Gabriela me encanta. Muy bien elegida.” De la lluvia de estrellas no queda nada, ahora que Brenan insiste con pelearle el fan.
Por una promesa que le hizo a la Virgen no puede, por estos trágicos días, ni consultar el tarot. Ella entregó su pasión como un sacrificio para que Claudio ganara el Operación Triunfo; ahora hay que bancársela.
–Lo cumplo –dice–, yo no traiciono a la Virgen; desde el primer momento en que vi a Claudio sentí que necesitaba apoyo. Pensé mucho en los nenes.
–¿Se imagina la vida sin Bandana?
–Mi vida es lo más valioso que un ser humano puede tener. La separación es una decisión de ellas, y hay que aceptarla. Los fans tienen que ser respetuosos de las decisiones de los artistas.
–¿Qué es lo más triste que le queda de estos años?
–La traición de los fans: hicieron contactos, convencieron a los de arriba (Pablo Ramírez) y oficializaron otro club, “Angeles sin alas”. ¡Terminaron con “Bestias Pop” y con mi presidencia! Usaron la palabra ángel, qué siniestros que fueron, hasta me robaron la palabra que le dediqué a Cristian Castro (N. de la R.: Silvia Castro compuso el tema Angel de cristal, dedicado a Cristian Castro). Yo quise integrar, ellos dividieron.
–¿Y lo más lindo?
–He firmado autógrafos en el Shopping Abasto, cuando un par de chicas me trajeron la remera y un diario íntimo de hojas impresionantes. O el día en que, en la entrega de los premios Carlos Gardel, Pablo Ramírez me dijo: “Te quiero mucho”. Habrá visto en mí valores que no encontró en otras personas, porque él es un tipo que no saluda a nadie. A mí por lo menos me saluda.
–¿Y el futuro?
–Toda fan va a sentir un gran vacío interior, deberá entregarse a Dios. Que ésa sea su razón de vivir.