Lunes, 19 de abril de 2010 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LA ECONOMíA POLíTICA Y SU ENSEñANZA
Las crisis económicas suelen favorecer el resurgimiento de debates olvidados, en la medida en que hacen recordar la necesidad de analizar los problemas de modo distinto. Los autores reivindican el estudio de la economía desde la economía política y su diversidad de enfoques teóricos.
Producción: Tomás Lukin
Por Juan E. Santarcángelo *
La economía política surge como disciplina con la publicación de La riqueza de las naciones (Adam Smith, 1776). Esta obra tenía el objetivo de comprender las leyes que rigen la producción de mercancías y la acumulación de riquezas; y en modo más general, buscaba entender las relaciones sociales de producción. Con este objeto, el estudio de la economía se realizaba a través del análisis de una sociedad dividida en clases sociales, donde la producción de mercancías se realizaba con el objetivo central de obtener ganancias y donde el capitalismo era entendido como un sistema de producción social.
Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la economía sufrió una importante transformación con el surgimiento del marginalismo. Este enfoque, que ha evolucionado hasta nuestros días bajo el nombre de teoría neoclásica, abandonó los problemas que ocupaban a la economía política y redefinió su objeto de estudio. Para esta teoría, el objetivo central del estudio económico se centra en explicar cómo la sociedad debe asignar eficientemente los recursos escasos, en mercados atomizados, y que funcionan bajo competencia perfecta. Como consecuencia de este cambio, los problemas económicos dejaron de estar vinculados con la producción, acumulación y distribución del excedente entre clases sociales; para pasar a abocarse al estudio de problemáticas individuales centradas en la preferencia de los agentes y en la maximización de las utilidades.
Uno de los elementos más dramáticos de esta evolución es que, a pesar del surgimiento de nuevas y diversas teorías económicas (como las teorías keynesiana, kaleckiana, poskeynesiana y estructuralista, entre otras) así como de la recuperación de las tradiciones originales vinculadas con la economía política (Smith, Ricardo y su crítico Marx); la mayoría de los debates de esta disciplina han girado en torno de los ejes planteados por la economía neoclásica. Esta corriente desde la finalización de la edad de oro del capitalismo, ha progresivamente incrementado su predominio hasta llegar a erigirse en nuestros días en casi la única teoría económica enseñada en las universidades del mundo.
El problema de esta situación no sólo es que la economía se enseña como si existiera una “única verdad” sino que su enseñanza actual presenta enormes debilidades en tanto modifica sustantivamente los ejes de estudio y la aproximación a los mismos. En nuestro país, la enseñanza de la economía en los ámbitos universitarios, salvo contadas excepciones como la Licenciatura en Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), no suele proponer un estudio disciplinario que contemple estos matices, lo que irremediablemente conlleva a que se profundice el estudio de las perspectivas hegemónicas y a que queden marginadas cuestiones centrales del funcionamiento del sistema capitalista.
El capitalismo es un sistema de producción complejo y su naturaleza contradictoria favorece que el diagnóstico sobre sus problemas y políticas a adoptar sigan siendo materias de debate. No es lo mismo analizar el proceso de internacionalización del capital a escala mundial en el marco de la globalización, que supone cierta similitud entre los países, que hacerlo desde las perspectivas de imperialismo o centro-periferia, donde claramente el lugar que ocupan y el poder que tienen los países es diferente.
Las épocas de profundas crisis económicas como las que estamos atravesando suelen favorecer el resurgimiento de debates económicos olvidados, en la medida en que nos hacen recordar la imperiosa necesidad de estudiar los problemas existentes de modo distinto. Esto sucedió en la crisis del treinta, en la estanflación de los años setenta y nuevamente está sucediendo con la crisis financiera internacional.
En este contexto, cobra crucial importancia el estudio de la economía desde la economía política y su diversidad de enfoques teóricos. Este abordaje no sólo nos enseña los diferentes modos de pensar y abordar los problemas económicos, sino que evidencia explícitamente cuáles son los problemas que discutimos y cuáles los que ignoramos. Solamente esta evaluación nos permitirá entender la verdadera raíz de los dilemas económicos; y lo que es más importante aún, sus soluciones.
* Investigador-docente de la UNGS.
