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Apareció a los 5 minutos del segundo tiempo del partido que jugaban Portugal y Estados Unidos. Sobre un costado, a la altura de la mitad de la cancha, un yanqui durito de movimientos como muñeco de metegol fue a buscarlo con vehemencia y quedó haciendo molinete cuando Riquelme pisó la pelota con el botín derecho y mientras hacía un medio giro la arrastraba con la suela del zapato izquierdo. Otro yanqui con pasado de fútbol americano se le fue al humo y él, el espíritu de Riquelme, amasó la pelotita con la suela y el tipo quedó todo despatarrado en el piso. El fenómeno, entonces, le dio la pelota a uno de Portugal, se salió del cuerpo de Figo y desapareció de la escena tan rápido como había llegado. Ya le parecía a uno que no podía ser que Riquelme no estuviera de alguna manera en el Mundial. Su paso fue fugaz, pero esas migajas de belleza futbolera justificaron el madrugón.