DISCOS
“Para nosotros la cumbia es arte”
El grupo Karamelo Santo publicó “Los Guachos”, con Manu Chao de invitado
Por Javier Aguirre
Radicada desde hace cinco años en La Boca, la banda mendocina Karamelo Santo presentó su nuevo material en Europa antes que en la Argentina. Fieles a su espíritu viajero y a su costumbre de inversión permanente en la música, los mendocinos convirtieron la invitación especial que habían recibido para participar en un festival (el Garonne, en Toulouse) en una mini gira europea por Francia, Alemania, Austria y Dinamarca. “En realidad, fuimos un poco los colados del festival –murmura Goy, cantante del grupo–, ya que había grossos como Luis Alberto Spinetta o León Gieco. Pero nosotros somos bastante conocidos allá a través de radios alternativas y por ambientes piratas, y terminamos tocando para 12 mil personas.”
La experiencia europea les sirvió como banco de pruebas de lujo para lo que se viene, la presentación –el martes 13, en La Trastienda– de su flamante tercer disco, Los Guachos, en el que fusionan con calidez y sutileza elementos de rock, cumbia, reggae, cueca, hip hop, rumba y muchos otros géneros. El álbum fue grabado durante intensos meses (en el medio abandonaron varios productores y hasta falleció el trompetista del grupo, Silvio Espilocín), en la propia casa que comparten los integrantes del grupo, y por la que pasaron –como visitantes/huéspedes y, por extensión, como músicos invitados en el CD– Manu Chao y Tonino Carotone, además de un sinfín de artistas under.
–¿Cómo los recibió el público europeo?
–Muy bien. Allá tienen una gran fascinación por la cumbia, para ellos es un ritmo totalmente nuevo. Nos preguntaban: “¿Qué es eso, cómo se toca?”. Es que nuestra música tiene al menos un 30 por ciento de ingredientes de folklore andino, y nosotros sentimos que estábamos exportándolo, a diferencia de muchos grupos de rock que importan ritmos de otros lugares. Nosotros escuchamos cumbia desde chiquitos, como todo el que crece en la línea andina, desde Colombia o Bolivia hasta Mendoza. Acá en Buenos Aires la gente tiene una actitud boluda hacia la cumbia.
–¿Se refiere a un malentendido de la cumbia como género?
–Casi es un problema político. La gente decanta ciertas fobias generadas por la situación del país, el choreo, la miseria y los diez años de menemismo, y el chivo expiatorio social es la gente que está en torno de la cumbia, sobre todo de la cumbia villera. Ese prejuicio también está en el rock. Nosotros hacemos cumbia como arte, mientras que muchos grupos de rock hacen cumbia pero jugando a que son bizarros, como Kapanga o la Bersuit, a quienes respetamos mucho. No compartimos esa mirada humorística y bizarra de la cumbia. Así como Bob Marley logró que el reggae fuera considerado arte, como Santana hizo que la salsa en el rock fuera arte, nosotros, si tocamos cumbia, lo hacemos con sinceridad. Es arte. Por eso me molesta que un rockero diga: “La cumbia es una mierda” (alude a la célebre frase de Cristian Aldana, de El Otro Yo), porque reproduce la actitud fascista que alguna vez tuvo, por ejemplo, el tango hacia el rock. Y no es que ahora vamos a hacernos amigos de Damas Gratis porque llenan el Luna Park. Nuestra relación con la cumbia no es silviasüllerizada, es muy anterior.
–¿Percibe en Los Guachos elementos tomados de sus cinco años vividos en La Boca?
–Nosotros ya teníamos elementos latinos muy fuertes antes de venir, pero nuestra vida aquí nos dio miradas de marginalidad muy fuertes, que no conocíamos en Mendoza. Allá hay villas, pero no ocurre como acá, que entrás a un galpón y te encontrás con una ciudad dividida por sábanas... Al lado de nuestra casa hay un conventillo en el que viven veinte familias. Y nuestra onda es cohesionar con eso. Pero no como líderes seudopolíticos, nos interesa más la parte social y musical que la política. No nos gusta que al rock latino se le exija combatividad,denuncia permanente. No sirve decirles a los pibes de diecisiete años: “Vayan y puteen a la policía, o maten a aquel”, porque les voy a cagar la vida. Y seguro que no voy a ir al juicio a defenderlo al pibe. Cuando era chico, me comí mucho discurso de músicos que venían con “aguante el Che Guevara”. Me comí el punk, a Sumo, al rastafarismo, a Los Violadores, y me gustaban. Pero ahora prefiero apoyar, estar en las asambleas o en los piquetes, pero no hacerme el loco. Si un rockero dice: “Maten a tal persona”, no le creo. Que lo haga él y yo voy y le compro todos los discos, lo juro. Por suerte en la Argentina también hay bandas nuevas de rock latino que lo entienden, que están bien enfocadas. Pibes de veinte años como Sancamaleón, Andando Descalzo, Carmina Burana o La Zurda.
–¿Siente la participación de Manu Chao en el disco como un aval, como un empujoncito internacional?
–Todo lo que Manu hizo por nosotros lo hizo como amigo, sabía que nos estaba tocando con una varita mágica. A él le gusta que cada paso que da, le sirva a alguien. Yo creo que es una especie de Lennon, un tipo que tocó muchas cosas y tuvo que llegar a tener cuarenta años para hacer las mejores canciones de su vida. Manu hace muy buenas canciones y muy simples, y siempre quiere ayudar a los amigos. Con nosotros, después de su último show en Obras, estaba cansadísimo y en lugar de irse a una fiesta o de llevarse a la mejor puta de Recoleta, se fue a dormir temprano porque al día siguiente, a las diez de la mañana, quería venir a casa a grabar. Cuando nos tocó el timbre, todos nosotros todavía estábamos durmiendo.