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Las primeras bajas son para el gobierno de Blair

Robin Cook, ex canciller británico y actual líder parlamentario de los laboristas, renunció ayer a su banca en la Cámara de los Comunes argumentando que la guerra contra Irak “es ilegal”. En las próximas horas podría sumarse la ministra Clare Short.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

A poco de conocerse que no habría una segunda resolución de la ONU autorizando el uso de la fuerza militar contra Irak, se produjo la primera deserción del gobierno de Tony Blair. El ex canciller y ahora ex líder parlamentario de los laboristas, Robin Cook, renunció a su cargo argumentando que la intervención militar contra Irak es ilegal. Por su parte, en un debate de emergencia de la Cámara de los Comunes, el canciller Jack Straw y la oposición conservadora unieron fuerzas para denunciar al segundo hombre más odiado por los laboristas después de Saddam Hussein: el presidente de Francia, Jacques Chirac. “Espero que París reflexione seriamente sobre lo que ha conseguido con su intransigencia”, dijo Straw.
La renuncia de Cook es la señal más clara de la turbulencia interna que vive en estos momentos el gobernante Partido Laborista. Durante el debate de emergencia en la Cámara de los Comunes, el ex canciller dejó en claro que no puede aceptar “la responsabilidad colectiva por la decisión de enviar tropas británicas a Irak sin un acuerdo internacional ni apoyo interno”. Robin Cook, que se desempeñó como canciller durante el primer período gubernamental de Tony Blair, atacó duramente al gobierno de Estados Unidos. “No cabe duda de que si en Florida los votos se hubieran inclinado por Al Gore y no por George Bush, no tendríamos la crisis en que nos encontramos”, dijo Cook, quien en una reacción sin precedentes en la Cámara fue ovacionado por un amplio sector de diputados laboristas.
Las palabras de Cook encendieron el debate parlamentario que deberá completarse hoy con una votación sobre la “utilización de todos los medios necesarios para desarmar a Saddam Hussein”. Aunque nadie pone en duda que la moción gubernamental será aprobada –porque con el apoyo de la oposición conservadora la aritmética parlamentaria se inclina ampliamente a favor de Tony Blair–, el gran peligro para el oficialismo es que Cook consiga aglutinar un gran número de laboristas indecisos. Hace dos semanas, 122 laboristas votaron en contra de una moción sobre Irak. Los analistas calculan que, si los rebeldes logran sumar otros 50 diputados a sus filas, evitando que otros se inclinen por apoyar al gobierno por deber patriótico en momentos de conflicto, la posición de Blair quedará seriamente debilitada y se abrirá un signo de interrogación sobre su futuro político a mediano plazo.
Un factor que podría ser decisivo en esta ecuación es la posición que adopte la actual ministra de Desarrollo Internacional, Clare Short. Hace nueve días, Short criticó públicamente la posibilidad de que Gran Bretaña vaya a la guerra sin la autorización de la ONU y en “violación del derecho internacional”. La especulación ayer se centraba en torno de la posibilidad de que, tras el anuncio del agotamiento de la vía diplomática, también ella presente su dimisión. Una renuncia de Short previa a la votación de la tarde podría inclinar la balanza, persuadiendo a muchos diputados dispuestos a darle el beneficio de la duda al gobierno de que se puede apoyar a las fuerzas armadas británicas en el terreno y al mismo tiempo cuestionar la autoridad moral de la guerra que se lanza contra Saddam Hussein. Mientras tanto, fuera de los góticos muros de la Cámara de los Comunes, la “Stop the War Coalition”, que convocó a un millón y medio de manifestantes el pasado 15 de febrero, llamó a otra movilización semejante contra la guerra para este sábado. Para el gobierno queda un consuelo. Una encuesta de ICM que publica hoy el matutino The Guardian sigue calculando que es mayor el porcentaje de británicos en contra de la guerra (44 por ciento) que a favor (38 por ciento), pero que el apoyo a un conflicto ha aumentado en un nueve por ciento gracias a lo que se percibió como “intransigencia” francesa mientras que los que se oponen a la posición dura de Tony Blair disminuyeron en un ocho por ciento.

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