Martes, 21 de agosto de 2012 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por José Ignacio de Mendiguren *
Se dicen muchas supuestas certezas sobre cómo Argentina lleva adelante la administración de su comercio frente a la competencia desleal. El vaivén discursivo incluye muchas tergiversaciones y suposiciones falsas. La pregunta que nos debemos hacer ante todo es qué debemos cambiar y qué mantener para que nuestra política comercial sea instrumental para el desarrollo.
Al principio lo primero. Es falaz que muchos males de la Argentina actual estén relacionados con los supuestos altos niveles de proteccionismo que aplicamos. Para dar por tierra con esa afirmación, podemos hacer pie en la última década. La economía de nuestro país ha venido mostrando un carácter cada vez más aperturista, inclusive más que en la década del ’90. El coeficiente de apertura comercial –es decir, la suma del total de las importaciones más las exportaciones como porcentaje del PBI– ascendió del 19 por ciento en 1998 a más del 40 por ciento en 2011. Como observamos, el mito de la cerrazón encuentra coto en el duro cotejo de números.
Para reforzar este punto, durante los años 2010 y 2011 las importaciones en nuestro país registraron un aumento de 46 por ciento en 2010 y de 31 por ciento en 2011, colocando a la Argentina como el país latinoamericano con el crecimiento más alto –incluso más que China– y el segundo del G-20 luego de India.
Es importante entender que, como muchas otras naciones, Argentina requiere de productos importados para continuar produciendo. El foco de un análisis con eje en el desarrollo debe poner la mirada en los tipos de productos que importamos y exportamos. Los países industriales con un elevado PBI per cápita presentan un nivel de importaciones elevado, pero la verdad es que fronteras adentro concentran y generan la mayor parte de la agregación de valor del producto. Por eso es importante entender que la planificación de qué y cómo importar juega un rol fundamental a la hora de pensar qué país estamos construyendo.
En esta lucha, ningún país es indiferente. Ante el advenimiento de la crisis global que afecta en mayor escala a Europa y Estados Unidos, ninguna nación regala su más preciado activo: el mercado interno. Y para ello se valen de herramientas –a no temblar– “proteccionistas”. De acuerdo con la base de Reports on G-20: Trade And Investment Measures (OECD, WTO & Unctad, 2012), Brasil (con 30 medidas que afectan al comercio), la Unión Europea (27), India (27) y Estados Unidos (22) presentan más medidas proteccionistas que Argentina (14). Está claro que, a la hora de la verdad, cada cual atiende su juego.
La discusión alrededor de cuánto más o menos proteccionistas somos tiene que estar enfocada hacia las oportunidades que la defensa del mercado interno proporciona en términos de economía real frente a la competencia predatoria. Si no nos cuidamos de los productos manufacturados asiáticos, que arriban al país a caballo de una competitividad por baratura, o de los saldos exportables de países desarrollados que no encuentran refugio en sus propios mercados, en el mediano plazo dinamitamos nuestra posibilidad de agregar más valor local a los productos que comercializamos. Y ahí está el nudo central sobre el que tenemos que posicionarnos firmemente para dar el debate: promover nuestra industria tiene más que ver con la generación de empleo de calidad y la mejora de la calidad de vida de los argentinos. La apuesta es intensificar todas las instancias de agregado de valor nacional y regional para no tener que importarlo.
Nuestra integración al mundo no debe ser pasiva como fue en los ’90, sino que deberá estar ligada a la utilización de las herramientas necesarias que nos permitan acoplarnos a la dinámica del nuevo mapa global. Defender el mercado interno y potenciar o abrir nuevos mercados son pilares claves para definir nuestro rol en las próximas décadas. Siempre observando que las políticas de corto plazo no terminen atentando contra la agenda de largo plazo, puesto que la integración regional –especialmente con Brasil– es un eje clave a la hora de pensar un incremento cuantitativo y cualitativo de nuestro comercio. Sabemos que en la disputa por el agregado de valor nuestros competidores intentarán llevarnos hacia la primarización de nuestra economía y, por ende, de lo que exportemos. De nosotros depende que no lo logren, para poder pasar del crecimiento al desarrollo.
* Presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).
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