Hugo Spinelli se graduó como médico en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Salud Colectiva por la Universidad de Campinas, Brasil. En la actualidad es director del Instituto de Salud Colectiva y secretario de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Lanús (UNL). Además, es el editor responsable de la revista Salud Colectiva.

Con un equipo de investigadores de la UNL, Spinelli encaró una investigación sobre muertes por armas de fuego en Argentina durante el período 1990-2008, que el año pasado publicó la Organización Panamericana de la Salud (OPS). La originalidad de esta investigación, que se enmarca dentro de la problemática más amplia de las muertes por violencias, radica en la utilización de métodos cuantitativos en series temporales prolongadas. “Aunque hoy pueda parecer natural y obvia la existencia de este tipo de armas en la sociedad, fuera del ámbito castrense y del campo de batalla, la historia del armamentismo civil no es tan añeja”, señala Spinelli.

Según se indica en Mortalidad por armas de fuego en Argentina, 1990-2008, la totalidad de decesos en el país por todas las causas en el período comprendido fue de 5.334.862, de los cuales un 6,7 por ciento corresponde a muertes por violencias, lo que equivale a 358.484 defunciones. Entre ellas, 59.339 (el 16,6 por ciento) fueron producidas por armas de fuego. Más de la mitad de estas muertes corresponden a homicidios (36.479). Del total de homicidios, 30.568 ocurrieron en varones y 5577 en mujeres, su índice más elevado se produjo en varones jóvenes, fundamentalmente, en la franja etaria de 20 a 29 años. En particular, se distingue un aumento de la tasa de homicidios en 1999, con un valor máximo en 2002 y un descenso a partir de 2003, un dato cuya temporalidad coincide con la grave crisis económica, social, política e institucional que en la Argentina tuvo su punto más álgido en diciembre de 2001. “Es sustancial entender a la violencia como un hecho social y permitir, así, incorporar el concepto de vulnerabilidad que consideramos más apropiado que el concepto de riesgo, para acercarnos a las dimensiones sociales de estas muertes”, señala el investigador.