La primera jornada de la serie de Copa Davis contó con un inusual clima despoblado. Apenas un puñado de gente había llegado al Parque Roca para cuando Carlos Berloq y Philip Kohlschreiber se disponían a ingresar en el court central del estadio Mary Terán de Weiss. Ese escenario, cubierto en apenas un 30 por ciento, pudo deberse al calendario, que ubicó a la serie en una jornada netamente turística, aunque otro factor quizá más influyente puede haber sido la ausencia del mejor tenista del país, Juan Martín Del Potro, quien prefirió priorizar “objetivos personales” y no jugar la Davis este año.

Ese mismo ánimo también prevaleció en el público visitante, que contó con apenas siete hinchas que no alcanzaron ni para completar la primera fila de asientos del sector que se les asignó detrás de los jugadores de su equipo, y que, más allá de sus matracas que sonaban cada vez que uno de sus tenistas ganaba un punto, pasaron prácticamente desapercibidos.

Cuando el reloj marcaba casi las once, ante un sol radiante y bajo una leve brisa de aplausos apareció, primero, el equipo alemán. Luego, ante un exiguo pero animado público, el conjunto nacional, encabezado por su capitán, Martín Jaite, y escoltado por Carlos Berlocq, quien rápidamente comenzó a ensayar gestos con su raqueta, cual luchador que prepara sus movimientos antes del combate. El cariño mayor se lo llevó, como siempre, David Nalbandian, que recibió el mimo de la gente con una lluvia de aplausos ni bien asomó en el court.

Tras los himnos y la presentación de la serie, una especie de aburguesada barra brava realizó su entrada triunfal portando paraguas azules (no celestes) y blancos, bombos, repiques y un entusiasmo digno de cualquier hinchada futbolera. Ese grupo de 30 y tantos fanáticos le puso un colorido clima a una jornada que aparentaba sombría afuera y dentro del estadio y que terminó siendo triunfal y de festejo, tras los triunfos de Juan Mónaco y antes de Berlocq, que hasta tuvo una bandera dedicada: “Mi sentimiento hecho bandera, vamos Charly. Chascomús”.

La poca convocatoria que tuvo la jornada de ayer también repercutió en las afueras del estadio, donde los principales sponsors del evento aprovechan la ocasión para publicitarse. A sabiendas de las pocas entradas vendidas, se redujo la cantidad de stands y se concentraron todos los puestos en el pasillo de entrada al predio. En el patio de comidas, los puestos gastronómicos pasaron a ser la mejor alternativa a la hora del almuerzo. Aquellos que vendían productos frescos, como ensaladas de frutas o licuados, fueron los más beneficiados por el calor y, por ende, los más elegidos de la gente que buscaba refugio ante el agobiante calor, mientras Nalbandian y Horacio Zeballos entrenaban por última vez en la cancha auxiliar, de cara al duelo de dobles que jugarán esta mañana.

La ausencia de Del Potro repercutió en el público con posturas completamente contrapuestas. “Delpo pecho frío”, gritó un hombre de unos 50 años, pero rápidamente recibió otra respuesta. “Callate, salame”, replicó un muchacho unos escalones más arriba. El público también jugó su partido, el propio Berlocq lo reconoció: “Si bien en la previa se hablaba de que se vendían pocas entradas, el público se hizo sentir”. Lo cierto es que el público fue también protagonista. Sufrió el calor tanto o más que los jugadores, se preocupó cuando el oriundo de Chascomús se encontraba cuesta abajo, y se enardeció cuando éste les pidió aliento levantando sus manos en un momento en el que Kohlschreiber parecía bajar sus revoluciones. Más aún, un rato más tarde de la primera alegría, celebró el segundo punto que encamina al seleccionado local a un triunfo que parecía comprometido y hoy se muestra al alcance de la mano.