DISCOS › “ARGENTINA SORGO FILMS PRESENTA: SPINETTA. OBRAS EN VIVO”
Algo bueno ocurrió en diciembre
En las agitadas jornadas que siguieron a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, uno de los grandes artistas de la historia del rock argentino grabó un CD en vivo, que acaba de aparecer, con el retraso que casi todo tiene hoy.
Ya nada era igual, en una Argentina incendiada: Fernando de la Rúa acababa de huir del gobierno, los barones del peronismo se reían como Patán, y ser joven se había convertido otra vez en peligroso, en calles saturadas de violencia. Han pasado menos de ocho meses de esa debacle, que por un lado resulta infinitamente lejana y por otro se corporiza de tanto en tanto, sus fantasmas acechando la memoria. En aquel marco desquiciado, el de un país que se devoraba presidentes, ahorros y futuros, Luis Alberto Spinetta se empeñó en grabar un disco en vivo, como un modo indirecto de presentar en sociedad, en Capital Federal, los temas de Silver sorgo, el registro número 32 de su carrera. El fruto de ese empeño empezó a ser distribuido ayer en las disquerías argentinas, más vale tarde que nunca, en lo que queda del país que antes era. El título del trabajo parece remitir a las películas argentinas de antaño: “Argentina Sorgo Films presenta: Spinetta. Obras en vivo”. La broma “Argentina Sorgo Films” suena, también, a “Argentina sonó al film”.
Spinetta, que sólo había grabado dos discos en vivo en 32 años de trayectoria –uno para testimoniar el retorno de Almendra en 1980, otro en Miami, resultado de su unplugged para MTV– eligió para aquella noche que ahora es historia un repertorio en buena parte nostálgico, poblado de canciones que sólo por ser pretéritas parecen remitir a tiempos mejores, por las trampas del inconsciente, ante todo. Sin embargo, no se privó de un estreno, “Sagrado tesoro”, y de un homenaje teñido de melancolía, “Don’t Bohher Me”, una canción del beatle George Harrison, que había muerto al comenzar diciembre. El tema, que obviamente Spinetta cantó en inglés, llena la banda 3 del CD de resonancias plurales: todo se resignifica cuando el abordaje de una canción se hace en un marco de dolor. Para los que conocen su obra es extraño, y por eso excepcional, que este artista del rock conceda a la gente versiones del repertorio anglosajón, pese a que una vez coqueteó con cantar en inglés y hasta grabó un disco en Estados Unidos, con sus letras traducidas. No hay nada más Spinetta que no haber elegido uno de los éxitos del beatle, optando en cambio por una canción desempolvada.
El ex líder de Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y Jade ha sido desde casi siempre un artista destinado al culto, tanto por su originalidad como por su falta de concesiones mayores al mercado. Spinetta ha ido al contrario de las modas, salvo en la época del jazz rock, y ha preferido el prestigio al éxito, como si hubiese algo suyo dispuesto a dinamitar el mundo cada vez que el mundo lo ovaciona. De esa actitud, surgieron sus fanáticos históricos, una pléyade de melómanos que lo consideran un elegido del arte, un rockero que no transa, como el resto. Sin embargo, nadie ha luchado más contra el spinettismo que Spinetta, que una y otra vez ha dicho, con palabras y actitudes, que no es el líder de una secta, sino un artista autocrítico. El spinettismo sería, en todo caso, la tozudez de su búsqueda, su apuesta a encontrar una y otra vez horizontes diferentes, sin moverse demasiado de un mundo tan lleno de limitaciones, contradicciones, farsantes, mercaderes y fronteras como el del rock argentino. Que busca y busca no significa que no encuentra: su obra está repleta de canciones que abolieron el tiempo, de pasajes de belleza que influenciaron y siguen influenciando a docenas de músicos. La vastedad de ese mundo, el mundo de L.A.S., es uno de los resultados que regala este CD. Basta escuchar la insondable belleza de “Mi sueño de hoy”, un tema perdido de su doble con Los Socios del Desierto, para adquirir conciencia de la estatura lírica de su creador. Lo mismo pasa con “Perdido en ti”, auténtica piedra preciosa.
Es conocida la anécdota de que Spinetta armó Pescado Rabioso como power trío, influido por el Led Zeppelin inicial, como una respuesta a una secta de reventados que hacían rock duro y lo cargaba por Heidi en sus años de Almendra. Y que, agotada esa etapa, fundó Invisible para demostrar(demostrarse) que era bastante más que el autor de “Rutas argentinas”, “Me gusta ese tajo” y “Nena boba”. Ese vaivén es, también su obra, un deambular entre posibilidad estéticas casi enfrentadas en que late, en el ancho medio la cruza entre el carácter poético de la mayoría de las letras y una intuición extraordinaria para musicalizarlas. El talento –ya se sabe un 10 por ciento de inspiración y un 90 por ciento de trabajo– melódico de Spinetta es una de las marcas en el orillo de eso que, en general, podría denominarse su estética. No hay que dejar de admitir que hay gente que no entiende a Spinetta, o se aburre con él. A esa gente le cabe bien un consejo del profesor Jorge Luis Borges a un estudiante que le contó que le parecía tedioso leer a Shakespeare. “Déjelo de inmediato: no ha sido escrito para usted”, le recomendó.
Este hombre a punto de convertirse por tercera vez en abuelo es, por otra parte, un músico generoso, que ha sabido rodearse de intérpretes importantes e interesantes, que en general lo admiran, para convertirlos en parte central de sus proyectos. Claudio Cardone y Mono Fontana, tecladistas, Javier Malosetti, bajista y Daniel Wirtz, baterista, fueron sus puntales en este show con olor a terminal, en el que no faltaron sus hijos Dante y Valentino, que lo acompañan en la versión deformada, y al final rappeada de “Ana no duerme”. Este tema, original de Almendra, tiene desde siempre un aura familiar: fue escrito por un adolescente en tributo a su hermana Ana, que no dormía, aterrorizada por los fantasmas de su mente y rodeada de una realidad argentina que, también entonces, olía a sangre, sudor y lágrimas. Eran los finales de los 60, y aquel adolescente no estaba en condiciones ni de presentir que un día su apellido significaría una marca indeleble para la música argentina que se niega a bajar de nivel para ser más accesible y, al tiempo, tiene una intensa capacidad de vibrar con su época. Un día toda la desolación de diciembre y después será un mal truco de la memoria y las canciones de Spinetta continuarán escuchándose, aquí, allá, en todas partes.