EL PAíS › ARSLANIAN ANUNCIO QUE LAS
CLAVES SON EL CONTROL Y LA EFICACIA POLICIAL
“Subir las penas no es ninguna panacea”
El camarista que en 1985 condenó a los ex comandantes de la dictadura y en 1998 empezó a aplicar la reforma de la Bonaerense aceptó ser ministro de Seguridad de Buenos Aires tras un pedido de Solá y la imposibilidad de decirles que no al mismo tiempo a Kirchner y a Duhalde. Dijo que resucitará los foros comunitarios y confirmó un adelanto de Página/12: se propone crear una policía nueva, desde cero, para el conurbano bonaerense.
Por Martín Granovsky
Una conversación con el presidente Néstor Kirchner fue lo que terminó de decidir a León Carlos Arslanian a retomar el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, del que debió salir con el trabajo a medio hacer porque en 1999 el Partido Justicialista optó por apoyar a Carlos Ruckauf y su proyecto de rearmar la Bonaerense.
Arslanian estuvo el martes a la noche dos horas en la Casa Rosada con Kirchner y Cristina Fernández. Funcionarios del gobierno nacional y el bonaerense dijeron a Página/12 que de esa manera se completó el paraguas político para una gestión que comienza marcada con la ola de indignación por el asesinato de Axel Blumberg a manos de una banda con conexiones policiales.
A esa altura, Arslanian contaba con el pedido de Felipe Solá de que reemplazara a la desteñida gestión de Raúl Rivara, y también con otro reclamo de mucho peso político: Eduardo Duhalde le insistió desde París en que aceptara el cargo.
Un dirigente peronista que trató a Duhalde en aquel momento de la campaña de 1999 dijo que al entonces gobernador le molestó desprenderse de Arslanian pero no encontró alternativa porque no quería fastidiar los proyectos del candidato Ruckauf. Y Ruckauf efectivamente le ganó la gobernación a Graciela Fernández Meijide gracias a una hábil estrategia de corte de boletas combinada con el cavallismo y el ucedeísmo y a su propaganda de mano dura.
Lo cierto es que ayer Duhalde jugó fuerte y en sintonía otra vez con Kirchner. Tan fuerte como para bendecir a un político que, como Arslanian, no cuenta con la simpatía del aparato duhaldista, en parte sospechoso para el propio Arslanian de mezclar sus espacios de poder con negocios de recaudación ilegal en los que la policía brava funciona como socia o ejecutora.
Duhalde definió a Arslanian como “uno de los hombres más capaces en justicia y seguridad” y lo elogió por su “actitud patriótica”. “Me alegro profundamente”, dijo Hilda “Chiche” Duhalde.
Kirchner no habló, pero Solá dijo que “el Presidente está conforme con la designación de Arslanian”.
Con este nivel de consenso, lo que era una virtual intervención a la seguridad bonaerense se convirtió en un desembarco con triple apoyo: Kirchner, Duhalde y Solá. En contra quedará parte del aparato de la propia fuerza y una franja de los intendentes. De todos modos, para los jefes de los partidos del conurbano será difícil oponerse de manera abierta a un funcionario que llega tan respaldado. Podrían recurrir, naturalmente, a las operaciones sucias, pero cualquier operación se hace más difícil cuando el poder político cambia la tolerancia ante las bandas dentro del Estado por los límites contra esas mismas bandas.
Para Solá la continuidad de la crisis de inseguridad combinada con un vacío de ejecución era peligroso e iba camino a ser una síntesis explosiva capaz de tumbarlo. Para Kirchner, cada vez más cualquier cimbronazo en el Gran Buenos Aires era un peligro para su poder en proceso de construcción nacional. Y Duhalde, al menos por el momento, parece haber dejado de ser el primer duhaldista.
Arslanian, que en 1985 presidió la Cámara Federal que condenó a cinco comandantes de la dictadura, tiene además un fuerte peso propio en el peronismo, donde fue desde ministro de Justicia de Carlos Menem a ministro de Seguridad de Duhalde y, en los últimos tiempos, asesor de Kirchner en comisiones de reforma legislativa. Para un peronista es difícil decirle que no a un jefe cuando una crisis se torna amenazante. Y a dos jefes, más difícil aún.
Una alternativa en juego había sido su socio Alberto Beraldi, pero habría ido con el equipo de Arslanian pero sin poder propio. Arslanian asumirá el martes, en medio de anuncios nacionales sobre seguridad. Ya se tomó sus días de vacaciones de Semana Santa en Villa La Angostura, de donde llegó el lunes a la noche ensordecido por el avión y disipando las últimas dudas sobre su futuro inmediato.
Ayer, incluso sin su designación formal, marcó el campo en el que elegirá trabajar. Y lo hizo sin eufemismos. Conviene repasar sus declaraciones tema por tema, porque marcan un programa:
u Purgas: “Es necesaria cuando se precisa una política correctiva, pero no habrá purga por purga”. Arslanian, dijeron ayer sus allegados, nunca creyó que solo sacando de en medio comisarios corruptos basta para reformar la policía.
u Blumberg: “Sus apreciaciones (en contra de su designación) se basan en alguna información equivocada”.
u Reforma: “Continuaré con lo que empecé en 1998, o sea la profunda descentralización policial, una activa participación comunitaria y la lucha contra la corrupción”. Según Arslanian los foros de la comunidad, encargados del control, “restituirán la confianza de la población en su policía” y terminarán con la relación “entre policía y delito”.
u Jefatura: “Las leyes provinciales, en vigencia, no prevén que la policía tenga un jefe, y ése será el esquema”. (La primera medida de Carlos Ruckauf, su ministro de Justicia Jorge Casanovas y su ministro de Seguridad Aldo Rico fue reconstruir una jefatura centralizada bajo la forma disimulada de una superintendencia policial.)
u Leyes: “La ley penal tiene que ser justa y equilibrada. Estoy de acuerdo en incrementar las penas por ejemplo en el caso de portación y tenencia de armas”.
u Magia: “Las penas no disuaden, lo que disuade es la eficacia en la prevención del delito. A veces el aumento de penas es necesario, pero no la panacea”.
u Conurbano: El gobernador Solá dijo en la conferencia de prensa que su gobierno podría resignar partidas para crear un cuerpo especial del conurbano bonaerense. En noviembre del 2003, Arslanian dijo en un reportaje de Página/12: “Yo crearía una policía del conurbano desde cero, absolutamente nueva, con gente capacitada a partir de una academia especial, y seguiría reformando la policía existente con los lineamientos de 1998”. Ayer insistió en su idea. “Hay que generar un cuerpo especial para el conurbano”, dijo. “Sé que la Nación maneja algunas ideas, pero en caso de que el cuerpo sea independiente el gobernador está de acuerdo en coordinar tareas”, agregó. Así se refirió, sin usar todas las letras, a la idea bajo estudio de fundar una policía para la Capital Federal y el Gran Buenos Aires con jurisdicción para delitos complejos.
Rico sacó una conclusión de todo esto: “Arslanian quiere matar a la policía”. Y Ruckauf, que junto a Casanovas sueña con disipar la antipatía pública que despierta desde su fuga de la provincia en el 2001 mediante el intento de copar el dolor por Axel Blumberg, dijo que “no hay margen para hacer cosas distintas de las que el ciudadano común está pidiendo”. Una buena manera de camuflarse para el contraataque.