Por Mariano de Miguel *
Luigi Pasinetti, economista de la Universidad Católica de Milán, se preguntaba en 2003 si hacía falta para el análisis económico definir un agente económico como punto de partida. La respuesta era afirmativa para la mayoría de los defensores de la ortodoxia económica. En dirección opuesta, él argumentaba que podía realizarse un poco de teoría económica pura sin preocuparse del comportamiento específico del agente económico. Así, la conceptualización de este agente resultaría necesaria sólo en un estadio ulterior para lograr lo que él denomina un análisis económico exhaustivo.
Una de las ventajas evidentes de esta postura se basa en que abre las puertas de la investigación económica a las contribuciones de las otras ciencias sociales; concibiendo al agente económico como producto de un devenir social que debe explicarse más que suponerse, por contraposición al modo característico del dogma económico prevaleciente.
Pasinetti distingue al economista italiano Piero Sraffa como un ejemplo notable de economista heterodoxo que encaja perfecto en la concepción que propone. Este enfoque macro en lugar de micro-fundado, era un bocado difícil de digerir para aquellos tiempos de la academia económica, y lo es para los actuales. Sraffa también fue un bocado difícil, más bien imposible de digerir para la corriente fundamental de la disciplina. En 1960 publicó un libro, Producción de mercancías por medio de mercancías, que alteraba significativamente las coordenadas del análisis económico, tal como se producía y enseñaba en la mayoría de las más prestigiosas casas de estudio. Sin embargo, la respuesta no fue, en líneas generales y por término medio, el de una revisión de los programas y las materias vigentes, sino un recrudecimiento de la ortodoxia económica hasta nuestros días.
El catedrático marxista Gino Longo, constataba esta tendencia muchos años antes cuando comentaba en su original Manual de Economía Política: “El plan de estudios de las facultades de economía y comercio comprende, esencialmente, el estudio de un sistema de normas de comportamiento dentro de un determinado sistema económico que se considera como algo estable e inmutable, pero no plantea un método de investigación de una verdad desconocida o poco conocida. En el fondo, en esas facultades se trata simplemente de aprender las reglas del juego”. Los manuales de economía de uso ordinario se desprendían, y aún lo hacen, de esa situación; enseñan las reglas del juego, sin que en ningún momento sean puestas en entredicho. Por ello, los manuales son, por regla general, ortodoxos y conservadores.
El filósofo italiano Antonio Cabriola sostenía enfáticamente: “Estoy plenamente convencido de que hacemos un gran daño a la juventud cuando en lugar de introducirlos, mediante un procedimiento adecuado, en una determinada parcela de la realidad, a fin de que, observando, comparando y experimentando lleguen paulatinamente a las fórmulas, empezamos por utilizar estas últimas como si se tratasen de prototipos de las cosas que existen en realidad. La definición que sirva de punto de partida será una definición vacía, mientras que aquellas a la que se llegue genéticamente será una definición plena”. Lejos están los manuales actuales de la máxima gramsciana según la cual un verdadero manual de economía política debiera “constituir una síntesis y exposición de todo el cuerpo doctrinal de la economía crítica y no únicamente un resumen de determinadas obras, por muy fundamentales que sean”. Al mismo tiempo, que su modo de expresión “debería estar determinado por las fuentes literarias utilizadas, sino que debería nacer de las exigencias críticas y culturales de la actualidad a las cuales se pretende dar una solución científica y orgánica”.
Sin embargo, aquí y en otros países, se constituyen, con distinto grado de formalidad e institucionalidad, variados grupos de investigadores, analistas y docentes disconformes con la doctrina fundamental o con las prácticas generalmente admitidas. Según mi parecer, la virtud mayor de estos grupos (que ya trabajan en redefiniciones, y transformaciones incluso, de programas enteros de materias nodales de la disciplina económica enseñada en las facultades respectivas) radica en no darse jamás el lujo de la soberbia propia de la visión única, al tiempo que establecen la aceptación de la diversidad como norma de comportamiento.
Lo anterior no quiere decir que se presente fácil la tarea para el espíritu heterodoxo, es cierto. Tan cierto como que la tarea científica transformadora exige “que el temor quede a un lado y toda flaqueza yazca muerta”, según recomendaba un revolucionario alemán atraído por el genio literario de Dante Alighieri y su Divina Comedia.
* Presidente de la Sociedad Internacional para el Desarrollo-Capítulo Buenos Aires.
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