Lunes, 12 de diciembre de 2011 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: EL REGRESO A LOS MERCADOS FINANCIEROS
Frente a la desaceleración del superávit comercial prevista para este año, sumada a una tendencia a la fuga de capitales, existe una clara presión de parte de economistas del establishment para que la Argentina vuelva a tomar deuda. Cuáles son las alternativas para evitar ese camino.
Producción: Tomás Lukin
Por Andrés Asiain *
Independencia económica, soberanía política y justicia social no son un slogan político. Las tres banderas nacidas al calor de la lucha contra los gobiernos de la década infame son una receta precisa para que la democracia política se imponga al poder económico internacional. Su aplicación excede el ámbito local, como lo demuestra hoy en día la triste realidad de un continente europeo gobernado por Goldman Sachs. También permiten interpretar los acontecimientos centrales de nuestra historia reciente y los desafíos que se nos presentan.
Las políticas transformadoras que, de 2003 a la fecha, permiten vislumbrar un amanecer soleado luego de décadas de tormenta neoliberal, son fruto tanto de un liderazgo político con vocación de cambio como de una rasgadura en las telarañas del poder financiero internacional. El estallido de la convertibilidad con sus dramáticas consecuencias socioeconómicas terminó con el poder intimidatorio de los financistas por la simple razón de que lo peor ya había sucedido. La cesación de pagos de la deuda junto a la brutal caída de las importaciones que acompañó el derrumbe de la actividad económica, permitieron utilizar el ingreso de dólares por la cuenta comercial para estabilizar el mercado cambiario sin necesidad de recurrir al financiamiento externo.
De ahí en más, la renegociación y quita sobre la deuda junto a una buena dinámica exportadora permitieron sostener una acumulación de reservas con desendeudamiento externo que fue la base sobre la que se construyó la nueva política. Sin esa conquista de independencia económica frente al poder de los mercados, no se podría haber virado hacia una cierta protección a la industria luego de décadas de aperturismo, la creación de empleo y fortalecimiento de la capacidad negociadora de los trabajadores en lugar de flexibilizaciones y tasas de desempleo de dos dígitos, la ampliación e incrementos en las asignaciones y jubilaciones en lugar de ajustes y saqueos de fondos jubilatorios por las AFJP, una apuesta a la unidad latinoamericana que refuerce nuestra soberanía en lugar de las relaciones carnales que derivaban en un nuevo estatuto del coloniaje llamado ALCA.
La independencia económica frente al poder de los mercados fue la base sobre la que se sustentó la política que reconstruyó gran parte del tejido social dañado por años de exclusión neoliberal. Son esas transformaciones las que permitieron pasar en 8 años del “que se vayan todos” al 54 por ciento de continuidad de un proyecto político con una creciente participación de la juventud. Preservar esa independencia es la única garantía de que la profundización del modelo se traduzca en la resolución de las deudas sociales que aún restan saldar, permitiendo consolidar una renovación generacional de la política. Es por ello que vale la pena resaltar los desafíos que enfrenta la economía nacional, así como alertar sobre los peligros de ciertos atajos de la política económica.
La autonomía financiera de nuestra economía se ve desafiada por elementos coyunturales y estructurales. Dentro de los primeros pueden señalarse las corridas cambiarias alentadas por ciertos sectores del establishment, apoyándose sobre delicados equilibrios de precios, costos y niveles del cambio. La combinación de controles cambiarios, alzas de tasas y leves depreciaciones parecen ser suficientes para despejar el panorama, al menos por el momento. Respecto de las cuestiones estructurales que no se solucionan con la varita mágica de una devaluación –como parecen creer ciertos analistas–, pueden señalarse los grandes agujeros de nuestra matriz productiva y la extranjerización empresarial.
Estas cuestiones estructurales generan límites a las políticas de expansión keynesianas, donde el círculo virtuoso de mayor consumo, inversión, empleo y producción se ve perforado tanto por las importaciones de insumos, maquinarias y bienes de consumo que acarrea, como por la remisión de ganancias al exterior por parte de las multinacionales que se ven beneficiadas por la expansión de sus ventas. Por esos grifos, la expansión económica genera una fuerte demanda de dólares que a nuestras ventas externas les es cada vez más difícil compensar.
Ante esta disyuntiva, hay quienes piensan en el atajo de volver a los mercados financieros internacionales. Ello permitiría refinanciar algunos vencimientos de deudas, y conseguir dólares frescos que permitan despejar la idea de una corrida cambiaria con el pretexto de financiar obras de infraestructura o políticas sociales (para las cuales podría recurrirse al financiamiento interno). Si bien estas medidas pueden justificarse en cierta coyuntura externa difícil, no pueden hacer olvidar los dilemas estructurales ya señalados. De lo contrario sólo se patearía el problema hacia adelante, con el peligro de despertar una mañana atrapados nuevamente en la telaraña imperial.
