Miércoles, 14 de septiembre de 2011 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Martín Granovsky
La cantaba Paco Ibáñez. ¿Se acuerdan? Un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. El mundo al revés que soñaba el poeta José Agustín Goytisolo tal vez exista. El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega (foto), anunció que el grupo Brics se reunirá la semana que viene en Washington para discutir las formas de ayudar a Europa. La rutina de la crisis mundial quita sorpresa. Cuidado con la rutina:
- Brics es la sigla de nuestro vecino Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Hace diez años, Jim O’Neill, de Goldman Sachs, descubrió que había una segunda línea detrás de los más ricos y la llamó Bric. Sudáfrica, país clave del continente que faltaba, es una incorporación reciente.
- Washington no es la capital de ninguna de las cinco naciones, sino de los Estados Unidos. Los representantes de los cinco Brics estarían, entonces, de visita. O no tanto. Washington es, también, la sede del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
- Como hecho en sí mismo, hablar de una ayuda a Europa supone una preocupación. Los Brics temen que la caída europea y el estancamiento norteamericano (ayer fue divulgada la cifra de 15 por ciento de pobres, o sea 46 millones de personas, verificada en 2010) provoquen una etapa de contracción mundial que perjudique también a Sudamérica, Asia y Africa.
- Como la Argentina sabe bien, no hay ayuda sin condiciones. Entre 1982 (crisis de la deuda externa) y 2001 (default) el Fondo ayudaba, si vale la palabra, a cambio de estrategias de transferencia de ingresos en favor de los más ricos y, luego, de desregulación de Estados y mercados.
- Esa ayuda del Fondo era parte de lo que el domingo último el investigador Alain Rouquié definió ante María Laura Santillán, por TN, como “financierización de la economía”.
- Los Brics podrían decir que si Europa acepta su ayuda, ellos no pondrán condiciones. Sería divertido que lo dijeran. Pero también falso. Las condiciones de un préstamo no son sólo una ideología, sino una derivación de la naturaleza de quien presta. Existen siempre. Con sus diferencias de régimen político, China y Brasil basan su política en el estímulo a la demanda interna y externa y no en la flexibilización laboral y la eternización de las pasantías, como acaba de resolverlo por ejemplo España. El ex presidente del gobierno español Felipe González (1982-1996) impulsa esas medidas, pero a la vez dijo ayer, amargamente, que los países de Europa “son como galgos que corren detrás de una liebre mecánica que nadie sabe quién mueve y que nunca logran alcanzar”. La amargura es porque Europa carecería de política común, pero sigue siendo, en conjunto, la principal economía del mundo.
Según el diario brasileño Valor, una de las ideas de los ministros de Economía o Hacienda y los presidentes de los bancos centrales apuntaría a que los cinco Brics aumentaran el porcentaje de sus reservas en títulos denominados en euros. Un modo de desa-fiar al dólar. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, suele quejarse de que la guerra cambiaria mundial impulsada por los Estados Unidos obliga al resto de los países a almacenar reservas en un dólar cuyo valor se fija en Washington.
Dilma aprovechó ayer para darle una vuelta de tuerca a la propuesta de Mantega. En Aracatuba, San Pablo, donde firmó convenios de ayuda financiera para fortalecer hidrovías de transporte de granos, dijo saber que “la mejor forma de resistir la crisis en Brasil es continuar consumiendo, produciendo, invirtiendo en infraestructura, plantando y cosechando, asegurando nuestras industrias y su componente nacional”.
Sobre los países europeos fue menos poética que Felipe y sus galgos. “Mientras ellos discuten qué sucede con la crisis de la deuda de sus bancos, aquí nosotros gastamos nuestro dinero en asociaciones público-privadas, en sociedades entre el gobierno federal y el estadual, con el fin de crear desarrollo, empleo e ingresos para el país”, dijo.
De acuerdo con cifras del semanario inglés The Economist, las economías de la Unión Europea representan un poco menos del 24 por ciento de la economía global. Los Brics, el 21 por ciento. Pero los europeos tienen el 32 por ciento de los votos en el FMI y los Brics sólo el 11 por ciento.
Desafiar al dólar y a Europa sin apostar a su quiebra, y hacer pie de otro modo en el Fondo, es lo que está detrás de la oferta de ayuda lanzada por Mantega en su papel de Paco Ibáñez.
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