Lunes, 28 de junio de 2010 | Hoy
Por Juan Forn
Qué lindo es ver a Maradona antes de los partidos con la pelota en los pies, exigiendo a sus jugadores con toques cortos, repitiéndoles por última vez lo que quiere que hagan en la cancha, y después echándose un pique para volver al vestuario y ponerse el traje. Es obvio que todavía se siente jugador, es obvio que es mucho más que un técnico, tanto para sus jugadores como para la tribuna.
En la conferencia de prensa pasa lo mismo: el que aparece es el veterano de mil batallas. El tipo que tiene una relación con el fútbol que nadie más en el planeta puede tener. Maradona está en su jugo. Desde que llegaron a Sudáfrica se puso toda la presión sobre los hombros él, no sólo para descomprimir a sus jugadores sino porque es el combustible que lo hace rendir mejor: esa adrenalina que a tantos otros les afloja las rodillas, a él le saca de adentro lo mejor que tiene. Impresionaba verlos bajar del micro cuando llegaron al estadio ayer: había una vibra ahí, había unas ganas de jugar que, al menos yo, no la he visto en muchas selecciones.
Lo dice una bandera que se vio desde el primer partido, “Maradona + 23 fieras”, sobre un fondo celeste y blanco. Hace diez días, cuando dijo que Tevez no podía no ser titular, aunque eso lo obligara a cambiar el planteo, hubo varios que se agarraron la cabeza, o pensaron que era una de sus demagogias. Después del partidazo que jugó Tevez ayer, y el bajón anímico que se produjo en el equipo cuando salió, se entiende en toda su dimensión lo que decía Maradona. Lo mismo con Otamendi y Pastore. Hay algo especial en esos dos. Como en el arquerito. Y los descubrió Maradona. Los vio él; los hizo jugar así él; ese coraje y ese atrevimiento los transmite sólo él.
Me encantaría saber qué les pasa por dentro en estos días a los antimaradonianos. Esos que no pueden ni pronunciar su apellido sin hacer una mueca. No hablo de los que no les gusta el fútbol. Ni hablemos de ésos hoy. Yo conozco gente a la que le gusta el fútbol con locura, que juega todas las semanas, y va a la cancha, y no puede ni ver a Maradona. No lo querían de técnico y en un rinconcito del corazón preferirían que la Selección perdiera, para que Maradona no tuviera otro momento de gloria. Hay algunos pelotudos que no están siguiendo el Mundial como forma de boicot a Maradona. No es casualidad que en estos días se haya empezado a hablar de un pacto Maradona-Kirchner. Maradona despierta una especie de gorilismo. Maradona es el hecho maldito no sólo para el planeta FIFA sino para una parte considerable del país anti-k. Por eso da tanto gusto en estos días verlos masticar la mala onda por los rincones. He ahí uno de los bienvenidos efectos secundarios que produce esta Selección de Maradona.
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