ECONOMíA › BANCOS QUEBRADOS POR UNA FUGA QUE SUMA CASI 30 MIL MILLONES

Prolongada agonía de un sistema en coma

 Por Alfredo Zaiat

Roberto Lavagna, como antes Jorge Remes Lenicov, estableció como una de las principales prioridades de su gestión resolver el problema del corralito. El flamante ministro, como su antecesor, quedó atrapado en esa misión, lo que le costó al platense perder la simpatía de su jefe de años. Desde el 3 de diciembre hasta la fecha, el alargamiento de la vida de un sistema moribundo ha actuado como una picana sobre ahorristas y deudores bancarios, que semana a semana se han ilusionado o defraudado, según el caso, ante las innumerables medidas dispuestas con el corralito. En realidad, la ausencia de un poder político fuerte, el fenomenal lobby de banqueros y la inhabilidad de los funcionarios de turno coinciden en un escenario donde escapan a un desenlace ineludible: la desaparición del sistema bancario tal como ahora se lo conoce. Dilatar ese traumático destino sólo produce mayor daño a una economía desahuciada. Lo cierto es que se necesitan reglas previsibles de funcionamiento de bancos para que no cruja la organización económica dentro de un régimen capitalista. Entonces, la clave de esta crisis pasa por pensar qué nuevo sistema se quiere antes de pretender sostener uno en estado vegetativo. Y cómo éste se redefina marcará el costo que ha de asumir la sociedad de esa inevitable reestructuración.
La simple enumeración de cifras de esta fenomenal crisis bancaria no deja margen a la duda sobre que, a esta altura, resulta más necesario para la economía trabajar en el diseño de un nuevo mercado de bancos antes de seguir acumulando costos del actual.
u Desde el comienzo de la fuga, en febrero de 2001, hasta el corralito, a fines de noviembre de ese año, el sistema registró una pérdida neta de 16.328 millones de depósitos.
u En el período diciembre 2001-abril 2002, lapso con restricciones a los retiros, la huida totalizó 12.732 millones.
u El saldo de la mayor corrida bancaria de la historia argentina alcanza hasta el momento 29.060 millones, equivalente al 34 por ciento de los depósitos existentes en febrero del año pasado, cuando eran record.
u Medidos en dólares, que permite un acercamiento dramático a la pérdida patrimonial de ahorristas y de bancos, la caída resulta impactante: 68.132 millones, al pasar de colocaciones por 87.532 millones, a comienzos de febrero de 2001, a poco más de 19.400 millones de dólares, al 19 de abril.
u El Banco Central asistió a las entidades para hacer frente a los retiros con redescuentos y pases por 15.656 millones.
u Los pasivos en dólares de los bancos por líneas de crédito del exterior y obligaciones negociables alcanzan a 12.210 millones.
u Los préstamos al sector privado, neto de previsiones por incobrabilidad, equivalen a 41.833 millones de pesos.
u Debido al derrumbe de la actividad, la morosidad de la cartera crediticia se disparó al 30 por ciento. Incluso la hipotecaria, que hasta hace algunos meses tenía un cumplimiento aceptable, trepó al 22 por ciento.
u El encaje, el dinero de los depósitos que los bancos no prestan y mantienen en caja, se redujo a 7900 millones, de los cuales 4000 millones son necesarios para atender el sistema de pagos. Entonces, al sistema le quedan 3900 millones para responder a retiros, lo que equivale a poco más de un mes de fuga de depósitos.
u Tal como reveló el domingo pasado el suplemento económico Cash, Sedesa, la compañía que administra la garantía de los depósitos hasta 30 mil pesos, se quedó sin recursos. O sea, banco que cae, ahorristas que pierden.
Estos números son suficientes, aunque hay más como los quebrantos provocados por el descalce de monedas, la pesificación asimétrica, los ajustes diferenciados del CER, la devolución por fallos de amparos de depósitos pesificados al tipo de cambio libre, para que las agencias deriesgo concluyan que las entidades financieras que operan en el país están técnicamente quebradas.
Los sucesivos parches a un régimen colapsado, como la ley tapón, el proyecto Bonex, la idea de un fideicomiso con créditos privados para devolver depósitos, las modificaciones al CER, son simplemente medidas para prolongar la agonía. La dinámica que ha asumido esta corrida vuelve inservibles e insuficientes las medidas que se buscan para administrar una salida ordenada del corralito. La tarea para el Gobierno, entonces, es tratar de no ir detrás de la fuga, sino encontrar una idea, buena o mala pero idea al fin, sobre qué sistema financiero quiere. La banca extranjera adelantó que no acercará ni un dólar a estas playas. La pública necesita recapitalizarse, del mismo modo que la privada nacional. Definir desde el Estado a quién asistir y a quién no facilitaría el trabajo y permitiría empezar a construir desde las ruinas.

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