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El dilema de Pablo Chacón
Por Daniel Guiñazú
La derrota por puntos en fallo unánime de Pablo Chacón ante Mike Anchondo no sólo le impidió ganar el título vacante de los superplumas de la Organización Mundial de Boxeo. Quizá le haya cancelado para siempre sus sueños de grandeza. A partir de ahora, el mendocino deberá olvidarse de que le consigan alguna otra chance por algún otro campeonato del mundo. A los 29 años, y con 56 peleas sobre las espaldas, le ha llegado el momento de tomar una decisión crucial: seguir o no seguir. De él y nada más que de él depende.
La pelea de ayer por la madrugada en Dallas, Texas, tuvo más de aventura que de chance concreta. De improviso le ofrecieron la oportunidad y, en apenas 20 días, Chacón debió convertirse de noveno clasificado en el ranking de la categoría a aspirante a la corona que dejó vacante Diego Corrales. El tiempo alcanzó sólo para dar el peso con cierta exigencia. Y, casi, para nada más. El voto de confianza unánime a su talento y a su mayor roce internacional no sirvieron de nada. Sin chispa, vacío, sin vigor como para meter una mano y hacerse respetar, Chacón rápidamente quedó condenado a perder.
Su entrenador en la ocasión, Julio García, y su manager, Osvaldo Rivero, a los gritos desde el rincón, lo mandaron a pelear. Y se sabe que Chacón no siente el boxeo de esa manera. Prefiere ir de menor a mayor, calentar la máquina de a poco, tirar poco pero bueno. Y eso no sirve en las altas cumbres del pugilismo internacional. Allí hay que ser como Anchondo, una máquina de lanzar golpes, más efectista que efectiva. Chacón quiso volver a ser campeón del mundo a su manera y fue insuficiente. Le faltó lo de siempre: continuidad, iniciativa, propuesta permanente, todo aquello que le sobró a su adversario. Y lo que nunca: sus piernas no tuvieron la soltura de costumbre para entrar y salir de la media distancia y alejarse del repiqueteo molesto y persistente de Anchondo.
A excepción del 4º round (cuando movió a Anchondo con una derecha voleada), del 8º y el 9º, Chacón nunca pudo mandar. En el 12º y último asalto, un uppercut de izquierda de Anchondo lo tomó mal parado avanzando y lo mandó a la lona, pero hacía rato que la derrota estaba escrita en las inflamaciones de su rostro. Chacón hizo lo que pudo con guapeza y con coraje, no con talento. Algunos creyeron (y le hicieron creer a él) que en 20 días es posible construir un campeón del mundo. Se equivocaron. Rara vez la suerte sube a fajarse a los rings.