Sábado, 24 de marzo de 2012 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por José Ignacio de Mendiguren *
La crisis a nivel global ha vuelto a poner sobre el tapete local la siempre conflictiva cuestión de las importaciones. Todos los países del mundo requieren productos que provengan desde fronteras afuera: Argentina no es la excepción. El quid de la cuestión es entender qué tipo de productos se importan y cuáles otros se exportan. Porque más allá de déficits y superávits de balanzas comerciales, es necesario tener una mirada que exceda el instinto cuantitativo y ponga el foco sobre lo cualitativo.
Si revisamos la historia de los países desarrollados, con industrias fuertes y elevado PIB per cápita, veremos que los niveles de importación resultan significativos. Pero con una salvedad: tienen una alta concentración y generación de valor agregado en los productos que luego exportan. Es decir, su esquema de importaciones es funcional al proyecto de desarrollo. Importar para anabolizar el valor de la producción propia.
Las industrias de bienes de capital alemana o japonesa, por ejemplo, importan un gran caudal de partes y piezas desde Asia o Europa Oriental. Pero reservan para sí la producción de motores, tecnología digital y el diseño del producto. Todas ellas cuestiones emparentadas con el conocimiento e ingeniería de proceso: investigación y desarrollo más empleo calificado. Esto es resultado de una clara definición estratégica para delinear el proceso de agregación de valor.
Comprender el resultado de la balanza comercial de nuestro país durante el año 2011 –esos 30.000 millones de dólares de déficit en manufacturas de origen industrial (MOI)– requiere analizar muchas variables. Una de ellas es que la progresiva mejora de las demandas interna y externa tiene derivaciones directas e indirectas en aquellos sectores de la economía donde se necesitan insumos, bienes intermedios o bienes de capital para producir bienes finales. Gracias al aumento de las exportaciones, nuestro sector agropecuario demanda maquinaria agrícola y fertilizantes; la construcción y el transporte de maquinaria específica e insumos que no son producidos en Argentina.
Si bien nuestra industria demanda una cantidad importante de productos que no son generados localmente, la actual coyuntura presenta desafíos en lo inmediato para los productos que sí se fabrican aquí. El aumento de la producción en una variada gama de sectores es posible en el corto plazo, para lo cual se requiere la implementación de una política comercial activa e inteligente a nivel nacional. Pero también en el plano regional.
¿Dónde encontrar ese diferencial cualitativo para acercarnos al ideal? En el largo plazo, la complementariedad es un punto crítico para seguir avanzando con la región en conjunto. Una de las formas de lograrlo es repensarse en el sector de exportaciones. Desarticular el modelo cuyo eje es la exportación de materia prima –por ejemplo con destino Asia– y bregar porque esa materia prima mute en alimento elaborado. Abandonar el confort aparente de la primarización puede llevar tiempo y no ser una tarea sencilla, pero la recompensa es más que interesante: una región interconectada vía la agregación de valor. Junto a Brasil debemos discutir con claridad cómo gestionar de manera adecuada las herramientas indicadas para apuntalar un círculo virtuoso que haga de cada nación un engranaje del desarrollo extensivo.
En esta línea se inserta el trabajo que venimos haciendo con los industriales brasileños. La visita de Robson Braga de Andrade durante esta semana muestra a las claras la voluntad del sector privado de responder con soluciones y propuestas concretas al mandato que han delegado las presidentas Cristina Kirchner y Dilma Rou-sseff. Los sectores productivos de los dos países estamos comprometidos en superar los problemas que van surgiendo en una relación comercial dinámica y profunda como la que construimos día a día. Es por ellos que los equipos técnicos de la UIA y la CNI seguirán trabajando, delineando documentos para hacer de nuestra próxima reunión en San Pablo un ámbito de creciente propositiva.
Por nuestra parte, debemos explicitar a través de medidas concretas y sostenidas en el tiempo cuál es el modelo de país y de inserción internacional al que aspiramos. Sólo así quedarán claramente definidos los aliados y las características de integración regional. Una relación ecuánime con Brasil es el puntapié inicial para una estrategia común y ordenada que pueda defender y administrar el mercado regional. Pensarnos conjuntamente para pegar el salto cualitativo al desarrollo.
* Empresario. Presidente de la Unión Industrial.
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