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U2 en su tierra natal, o el rock que puede hacer mover a los castillos

El show que retrata el DVD Live from Slane Castle es una buena demostración de por qué U2 ocupa el lugar de clásico. Como bonus, el documental Unforgettable fire da un salto de 20 años.

 Por Eduardo Fabregat

¿Qué es lo que hace clásica a una banda? ¿Cuáles son las coordenadas que llevan a un artista, solo o en grupo, a trascender el ruido momentáneo de las grandes “estrellas” impulsadas por la industria año tras año? El mundo de la música tiene mucho de darwinismo: sólo los más aptos sobreviven, y sólo aquellos que encuentran el modo de imprimir su personalidad más allá de condicionamientos y limitaciones del “sistema” logran ingresar al lugar de los indiscutibles, los que escriben la historia musical más allá de gustos. U2, claro, vive en ese lugar desde hace tiempo. Y habrá quien no soporte las diatribas humanitarias de Bono o su grandilocuente personaje escénico, y quien opine que Edge es un guitarrista más efectista que virtuoso, y quien vea los megashows del cuarteto irlandés y piense en la palabra elefantiasis. Sus opiniones serán válidas, pero U2 seguirá siendo clásico. Tan clásico como los troubles de Irlanda (ese eufemismo que evoca litros de sangre derramados en nombre de Dios y el patriotismo) y tan clásico como el Slane Castle, el gigante de piedra que se alza en el condado irlandés de Meath y ha sido escenario de más de un acontecimiento histórico, arrancando por las invasiones normandas, siguiendo por el dominio de la realeza inglesa... y llegando a la era contemporánea como escenario rockero para un abanico que va de los Red Hot Chili Peppers a Bob Dylan, y de allí a Thin Lizzy.
Los dublineses Thin Lizzy, precisamente, inauguraron el lugar para el rock, en 1981 y con un grupo soporte que empezaba a asomar su cabeza, que ya había grabado Boy y estaba presentando canciones de October: U2. Veinte años después, el grupo volvió al lugar como atracción central, y el DVD U2 Go Home: Live from Slane Castle se presenta como la mejor manera de recordar ese aniversario, y a la vez entender por qué Bono, The Edge, Larry Mullen Jr. y Adam Clayton están tan cómodamente instalados entre los clásicos. Es, también, la última aparición del cuarteto en un mundo que estaba a punto de cambiar radicalmente, teniendo en cuenta que los dos shows junto al castillo fueron el 25 de agosto y el 1º de setiembre de 2001. Diez días después, el atentado al World Trade Center pondría en peligro la segunda parte del Elevation Tour... entre muchísimas otras cosas.
Nada de eso, claro, se vislumbra en el show, aunque la muerte también estaba rondando: el 24, Bono había enterrado a su padre, Bob Hewson, lo que produjo una especial carga emotiva a la hora de Kite, canción de All that you can’t leave behind que refiere a las cuestiones de paternidad y mortalidad. Pero, al cabo, todo en U2 go home se sintetiza en una celebración musical, la envidiable soltura del grupo para encarar las grandes ceremonias. Con el show bien aceitado por cinco meses en la ruta y frente a 80 mil personas entregadas al rito, U2 juega con climas que van de lo épico (Sunday Bloody Sunday, New Year’s Day) a lo festivo (Angel of Harlem, Desire, Pride, Walk on), de allí a un efecto intimista curioso para semejante contexto (Wake up dead man, One, With or without you) y de ahí a las tensiones de Bullet the blue sky, donde las pantallas dan cuenta de “los cinco principales comerciantes de armas del mundo”: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, China, Rusia. Nótese la ausencia de Afganistán, Irak u otros integrantes del llamado “eje del mal”.
La calidad de imagen y sonido del DVD permite que se erice la piel más allá de la distancia que impone lo grabado, pero Live from Slane Castle incluye también otra perlita: el documental Unforgettable fire, que retrata la primera visita del grupo al castillo, cuando usó uno de sus salones de baile para registrar buena parte de aquel disco de 1984. El salto en el tiempo revela a un Bono de pelo batido y un Edge sin pelada, e incluso el largo proceso de definición del sonido de Pride (in the name of love), al cabo uno de los hits más grandes de los irlandeses. Pero tambiénaparecen Brian Eno y Daniel Lanois, la dupla productora que le imprimió su sello a varias obras y modificó para siempre las pautas de trabajo del grupo. Y Eno entrega su sensación sobre la banda con la que comenzaba a relacionarse: “Este es un grupo muy diferente a los de su tiempo. La música es resultado de las cuatro personas y no de sus instrumentos. Su origen es evidente desde el mismo momento en que empiezan a tocar, y la conciencia que tienen de su fortaleza y sus debilidades es el mejor punto de partida”. Hoy, los tipos tienen menos pelo y más panza. Pero la frase sigue sonando adecuada.

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The Edge, Bono y su rito usual del “toreo” en los solos de guitarra, con el castillo de fondo.
 
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