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Paisaje futbolero
Por Gustavo Veiga
Hablan, confunden, aturden, componen un coro de voces lloronas o malhumoradas, depende de quién se trate. Van rotando en el elenco más o menos estable de chillones en camiseta y cualquier motivo les viene bien para prenderse a micrófonos siempre dispuestos. Esta vez... y por orden de aparición, Alfredo Cascini podría encabezar el ranking, en orden a sus méritos anteriores. Este año, por ejemplo, aportó lo suyo en el escándalo que con River y por la Copa terminó entre arañazos y trompadas.
El volante de Boca acaba de confesar que desafió a pelear al árbitro brasileño Carlos Simón, tras el partido que su equipo perdió con Bolívar. Invocó amenazas del juez para justificarse y hasta se agrandó: “Nos gusta que nos toquen la cola, nos motiva más para la revancha”. En un deporte cualquiera que no fuera el fútbol, a Cascini, por su bravuconada, le cabría una sanción de un año. En el rugby, por ejemplo.
Javier Castrilli, un hombre preocupado por estos comportamientos, le dijo ayer a este cronista que ese tipo de conductas “naturalizan la ilicitud” y “generan un enrarecimiento del clima”. Por razones diferentes a las que clamó Cascini para retar a Simón, Eduardo Coudet hizo su aporte al caldeado clima colectivo de fin de año. El volante, identificado con Central, le comentó con sorna a Olé que si Newell’s sale campeón, “Rosario va a ahorrarse el consumo de aire acondicionado. No tengo duda: si salen campeones, el frío no se va más”.
Puede que parezca una cargada folclórica, pero no lo es. Al menos, en boca de un protagonista que tiene garantizada la repercusión de sus palabras. Está en una frecuencia parecida a la barbaridad que dijo su compañero de equipo, Emanuel Villa, a fines de noviembre: “Nos van a pedir que perdamos contra Estudiantes. Me pongo del lado de la gente y también iría para atrás”, había afirmado, aunque después se arrepintió un tanto.
Incentivar, ir para atrás, boxear al árbitro, apretar planteles (como le ocurrió al de Independiente), componen el paisaje futbolero en vísperas de cada año nuevo. Son como los fuegos artificiales que se prenden para festejar lo que no debería festejarse, aunque siempre habrá festejantes de éstas y otras conductas que avergüenzan.