Mientras el presidente de Brasil repitió ayer que tomará “las medidas que sean necesarias” para frenar el proceso de apreciación del real frente al dólar, los mercados financieros volvieron a los movimientos espasmódicos y especulativos que los caracteriza. Un día después de que Wall Street viviera su peor jornada en los últimos dos meses y todos los mercados de commodities se desplomaran, como reacción a un supuesto cambio de postura de la autoridad monetaria china, ayer todos ellos rebotaron y ofrecieron un espectáculo de euforia simultánea y contagiosa, olvidándose rápidamente del “cambio histórico” enunciado apenas 24 horas antes.

Luiz Inácio Lula da Silva prepara la artillería para la Cumbre del G-20, y la previa que tendrá lugar este fin de semana en el mismo escenario: Seúl. Frente al embate del FMI recomendando a los países latinoamericanos “menos intervención de las políticas públicas en los mercados cambiarios”, funcional a las necesidades de Estados Unidos de debilitar el dólar para exportar los costos de la crisis, el mandatario brasileño reafirmó su firme decisión de no renunciar a ningún instrumento. “Recomendé al ministro de Economía y al presidente del Banco Central que estén atentos las 24 horas para tomar medidas en el momento necesario”, confió.

Pero los mercados siguieron avanzando en otra sintonía. Olvidándose de la suba de tasas en China, los mercados privilegiaron la información sobre el escepticismo de la Reserva Federal de Estados Unidos y especularon con que inyectaría más dinero para alimentar la recuperación: un diagnóstico diferenciado en 180 grados al del día anterior, para justificar la baja del dólar, la suba de Wall Street (1,2 por ciento el Dow Jones), el petróleo (2,28 dólares) y hasta el Merval (3 por ciento) y los bonos de la deuda argentina.