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Prioridades y metegol
Por Diego Bonadeo
Cuando se estrenó hace años en la Argentina la película Rain Man, la promoción describía más o menos así al personaje protagónico de Dustin Hoffman: “Es capaz de resolver con asombrosa facilidad cualquier cuestión vinculada con las ciencias exactas, pero incapaz de entender casi nada que tenga que ver con las pequeñas cosas de la cotidianidad”. Se trataba, de algún modo, de un racionalista, alguien parecido a los “refutadores de leyendas” del Negro Dolina. Cualquier cosa menos un soñador o un “hombre sensible”, para seguir con las categorías de “El ángel gris”. Porque una cosa es que se conozca el teorema de Pitágoras según el cual “en todo triángulo rectángulo la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa” y muy otra es suponer el aprendizaje de rabonas o caños a través de un sitio en Internet.
Todo esto viene al caso porque ahora resulta que un grupo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires participará, a pocas semanas del Mundial de fútbol “de verdad”, de un campeonato de fútbol “robótico” en el que solamente podrán competir países que se han ganado un lugar para el torneo de jugadores de carne, hueso, corazón y sentimientos.
No parece razonable que en estos tiempos de enflaquecidas partidas para educación, ciencia y técnica, y mientras desde el poder pretenden profundizar el analfabetismo y la ignorancia, haya quienes ocupen tiempo, dinero y espacio que son de todos, para mirarse el ombligo porque no ven más allá de su entorno de laboratorios de microchips.
Probablemente sin darse cuenta, se convierten, además, en portavoces del mensaje antilúdico de la cultura bursátil que ha hecho del fútbol solamente un objeto de merchandising y, del juego, un resultado.
Por un lado las quejas largamente generalizadas y justificadas por los recortes presupuestarios. Por el otro, el clientelismo político obscenamente regenteado por el agente inmobiliario Schuberoff durante casi dos décadas y ahora también esta abstracción inconducente pergeñada por quienes nunca se enteraron de que en el metegol el molinete está prohibido.