* CNE Arturo Jauretche y Cemop-Madres Plaza de Mayo.
Por Arturo H. Trinelli *
El modelo económico actual permitió revertir las oscilaciones del sector externo argentino características de toda su historia hasta el 2003, y que determinaban los ciclos de expansión o recesión de la economía. Casi siempre estos desequilibrios se resolvían vía endeudamiento externo, estrategia que ya todos sabemos a qué condujo y cómo terminó.
Los vencimientos de deuda para el año próximo son aproximadamente 6800 millones de dólares. El Presupuesto Nacional 2012 que presentó el Ejecutivo contempla la creación de un nuevo Fondo de Desendeudamiento, pero en el caso de que esto resulte insuficiente está previsto recurrir al crédito de distintos organismos del sector público, un hecho inédito para la historia económica del país, que muestra las diferentes alternativas de las que se disponen en la actualidad para evitar contraer deuda externa. Naturalmente, esto no es casual: hubo durante todos estos años una exitosa política de desendeudamiento que permitió sostener por primera vez ocho años consecutivos de superávit comercial a un promedio anual de 14.000 millones de dólares, y que éste no se dilapidara en el pago de servicios de deuda que apenas servían para oxigenar la economía en el corto plazo pero que comprometían seriamente el desarrollo futuro del país. Así, se mejoraron las cuentas externas, se incrementaron notablemente las reservas y se interrumpió al fin el endeudamiento crónico del Estado Nacional con los mercados financieros.
Frente a la desaceleración de ese superávit prevista para este año, sumado a una tendencia a la fuga de capitales, existe una clara presión de parte de economistas del establishment para que la Argentina acuerde con el Club de París y vuelva al crédito en los mercados financieros. Se sabe que lo que traba hoy la negociación entre las partes son los plazos de pago. El Gobierno pretende diferirlos al máximo teniendo en claro que una de las premisas más importantes de toda “deuda sana” es que su pago implique el menor costo posible para la economía.
En efecto, pues, el superávit primario se achicó en los primeros siete meses del año de 15.000 millones a 11.280 millones de pesos. Esto implicó que el superávit financiero registre un déficit de 2366 millones en el período enero-julio. Las propuestas ortodoxas para resolver el menor ingreso de divisas por desaceleración del superávit y fuga de capitales continúan promoviendo al endeudamiento como mecanismo de financiamiento, a pesar de que en la actualidad la aplicación de este mecanismo ponga en jaque a otros países de la Eurozona. Así, “moderación” del gasto público –lo que no significa otra cosa que ajustes– y endeudamiento externo aparecen como las soluciones más conducentes para quienes reclaman ser “confiables” a los mercados y evitar “el aislamiento” del mundo, que no es más que aislamiento al mundo de las finanzas y de los capitales especulativos.
Sin embargo, en la actualidad hay otras alternativas al endeudamiento para fomentar mayores divisas sin desatender los elevados niveles de inversión pública, que han sido uno de los grandes pilares de la recuperación argentina desde el 2003. Básicamente, porque hoy no existen las urgencias del pasado: Argentina ha consolidado en estos años un crecimiento económico con bases sólidas que no está en riesgo. El déficit en cuenta corriente del primer semestre no implica el desencadenamiento de una crisis, porque el nivel de deuda es bajo y las reservas, si bien menores que a comienzos de año, siguen siendo elevadas.
Por lo tanto, el equipo económico cuenta con otras posibilidades adicionales al endeudamiento para oxigenar la economía. En primer lugar, fortaleciendo el proceso sustitutivo que reduzca la dependencia externa de bienes intermedios y finales, facilitando de esta manera una mayor integración del tejido industrial que evite el déficit intrasectorial de algunos complejos exportadores muy dinámicos, como el automotriz. Por otro lado, poniendo en práctica mecanismos que aumenten la participación estatal en la captación de la renta entre sectores de extraordinaria expansión actual, como la minería, más allá de obligarlas a liquidar divisas localmente. Metales como el oro o el cobre han aumentado en forma exponencial su cotización internacional en los últimos años: de 640,50 dólares en el 2007 a los actuales 1731 dólares para el caso de la onza de oro, mientras que la tonelada de cobre pasó de 7595 a 8700 dólares. Por último, modificando las condiciones de remisión de utilidades de muchas transnacionales a sus casas matrices, que en el período 2007-2010 creció de 5241 millones a 7183 millones de dólares, exigiendo a estas empresas mayores niveles de inversión local.
En síntesis, hay numerosas alternativas para evitar nuevos procesos de endeudamiento que, aunque no sean de la magnitud del pasado, ya han probado ampliamente que sus resultados a largo plazo son, como mínimo, dudosos.
* Politólogo UBA-Integrante del Clicet.
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