Lunes, 28 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Norma Giarracca
Sería necio no reconocer que vivimos uno de los momentos de mayor debate político en estos veintiséis años de democracia. Las condiciones de posibilidad para que esto ocurra tienen que ver con los escenarios internacionales atravesados por profundas crisis; las oportunidades de transformaciones estatales en la región; los cambios societales que resquebrajan viejas seguridades ontológicas (qué es un matrimonio hoy, por ejemplo); los quiebres epistémicos asumidos desde muchas disciplinas y registrados en sus consecuencias socioculturales y socioambientales; el giro lingüístico que descentró la historiografía tradicional; una filosofía reflexiva que ocupó el lugar vacío que la política emancipadora dejó en el siglo XX; cosmovisiones invisibilizadas por la modernidad que reaparecen e inquietan. Todo ello en escenarios de gobiernos de la región con mayor margen de autonomía frente a algunos poderes internacionales.
Estos debates políticos latinoamericanos recogen las tradiciones nacional–populistas, construcciones liberales, emancipaciones “internacionalistas”, y cada región le pone un componente propio emanado de historias de territorialización y la configuración intercultural en la formación nacional, así como el lugar y la intensidad de los movimientos sociales de nuevo cuño. Por eso, para la Argentina, si bien podemos coincidir en parte con Horacio González cuando reenvía a dos grandes corrientes de pensamiento en la configuración nacional –la liberal republicana y la nacional popular—, coincidimos y nos alegramos cuando otro intelectual cercano a él, Diego Tatián (en Página/12, 21 de junio), advierte el peligro de caer en dicotomías mediáticas o emanadas de necesidades analíticas para una descripción del presente debate intelectual.
¿Cómo dudar de la importancia de la corriente “liberal republicana”, expresada en tiempos contemporáneos por intelectuales que fueron cercanos al “alfonsinismo”, o de la “nacional popular”, expresada por el grupo Carta Abierta, cercano al “kirchnerismo”? Sendas corrientes se reflejan hegemónicamente en nuestra vida nacional y ambas nos legaron pensamientos significativos, y otros dignos de ser criticados. Por ejemplo, no se puede seguir levantando figuras como las de Sarmiento y Alberdi sin revisar el grado de discriminación y racismo que destilaban; no se puede seguir sosteniendo la categoría “pueblo” para ocultar sistemas de desigualdades que invisibilizan sufrimientos sociales de sectores que la Nación “subalterniza” o aceptando sin más la propuesta desarrollista. Pero en estos tiempos, además, no se pueden seguir negando a las poblaciones en lucha (al margen de los viejos esquemas sindicales); no se puede hablar de desarrollo sin referir al modelo extractivista vigente y desconociendo la crítica de la ecología y las teorías del post-desarrollo.
En fin, en esa dicotomía expresada de modo didáctico por González falta un tercer conjunto de pensamientos que cuestiona paradigmas societales y epistemológicos, y arrastra con fuerza “deconstructiva” las ideas que acompañaron a varias generaciones, como “desarrollo”, “progreso”, “representación política”, “democracia delegativa”, cuestiona la “tecnociencia”... Son pensamientos de márgenes, de frontera, “conocimientos desde el Sur”, que siguen novedades sociales, políticas, culturales (sólo ejemplificar con la televisión argentina transmitiendo una asamblea, ejercitando la democracia directa). Son pensamientos que siguen los campos de experimentación en todos los registros; que tributan a la ecología política; a los estudios de movimientos sociales; al pluralismo jurídico e institucional; a los intelectuales indígenas, que siguen con interés el despliegue de poder instituyente de los sujetos, las nuevas formas constitucionales y la ecología de saberes, de tiempos y formas de vida; la democratización de la ciencia. Pueden estar atravesados por ideas liberales o nacionalistas populares, pero muestran siempre un excedente que es lo digno de focalizar, y tal vez lo que marca la distancia con los pensamientos tradicionales y, sobre todo, con quienes hoy –de uno u otro lado– son incapaces de criticar el modelo de desarrollo extractivo y devastador que hipoteca el futuro de la Argentina o del resto de los países con gobiernos llamados “progresistas”. Son pensamientos que circulan diariamente por las redes de Internet; que se despliegan en foros, en las cumbres de pueblos indígenas; en Vía Campesina; que cuentan con notables referentes internacionales (algunos colaboran con este diario, como Boaventura de Sousa Santos, Walter Mignolo, Immanuelle Wallerstein); son pensamientos fáciles de comprender por los jóvenes universitarios y algunos políticos comprometidos con los movimientos sociales, por los medios radiales y escritos no monopólicos. Sin embargo, este conjunto de pensamientos –difícil aún de categorizar como corriente– no parece inquietar a quienes, de una u otra vertiente, se ocupan de debatir el futuro democrático del país.
* Socióloga, investigadora del Instituto Gino Germani (Sociales-UBA).
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