DISCOS › LA MUSICA BRASILEÑA SEGUN EL CELLISTA YO-YO MA
Las inquietudes de un clásico
En Obrigado Brazil, el músico estadounidense de origen chino evita caer en los clishés del crossover y concreta un disco notable.
Por Diego Fischerman
Si la excepcionalidad fue siempre un dato significativo para el valor de un objeto, los medios masivos de comunicación y la industria del entretenimiento trajeron aparejada una novedad: lo excepcional en sí mismo. Lo que empezó a comerciarse fue la idea del evento único, de lo irrepetible, de lo inusitado. Ya no se trataba del cantante único entre los cantantes, por ejemplo, sino de aquel que, por única vez, saltaría a la garrocha o dictaría una conferencia acerca del amor cortés en el siglo XIII. Un rubro privilegiado dentro de este nuevo campo fue el llamado crossover: tenores líricos cantando rancheras, pianistas clásicos arremetiendo contra Bill Evans o contra Salgán o, por qué no, Pappo haciendo las Partitas para violín solo de Bach.
Hay, desde ya, un público para estos engendros. Gente que no iría a escuchar a Martha Argerich tocando Schumann o a Charly García haciendo su música, pero sí a ambos en sus papeles de deslucidos acompañantes de Mercedes Sosa. Y, también, hay un público que ha aprendido a desconfiar y que huye allí donde ve el riesgo de dudosas operaciones de marketing conducentes a que alguien haga lo que no sabe –para vender más que cuando hace lo que sabe–. Un disco del extraordinario cellista Yo-Yo Ma llamado Obrigado Brazil y, más aún, ganador del último Grammy en su categoría, tiene, por lo tanto, todas las chances de ser comprado por el público equivocado y dejado de lado por quienes más podrían disfrutarlo. Porque éste es un disco memorable. Y si Yo-Yo Ma no sabía tocar música brasileña antes de empezar a grabar, se ve que aprendió lo suficiente. Todo está muy bien. Aparecen los hermanos Sergio y Odair Assad, dos de los mejores guitarristas del mundo, tocando con Ma arreglos de obras de Villa-Lobos. Hay algunas piezas del compositor clásico Camargo Mozart Guarnieri, en arreglos del argentino Jorge Calandrelli e interpretadas junto al guitarrista Romero Lubambo y Paquito D’Rivera en clarinete. Hay un tema magnífico –que abre el disco– compuesto por César Camargo Mariano y tocado por él en piano y Yo-Yo Ma en cello. Pero, sobre todo, hay, ya cerca del final, algo único: Bodas de prata & Quatro cantos, de Egberto Gismonti y con él como pianista. Ese dúo, de casi diez minutos, es excepcional en un sentido que nada tiene que ver con el crossover. La razón es sencilla. Ambos músicos tocan lo mismo: una pieza de cámara que, a la manera de las de Villa-Lobos –o de algunos movimientos de Haydn o Schubert o de muchas de las obras para piano de Chopin–, trabaja con materiales de tradición popular.
Cuando Yo-Yo Ma grabó, hace casi una década música de Piazzolla, uno de los integrantes del grupo, el compositor y pianista Gerardo Gandini –que había tocado en el último sexteto del bandoneonista–, comentó que el cellista lograba sonar como uno más del grupo y que era el único caso que conocía (además de él, claro) de un músico clásico capaz de asimilar hasta ese punto un código distinto. Si se tiene en cuenta que, siendo ya el mejor cellista del mundo, Ma se fue a estudiar a Holanda con un instrumentista especializado en el barroco –Jaap Ter Linden– para perfeccionarse en ese repertorio, se puede tener una idea del nivel de seriedad con que encara sus proyectos. Obrigado Brazil no sólo es un disco de música brasileña a secas, en el que no se oye fractura estilística alguna, sino que es un excelente disco de música brasileña.
El nivel de interpretación es superlativo, empezando por el propio Ma, que es capaz de trabajar el timbre de su instrumento de acuerdo con las necesidades de cada tema, de tocar con más, menos o ningún vibrato y de frasear con una delicadeza y perfección que jamás interfiere el impulso y la expresividad. Camargo Mariano, pianista y arreglador de Elis Regina (fue, además, su esposo) y de discos históricos como Elis & Tom, Lubambo, Paquito D’Rivera, los hermanos Assad, la cantante y guitarrista Rosa Passos, el guitarrista Oscar Castro Neves, el percusionista Cyro Baptista y, en algunas de las piezas clásicas, la pianista Kathryn Stott –habitualcompañera de ruta del cellista– tejen una trama en la que se dibuja con brillo la riqueza musical de Brasil. Y el disco tiene dos finales. Primero, Brasilerinho, con D’Rivera, Lubambo, los percusionistas Baptista, José de Faría y José Da Silva, el pianista Hélio Alves y Nilsson Matta en bajo. Después, un bonus track –por lo menos así se lo anuncia–. El cello y una guitarra hacen, en el comienzo, percusión. Después se introduce el tema, Salvador, y su compositor, Gismonti, ocupa el papel de acompañante hasta que es relevado por Ma y toma, entonces, una flauta indígena. Una verdadera joya.