ESPECTáCULOS › “PEDIR DEMASIADO”, DE GRISELDA GAMBARO

Sobre el fin del amor

La pieza, dirigida por Alicia Zanca y protagonizada por Ingrid Pelicori y Horacio Peña, pinta las luces y sombras de una pareja que dialoga sobre las cenizas de su propio romance.

 Por Hilda Cabrera

Qué hacer cuando el amor se va, cuando el asombro de haber hallado a ese otro o esa otra que complementa se esfuma en una estampa del pasado que ya nunca será repasada en compañía. Esto sucede en Pedir demasiado, pieza teatral en la que dos personajes se trenzan en un diálogo sobre lo que al final queda. Una cena se constituye aquí en travesía de lo subterráneo de un hombre y una mujer que –se supone– han compartido otros vitales episodios. La autora de esta obra de diálogo vivaz y sin remiendos es la novelista y dramaturga Griselda Gambaro: ella pinta con luces y sombras la historia de Elena y Mario, personajes que, interpretados por Ingrid Pelicori y Horacio Peña, ocuparán a partir del estreno de este viernes la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Dirige la actriz Alicia Zanca, volcada desde hace tiempo a la dirección. Ejemplo de ello son sus puestas de El zoo de cristal y Romeo y Julieta, actualmente en cartelera. Completan el equipo Jorge Ferrari (escenografía y vestuario), Gonzalo Cordova (iluminación), Ernesto Jodos (música) y Virginia Lombardo (asistencia técnica).
En diálogo con Página/12, Pelicori y Peña recuerdan algunas puestas en las que actuaron juntos, como Decadencia, de Steven Berkoff, Polvo eres, de Harold Pinter, y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca, conducidas todas por Rubén Szuchmacher. “En Pedir demasiado, Alicia nos pidió profundizar en las emociones –puntualiza Pelicori–, en lo complejo y contradictorio de los sentimientos de quien ha dejado de amar y de quien ya no es amado. En los dos casos hay algo de irreversible, y ése, creo, es el punto en el que coinciden.”
Horacio Peña: –A ese punto lo llamaría ruptura, que es siempre dolorosa. En esta obra el conflicto se produce entre seres enfrentados y al mismo tiempo unidos por una sensación de pérdida, de la cual no pueden despegarse.
–¿Un intento por negar el presente?
H. P.: –Como muchos de nosotros, Mario construye “una rutina de seguridad” allí donde cree que puede ser feliz. Por eso, cuando es abandonado, siente un gran vacío. Ese abismo le produce miedo. No ocurre lo mismo con Elena, enamorada de otro.
Ingrid Pelicori: –Ella tampoco puede hacer demasiado: dar afecto, quizás, ofrecerle amistad... Lo misterioso del amor y el desamor es que tanto uno como otro son inapelables.
–¿Ese carácter terminante revaloriza el sentimiento amoroso?
I. P.: –Sugiere una movilidad que descoloca y una ambigüedad que atrae. En esta obra, el público va a ir descubriendo de a poco la relación entre Mario y Elena. No importa si esta relación es transparente o no: lo interesante es la madurez con que Griselda retrata las emociones, envolventes como una espiral. La situación que plantea es de indefensión ante momentos que, como el abandono y la muerte, son terriblemente desdichados.
H. P.: –En la espiral que recorre Mario va también un pedido de ayuda. “Pedir demasiado” es, justamente, pedir a quien abandona que ponga voluntad y “ganas”: que se deje retener.
–En la obra se juega con el vos y el usted para acercar y distanciar a los personajes. ¿Cómo manejaron esa alternancia?
H. P.: –Guiados por Alicia, nuestro propósito fue darle carnalidad y “volumen” a una historia que se escapa, que está contada de modo sintético y que el espectador tendrá que descubrir por sí mismo.
I. P.: –Lo que se dice es en gran parte “reverberación” del pasado. Por eso, las reacciones de los personajes no están ligadas directamente a lo que ocurre en el presente, sino a otras experiencias, lejanas y vividas en profundidad.
–¿Qué opinan del pedido de comprensión del “abandonado”?
H. P.: –Es inútil pedir que se lo comprenda en todo. Uno puede vivir treinta o cuarenta años con una persona y no entenderla nunca cabalmente. Siempre existirá una zona misteriosa que la convivencia no podrá develar. Lo único que puede lograr aquel que ama es “saltar esa zona” y confiar. La falta de confianza es otro punto de tensión entre Elena y Mario.
I. P.: –No es posible “ser uno en el otro”, y ellos, que parecen haber experimentado todas las contradicciones del sentimiento amoroso, lo demuestran.
–¿El hecho de haber interpretado juntos otras historias de parejas les facilitó el trabajo?
H. P.: –Digamos que jugó a nuestro favor. Sabemos bastante de cada uno y compartimos criterios semejantes respecto del teatro y de la actuación, donde intentamos no repetirnos. Compusimos parejas en varias de las obras en que nos dirigió Rubén Szuchmacher, aspirando siempre a que se nos llevara a terrenos desconocidos para evitar el achanchamiento. Personalmente, busco “pelearme” con las dificultades que se me presentan y realizar un trabajo distinto cada día.
I. P.: –Pero no distinto porque sí, sino porque lo pide la obra. Creo que hay que aprender a “escuchar” los textos y respetarlos. Griselda asistió a algunos ensayos y se mostró contenta. Es que Alicia captó la obra: supo que no debíamos ser “literales” sino dar idea de que aquello que se está contando ocurre, y muy cerca del público.

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Pelicori y Peña han trabajado juntos en varias puestas teatrales.
 
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