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Se divulgó antes del partido la pretendidamente sesuda idea de que, aunque no se jugaba nada importante en el encuentro, podía ser la ocasión de algunos muchachos de asegurarse un lugar en la lista mundialista. Como si Lavezzi, Palacio o Banega necesitaran una confirmación adicional por parte del entrenador Sabella sobre su pertenencia al plantel. Pero jugaron así, dentro de un tono general discreto, demostrando una vez más que, del medio hacia delante, la Selección cuenta con recambio de jerarquía. Atrás... atrás es otra cosa.

Oportunismo puro. Eso fue Lavezzi (7) mientras el partido fue tal, los primeros 35 minutos, lo que Perú resistió hasta su derrumbe. Tras un tibio arranque, se tiró a la derecha para sobresalir, capturó el rebote de Perú para anotar el gol del empate, y se hamacó con intuición para embocar el centro de Palacio que terminó en el segundo tanto. Después, con la defensa rival ya desarmada, le faltó la última gota de precisión para aumentar, aunque le sirvió a su compañero de ataque el que pudo haber sido el cuarto gol. Terminó agotado y fue reemplazado por Maxi Rodríguez.

Si Lavezzi fue dinámica, Palacio (7) congenió movilidad con picardía, y llegó también a posición de gol en varias oportunidades, como la que le sacó Penny con el encuentro aún 0-0. En buena sintonía con Banega y Di María, participó de la jugada colectiva del segundo tanto, asistiendo a Lavezzi, marcó el tercer tanto tras un centro de Rojo y se perdió el 4-1 por muy poquito. No hizo olvidar a Messi, pero volvió a dejar una imagen interesante. Se fue con un golpe en una rodilla, reemplazado por Lamela.

Para que los dos delanteros habitualmente suplentes se destacaran, anoche debió sacrificarse Agüero (6), incrustado entre los zagueros peruanos sin poder tirarse a los costados para no encimarse ni con uno ni con otro. Aguantó bien jugando de espaldas al arco, arrastró marcas y recibió el rigor físico. Mereció que entrara el remate del tiro libre al final...

Fue Banega (7) quien más pensó el partido, trajinando con el traslado inteligente y sorprendiendo con el pase entre líneas. Le quitó trascendencia a Di María (5), que se movió mucho pero al que se lo notó huérfano, como si hubiera sufrido más que nadie las ausencias. De todas maneras obligó y fue objeto de la falta más violenta del partido, en el segundo tiempo. Sabella lo reemplazó cuando faltaba muy poquito por Somoza.

Aunque el rival estuvo a tono con sus antecedentes recientes, ya eliminado, la Selección no lo aprovechó para superar su rendimiento diferencial, porque la defensa volvió a hacer agua pese a que la atacaron sin tanta frecuencia. Normalmente inactivo, Romero (5) achicó mal en la jugada del gol peruano y tardó en recuperar confianza, como cuando rechazó con los puños un remate largo de Vargas: tuvo fortuna de que no lo exigieran más en el complemento. Garay (5) fue lo menos reprochable de una zaga que hizo agua cuando enfrentó un ataque punzante; el más flojo fue Federico Fernández (4), otro futbolista sin demasiada actividad en su club, que perdió la marca de Pizarro en el gol peruano, que antes se había dejado engañar por Carrillo apenas arrancado el partido, que lo dejó escapar en el segundo tiempo al inquieto Benavente (20 años, jugador del Real Madrid), quien sólo complicó en esa jugada a cinco jugadores argentinos, la defensa completa más Biglia (5), éste hundido en la intrascendencia tanto para marcar como para sumarse a Banega a la hora de generar juego. Zabaleta (5) apenas cumplió (el gol llegó por su sector y se comió un caño espectacular de Benavente) y Rojo (4) produce las dudas de siempre: en el primer tiempo Hurtado lo complicó cuando fue por allí, entregó mal varias pelotas y solo se le contabiliza a favor el centro que ejecutó para el gol de Palacio. Sabella no puede estar demasiado satisfecho con la actuación general de la última línea. De todas maneras, y aunque por razones distintas a Lavezzi, Palacio o Banega, ellos también irán al Mundial.