EL PAíS
Las labores de Duhalde, en las sombras, para nombrar a Arslanian
El ex presidente fatigó los teléfonos para que Arslanian regresara al Ministerio de Seguridad, de donde lo sacara en 1999 el entonces candidato Ruckauf. Elogios y autoelogios.
Por Diego Schurman
“Hay que jugarse.” El tono tremendista lo puso Eduardo Duhalde. Y aunque su interlocutor, León Arslanian, se tomó algunos días más antes de aceptar el Ministerio de Seguridad bonaerense, el ex presidente lo blandió ayer como un triunfo propio. “Es un patriota, estoy contento”, confesó.
No podía ser de otra manera. Desde las sombras, Duhalde se involucró de lleno en los últimos movimientos de Felipe Solá en la batalla contra la inseguridad, amén de si el gobernador dio o no su anuencia para ello. El caso Arslanian es un botón de muestra.
El ex mandatario llamó al ahora designado ministro poco antes de subirse al avión que el fin de semana lo depositó en Francia. No fue el último contacto. Antenoche, mientras buscaba zafar del frío de la ciudad medieval de Poitiers, fue uno de los privilegiados que se enteró del contacto en el que Arslanian le comunicó su aceptación al presidente Néstor Kirchner.
“La verdad es que Felipe no encontraba a nadie y la intervención de Duhalde fue determinante para que Arslanian aceptara”, relató a Página/12 uno de los colaboradores que en estos días hace de puente con el ex mandatario, quien del otro lado del océano participa como presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur en un simposio sobre integración regional.
El ex mandatario venía madurando el tema desde el mismo jueves en que Graciela Giannettasio asumió interinamente en Seguridad. La viceministra bonaerense –una duhaldista todo terreno– tuvo el guiño del ex presidente para dar el paso, urgente y necesario como para salvarle las papas a Solá, que no encontraba reemplazante para Raúl Rivara.
Pocos lo saben, pero fue Giannettasio la primera en introducir a Arslanian en escena, al sumarlo en el consejo asesor que creó ad hoc el viernes, un día después de tomar el ministerio al que todos escapaban. En esa junta también estaba Joaquín “Chango” Da Rocha, un representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura.
El último fin de semana colapsaron los teléfonos. Hubo llamados cruzados desde la residencia de La Plata, donde se encontraba Solá, Florencio Varela, donde vive Giannettasio, Villa La Angostura, a donde viajó de vacaciones Arslanian, y Lomas de Zamora-París, donde se recluyó alternativamente Duhalde antes y después de volar al Viejo Continente.
La viceministra y su jefe político escucharon del jurista un argumento remanido: que la actividad privada le estaba siendo redituable. Presentaba como alternativa a su socio de estudio, Alberto Beraldi, que esquivó las presiones con un oportuno viaje el exterior. Solá no recibió un discurso distinto.
Al intrincado tema de la seguridad, en la que sospecha complicidades de la policía, Arslanian sumó otras reservas para tomar la brasa caliente: la tirantez política entre la Nación y la provincia. Por eso, tras el okey de Duhalde y Solá, necesitaba una aprobación explícita de la Casa Rosada. Tenía grabado en la memoria un episodio reciente: la determinante intervención de Kir-chner en la caída de Juan José Alvarez, otro ministro de Seguridad de la gestión bonaerense.
A pesar de promoverse como “garantista”, en el Gobierno nunca creyeron que Juanjo fuera a poner en caja a la bonaerense, además de no mirar con agrado su buena relación con los intendentes, a quienes el ministro de Seguridad Nacional, Gustavo Beliz, cree ligados al complejo entramado de la inseguridad provincial.
A primera vista, Arslanian escapa a estas sospechas y, a la vez, cumple con la expectativa oficial de hacer un contrapeso a la creciente demanda de mano dura. Duhalde defendió públicamente su nombramiento y dejó que su mujer Chiche lo diferenciara de Carlos Ruckauf, de postura diametralmente opuesta a las del ex camarista.
Aun así, difícilmente el ex presidente pueda erigirse en plenitud como el padre de la criatura. Si bien hoy reivindica la reforma policial que Arslanian dejó incompleta cuando se alejó de la cartera de seguridadbonaerense, allá por agosto de 1999, ese alejamiento se produjo precisamente porque Ru- ckauf, el candidato de Duhalde en la provincia, azuzaba con “meter bala” a los delincuentes.
–¿Duhalde apoya a un “garantista” porque Kirchner prefería un hombre de ese perfil o por convicción? –le preguntó este diario a un hombre que conoce al ex presidente como pocos.
–Apoyó a un hombre que sabía que iba a contar con el aval de la Casa Rosada. Que el gobierno nacional estuviera de acuerdo era fundamental –se sinceró.
La participación de Duhalde en las negociaciones hizo que los elogios a Arslanian parecieran autoelogios. “Es uno de los hombres más capacitados que tiene la Argentina en esta materia”, dijo, y se frenó ahí. No quería chocar con Juan Carlos Blumberg, padre del joven asesinado y adalid de los críticos del nombramiento del ex camarista.
Hacia el interior del peronismo, el ex presidente no tenía otra opción que tenderle una mano a Solá. No sólo con Arslanian, sino también en la Legislatura provincial, pidiendo al presidente de la Cámara baja, Osvaldo Mércuri, que activara las leyes que impulsa el gobernador. Hace tiempo que Mércuri se presenta ante propios y extraños como un competidor potencial de Solá en la provincia.
Hasta Chiche Duhalde puso sus fichas para descomprimir la interna bonaerense, asegurando que no quiere ser candidata a gobernadora, pese a que todo el duhaldismo se desgañita para decir lo contrario. Cierto o no, el “renunciamiento” aparece como una bocanada de oxígeno para Solá, agotado de encontrarse siempre entre la espada y la pared que bien representan el duhaldismo y el kirchnerismo.
Alguna vez, Duhalde admitió que su nuevo rol en la política, al menos durante este tiempo, sería facilitarle las cosas al Gobierno. El mismo se describió como “un auxiliar de la conducción de Kirchner”. ¿Qué significa eso? “Que Kirchner me diga –explicó– ‘mirá Eduardo ¿por qué no me apurás el tema tal?’ o ‘Mirá, che, ¿qué te parece este hombre?’ Eso”. Exactamente lo que hizo.