Lunes, 5 de julio de 2010 | Hoy
ECONOMíA › ENTREVISTA A ALEJANDRO VANOLI, TITULAR DE LA COMISIóN NACIONAL DE VALORES
En diálogo con Página/12, el funcionario cuestiona las acciones que viene llevando adelante el G-20 y los organismos multilaterales para intentar superar la crisis internacional. “Siguen repletos de neoliberalismo”, aseguró.
Por Cristian Carrillo y Sebastián Premici
Durante la última reunión del G-20, que concluyó la semana pasada en Canadá, quedaron expuestas dos posiciones antagónicas: Estados Unidos y algunos países en desarrollo, como la Argentina, con la decisión de seguir impulsando políticas de estímulo de la economía y, por otro lado, la Unión Europea a favor de los recortes fiscales. Esto representó un cambio de estrategia de los países europeos, a partir del estallido en Grecia. En una entrevista con Página/12, el titular de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli, analiza la crisis europea, las nuevas (viejas) recetas del FMI y las posibles repercusiones en el Mercosur.
–¿Por qué surgieron posiciones tan antagónicas?
–En las reuniones de 2009 había un cierto consenso de que no era el momento oportuno para retirar los estímulos económicos. Pero durante el último encuentro quedó en evidencia un cambio de estrategia, producto de la fase griega de la crisis internacional, a la que se le sumaron varios países del sur europeo. Esto generó dificultades internas para Alemania y Francia, mucha resistencia política dentro de estos países por parte de algunos sectores que no estaban dispuestos a costear la crisis. La Unión Europea tiene asimetrías históricas muy fuertes y no cuenta con los instrumentos para generar una política europea, que exceda lo económico o monetario. Por eso creo que hay dos soluciones posibles: o se profundiza la integración o se rompe.
–Las recetas del FMI que ahora se están aplicando en la UE, ¿contribuyen a una solución o profundizan el conflicto?
–El argumento que tiene el FMI es bien conocido en Argentina. Hay que cortar el gasto público para generar una mayor confianza y, de esa manera, se captarán más inversores. Se cree que el sector privado compensará los recortes presupuestarios, tal cual se decía en la Argentina de los ’90. Para salir de la crisis hay que generar trabajo estable y confianza en el consumo. Las perspectivas en Europa son desalentadores, y eso tiene que ver con que hay dos fenómenos que no van a compensar el ajuste fiscal. El sector privado no logrará reemplazar la reducción del déficit público, sumado a que los mercados emergentes tampoco nivelarán el ajuste que hagan los países desarrollados, como cree el FMI.
–¿De alguna manera estarían presionando para que los países más débiles, como Grecia, salgan de la UE?
–Grecia fue el último en entrar al bloque, luego de que se maquillaran los números, lo que terminó por estallar este año. Sin embargo, ésta no es sólo una crisis de los helénicos, también están Portugal, España, Ucrania, Islandia y Hungría. Hay una combinación de factores que delinearon la crisis europea, la liberalización financiera que genera distorsiones, la burbuja especulativa, la venta de productos tóxicos. Está claro que en el seno de la UE existen problemas de información y regulación. Cuando los mercados se desregulan, los Estados pierden la posibilidad de supervisar sus economías. Por eso se insiste tanto en la necesidad de alcanzar una nueva arquitectura financiera internacional.
–También existe una fuerte presión sobre el euro. ¿Puede existir una UE donde cada país diseñe su propia política monetaria?
–En estos últimos veinte años predominó una mirada sobre la integración fiscalista y neoliberal. La primera consecuencia es la pérdida de instrumentos para que los países desarrollen una política cambiaria o monetaria. La solución pasa por plantear una mirada integradora, como lo fue la Europa social y productiva que existía hasta los años setenta. La Europa post Segunda Guerra Mundial tenía que ver con la posibilidad de generar una integración para compensar asimetrías.
–Estos cuestionamientos hacia la integración europea, ¿no generan un mal precedente para la integración del Mercosur?
–Durante los últimos años hubo una integración política de América latina, a partir de una serie de gobiernos de centroizquierda. Tanto desde el Mercosur como la Unasur –más desde este último bloque– se comenzó a pensar en una integración política, económica y social. Una realidad multifacética desde la infraestructura hasta la cultura. Sin embargo, lo cierto es que las necesidades de proteger los mercados internos complican los caminos de la integración. En todos los países del mundo existen mecanismos de protección del mercado interno, lo cual es algo lógico, teniendo en cuenta el contexto. Por más que se hable de integración, lo cierto es que cada país piensa en su propio interés. No hay ánimo en el G-20 ni en los organismos internacionales de apoyar una coordinación efectiva a nivel mundial de las políticas globales que se necesitan.
–¿Por qué?
–Porque los principales actores del sistema financiero, más la tecnocracia internacional, siguen repletos de neoliberalismo. Los mismos actores que están tratando de resolver la crisis son los que la crearon. Parece que cualquier atisbo de modificar la arquitectura financiera internacional es pura cosmética. Barack Obama tuvo que modificar fuertemente su iniciativa para que el Congreso aceptara tratarla. Y no está garantizado que el resto de los países del mundo impulsen algún tipo de reforma semejante.
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