DEPORTES
Terremoto en París con Coria y Gaudio eliminados
Los dos finalistas de la edición 2004 quedaron fuera del torneo en apenas media hora, jugando cuartos de final. El campeón perdió contra David Ferrer un partido rarísimo, al santafesino lo pasó “por encima” Davydenko.
Por Sebastián Fest
Desde París
El derrumbe fue casi simultáneo, apenas 24 minutos de diferencia para que Gastón Gaudio y Guillermo Coria protagonizaran el “lunes negro” del tenis argentino, la inesperada debacle de los dos hombres que hace un año jugaron una inolvidable final en Roland Garros.
Es cierto, sí, que dos argentinos, Guillermo Cañas y Mariano Puerta, se enfrentarán mañana por un lugar en semifinales, pero la magnitud de las figuras de Gaudio y Coria opaca todo: buena parte de la prensa internacional veía al santafesino en la final, y muchos confiaban en que Gaudio seguiría avanzando pese a sus cortocircuitos anímicos.
La vida es dura, y sobre todo para Gaudio, el atormentado defensor del título que perdió un partido que tenía en el bolsillo. Un partido en el que se enfrentó a un incansable español llamado David Ferrer, durante cuatro horas y cinco minutos en las que volvió a chocar contra el “lado oscuro de Gastón”, esa faceta de su personalidad en la que se ataca a sí mismo hasta destruir cualquier atisbo de felicidad y disfrute.
Gaudio cayó ante el español David Ferrer 2-6, 6-4, 7-6 (7-5), 5-7, 6-4 tras disponer de una ventaja de 4-0 y de cuatro pelotas para 5-2 en el set final. Coria fue por momentos vapuleado por el ruso Nicolai Davydenko, que se impuso 2-6, 6-3, 7-6 (7-1), 6-2 en un choque en el que el argentino llegó a estar 5-3 arriba en el tercer set y contó luego con dos set points.
Perder es siempre una posibilidad, pero Gaudio y Coria lo hicieron de manera especialmente dolorosa para los muchos argentinos que llevaron sus banderas celestes y blancas a Roland Garros. Si entre ellos había algún psicólogo, seguramente habrá disfrutado profesionalmente del Gaudio-Ferrer, un partido imperdible para cualquier estudioso de la mente humana.
“¡Estoy dando vergüenza acá adentro!”, gritaba Gaudio. Lo curioso era el momento que elegía para gritar, dominando a su rival y con ventaja de 3-0 en el cuarto set. “¿Qué pasó, qué pasó?”, se preguntaba con los ojos desorbitados y el rostro contraído el español. “Nada”, le respondía su entrenador, un tanto desconcertado ante el terror que trasuntaba la imagen de Ferrer en un momento en el que tenía el partido encaminado.
“Quedate tranquilo, que hoy gana”, fue otra frase de Gaudio en un momento por lo menos prematuro: se jugaban apenas los primeros juegos del tercer set, y la “promesa” estaba dirigida a Javier Piles, el entrenador de Ferrer. “Es que no me veía jugando bien, y sentía que la cosa no iba a ir. En ese momento sentí eso, y por eso lo dije”, admitiría luego Gaudio.
Coria, más sereno, admitió que no había sido su día. “Me pasaron por arriba, me encontré con un jugador muy sólido. No tuve nada que hacer. Sabía que no venía jugando bien, pero yo apuntaba a algo más, por eso estoy un poco desilusionado.”
¿Sorprendido por el adiós simultáneo con Gaudio? Coria se puso serio. “Yo sólo me fijo en mí”, respondió, antes de añadir: “Perdimos con dos buenos jugadores, y no por haber llegado a la final se puede estar siempre ahí”. No estar en la final puede incluso tener sus ventajas, sobre todo si se es Gaudio y se lleva un año escuchando las mismas preguntas. ¿Alivio porque todo haya terminado? Gaudio esboza una semisonrisa: “De alguna manera te digo que sí. Sí, sí...”. Entonces sonríe a pleno, mientras decide terminar de clavarse el puñal de la “autoironía” corrosiva: “Me voy bien... Gané el torneo el año pasado. Porque, la verdad, ¡no creo que lo gane nunca más!”.