Martes, 24 de noviembre de 2009 | Hoy
ECONOMíA › LA DESOCUPACIóN TREPó A 9,1 POR CIENTO EN EL TERCER TRIMESTRE, SEGúN EL INDEC
Hay 162 mil desempleados más que hace un año, lo que eleva la cifra total por encima del millón. Si a este grupo se le suman los subocupados, la cantidad de personas con problemas de empleo llega a 2,2 millones.
Por Fernando Krakowiak
La crisis económica se hace sentir en el mercado laboral. La tasa de desocupación subió en el tercer trimestre a 9,1 por ciento, 1,3 punto porcentual más que en el mismo período de 2008, según informó ayer el Indec. Eso significa que en los 31 centros urbanos donde se realiza la Encuesta Permanente de Hogares hay 162 mil desempleados más que hace un año, elevando la cifra total apenas por encima del millón. Si a este grupo se le suman los subocupados –aquellos que trabajan menos de 35 horas semanales y desean trabajar más–, la cantidad de personas con problemas de empleo llega a 2,2 millones.
El incremento de la desocupación se explica por la destrucción de puestos de trabajo, reflejado en la caída interanual de la tasa de empleo (de 42,1 a 41,9 por ciento), y porque hay más personas que pugnan por entrar al mercado laboral, dato que se expresa en el incremento de la tasa de actividad (de 45,7 a 46,1 por ciento). La pérdida neta de puestos de trabajo no sorprende en un contexto donde, por ejemplo, la construcción y la industria manufacturera se contrajeron fuerte, aunque en el Gobierno señalaron a Página/12 que un porcentaje de los nuevos desocupados son personas que suelen vivir de changas y como las consiguen de manera cada vez más espaciada empiezan a figurar en la encuesta como desempleados.
Más difícil es determinar las causas que llevaron a un incremento de la tasa de actividad. Por lo general, en contextos de crisis suele predominar el desaliento y muchos desocupados dejan de ser considerados de ese modo sólo porque abandonan la búsqueda de empleo y pasan a ser inactivos, pero en este caso ocurrió lo contrario. Lo más factible es que la caída de los ingresos familiares, provocados por la inflación, baja de salarios y/o recortes de horas extras, hayan forzado a miembros de las familias, hasta entonces inactivos, a salir a buscar trabajo, aunque intuyan que la situación es difícil. Eso es lo que sucedió, por ejemplo, en la segunda mitad de la década del 90 cuando muchas mujeres intentaron sumarse al mercado laboral para tratar de compensar la pérdida del poder adquisitivo que tenía el salario del jefe de familia.
A diferencia de años anteriores, la incidencia del Plan Jefas y Jefes ya no resulta tan significativa en la variación del desempleo. En el comunicado del Indec distribuido ayer se informa que si todos los beneficiarios de ese plan social fueran considerados desocupados la tasa subiría sólo del 9,1 al 9,2 por ciento.
La cantidad de subocupados también aumentó fuerte en el tercer trimestre al pasar de 9,2 a 10,6 por ciento en la comparación interanual. En números absolutos el incremento fue de 1 a 1,2 millón de personas. La variación se explica fundamentalmente por la suba de la subocupación demandante, donde se incluye a aquellos que desearían trabajar más horas (de 6,3 a 7,3 por ciento), pues la subocupación no demandante trepó de 2,9 a 3,2 por ciento. En este caso, la causa pareciera ser la misma que explica el aumento de la tasa de actividad: el deseo de compensar la caída real de ingresos.
Las 2,2 millones de personas que tienen problemas para insertarse en el mercado laboral muestran un escenario social alarmante, pero la situación podría haber sido aún peor en el contexto actual de crisis económica mundial. De hecho, el Gobierno implementó una batería de medidas desde fines del año pasado para tratar de que se mantenga el nivel de actividad en los sectores que emplean el mayor número de trabajadores. Entre las iniciativas oficiales se incluyó el freno a las importaciones a través de la ampliación de las licencias no automáticas, la expansión del crédito público a industrias e incentivos para mantener el consumo privado de electrodomésticos y automóviles, entre otros productos. Incluso el Estado llegó a hacerse cargo de una parte del salario de 150 mil trabajadores, fundamentalmente de pequeñas y medianas empresas, a través del Programa de Recuperación Productiva, para evitar despidos.
Ese esfuerzo fiscal no sirvió para frenar el desempleo, pero al menos evitó que se disparara al mismo ritmo que otros países que fueron afectados por la crisis. En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de desocupación trepó entre diciembre y octubre de 4,9 a 10,2 por ciento, la más alta en veintiséis años, habiéndose perdido 8,2 millones de puestos de trabajo en ese período, lo que elevó el número total de desempleados a 15,7 millones. Además, si se considera a los subocupados la situación es aún peor porque las personas con problemas de empleo llegan al 17,5 por ciento. En Europa el desempleo afecta a casi del 10 por ciento de la población activa, lo que representa el nivel más alto desde 1999. España encabeza al ranking con una escalada que fue del 11,8 al 18,9 por ciento en poco más de un año, pero en Francia ya se ubica en 9,8 por ciento y en Alemania está por encima del 7 por ciento.
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