ESPECTáCULOS › “TELENOCHE ESPECIAL”: MONICA Y CESAR EN ACCION
La información emocional
Cahen D’Anvers y Mascetti se corren del canon tradicional del noticiero para jerarquizar otro registro periodístico.
Por Julián Gorodischer
Mónica y César salen a ver la realidad con los ojos vidriosos: ésta es la hora de la información emocional, un género que empezó a anunciarse en el noticiero. La que llega es una crónica que entiende a la historia como “hecha en lo privado”: de Perón importa el relato de la agonía vista por los íntimos o las enfermeras, no la trama política sino el retrato como nadie lo vio, en el “interior” inaccesible que ahora se revela. Como condición, el relato emotivo busca una zona oscura, poco vista, y sale en misión especial a la estación de Once (en el último capítulo) o a Jordania, en el anterior, a buscar al padre de los hijos de Gabriela Arias Uriburu. Si, durante más de una década, Mónica Cahen D’Anvers y César Mascetti ablandaron de a poco el momento de las noticias, con bromas sobre la pareja, retos o piropos, en el flamante Telenoche Especial (los miércoles a las 23.30, por Canal 13) llegan más lejos: consagran el sentimiento como la prioridad informativa, entregan el protagónico a los niños y la ausencia de las madres (para los chicos de la calle, pero también para los hijos de Gabriela) y hasta habilitan lo impensado: el lenguaje poético allí donde antes sólo se leían cables de agencia. “Bailotea como un arlequín –describe Mónica a la piba chorra–. Es un jinete al borde de sus fuerzas.”
Si Telenoche Investiga, el pionero entre los derivados del emporio Telenoche, activó causas penales (Rímolo, Grassi, etc.) y marcó la era del reemplazo de esferas (la tele en vez de los Tribunales), el flamante Telenoche Especial jerarquiza la información blanda, esa zona que antes reservaban a los últimos minutos del noticiero, esa parte “añadida” con valor de adorno que ahora es lo esencial. Para que sea eficaz, la información emocional deberá reunir algunos requisitos: privilegiar el relato sobre niños, ausentar a las madres, siempre dejar abierta una salida, pero además eludir hablar sobre lo obvio. Si revisita el caso Arias Uriburu, rastrea lo nunca visto: el paradero de Imad para plantear una entrevista que nunca se sale de tono. Ni hacia la defensa encarnizada de la víctima, ni al pudor a tocar temas tabú. Mónica visita a Imad en la mansión, en trato amable y con ánimo de objetivar, pero no se guarda la opinión: “Usted es un delincuente”. Mónica olfatea el valor de representación y decreta su antipatía: “Cuéntele a la sociedad argentina por qué se los llevó...”.
Hubo un tiempo en que el noticiero se reservó el suceso de interés público y contó episodios policiales y políticos, reservando al programa de chimentos o al talk show el debate y el relato de lo privado. Pero, en el 2004, Telenoche abre el juego a los affaires de estrellas, y –aún más lejos– Telenoche Especial acentúa la muerte de un canon. ¿Podría pensarse, ahora, la información como un paisaje de altos y bajos? Lo que llega es la reivindicación de lo privado como síntesis, la defensa de lo cotidiano para conocer a fondo el drama de los chicos de la calle. En Cuatro jinetes contra el apocalipsis, que se vio el miércoles pasado, la cámara acompaña en el antes (1999) y el después (2004) a chicos de la estación Once, contados por ellos mismos, borrando al cronista (en los antípodas de Ser urbano), bajando a los infiernos (la muerte de un niño) pero sin omitir al que se reinsertó. Telenoche Especial no se queda únicamente en lo pequeño: habla de una crisis sanitaria, de la falta de educación sexual y hasta de los límites de la Justicia, pero siempre desde la voz del implicado. Ese es el modo de las historias emocionales: de uno a uno, en el lugar del hecho (Jordania, la estación...), ahora que más allá del mostrador parece haber un mundo. Si las noticias eran un racconto discreto, casi marcial, la información emocional satura el cuentito de metáforas (“siempre quiso volar” en vez de “se coló en un avión”), explota al máximo sus licencias y narra por fuera de la neutralidad de locutores,con un granito de espectáculo y con confianza en el efecto concientizador. “Ver y reaccionar –dice Mónica en el final– como si lo hicieras vos.”