DEPORTES › OPINION

Derecho a experimentar

 Por Pablo Vignone

Se supone que cuando José Pekerman accedió a hacerse cargo de la Selección Argentina, faltando un año y medio para el Mundial de la Alemania, el entrenador pensaba no sólo en hacer pruebas con jugadores –para armar un equipo semiarmado o para imponer su gusto–, sino en experimentar consigo mismo: no hay que perder de vista que, hasta esta instancia, Pekerman no había dirigido más que equipos juveniles, aunque exitosos.
Alguna crítica apuntó a lo fútil de este ensayo global con futbolistas de entrecasa, descalificándolo por suponer que sólo era la puesta en escena futbolística de una transacción comercial: pocos equipos pueden exigir un cachet parecido al de la Selección.
Argumentos por el estilo se pisan la cola: ninguno de los jugadores que viajaron con Pekerman a Los Angeles fue llevado a la fuerza, algunos de ellos tuvieron una interesante actuación (lo que se analiza en la nota principal) y, en última instancia, acaso el entrenador anotó en el haber de su libreta las bondades de una experiencia con otro tipo de jugadores. Probablemente sea cierto que ya tiene su lista de predilectos, y también que algunos de los que están afuera de ella (caso Verón) alzan la voz para tratar de dar vuelta la historia.
Pero cuando se juega la piel como se la está jugando, el derecho natural de ensayar jugadores debe ser doblemente garantizado.

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