Martes, 21 de agosto de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Emiliano Ojea *
No podemos decir que nada cambió porque Alan Stefano Tapia ya no está. Se cumplen seis meses de su asesinato. El pasado 16 de febrero el GEOF –grupo especial de la Policía Federal– realizó un allanamiento en la casa de los Tapia, en Barrio Mitre de Saavedra, donde se encontraban Alan Stefano Tapia y sus abuelos durmiendo. Este allanamiento (ordenado por el fiscal de Saavedra, José María Campagnoli) terminó con la vida de Stefano, más conocido como el Mono, producto del balazo en el abdomen que recibió por parte del agente Rodrigo Valente, quien logró transformar la tentativa de homicidio (delito por el cual era acusado el hermano del Mono) en un asesinato por mano propia. De inmediato, el Ministerio de Seguridad de la Nación puso a disposición a la Gendarmería Nacional, fuerza que realizó un allanamiento en la casa de los Tapia, que determinó la culpabilidad del oficial Rodrigo Valente, quien estuvo prófugo y hoy se encuentra detenido.
Según los testigos, no sólo le dispararon sino que retuvieron 40 minutos a Stefano, que se desangraba, hasta que lo llevaron al Hospital Pirovano. Allí falleció a las 11 de la mañana.
Stefano estaba finalizando sus estudios secundarios, mientras trabajaba en la Coordinación General de Actividades Deportivas de la Universidad de Buenos Aires, dando clases de tango, en el marco del Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo. Era un joven que, como tantos, a pesar del estigma de una sociedad que todavía segrega y excluye, se esforzaba por encontrar su vocación e incluso se animaba a soñar una sociedad distinta.
Su ausencia todavía se percibe y su pérdida es irreparable. El infinito dolor de la familia, de sus amigos, del barrio todo, se profundiza y subleva cuando se conjuga la reincidencia con la violencia cotidiana.
Hace tres semanas, la Policía Metropolitana, bajo la acusación de averiguación de antecedentes, persiguió a un grupo de jóvenes que viven en el barrio, y terminó golpeándolos brutalmente a muchos de ellos, luego de que se resistieran a una serie de allanamientos que pretendían realizar sin la autorización de ningún órgano competente.
Es inadmisible que aún sigan persiguiendo y reprimiendo a los jóvenes, profundizando la estigmatización y la discriminación a los vecinos de Barrio Mitre.
Las organizaciones que militamos en el barrio y en la Comuna 12 asistimos a la Mesa Barrial de Participación en Seguridad para discutir sobre lo ocurrido y repudiar, no sólo el asesinato de Stefano, sino la violencia cotidiana y la sistemática represión a la que son sometidos los vecinos.
Quienes sostenemos la construcción desde Colectivo Militante, hace más de diez años en Barrio Mitre, estamos convencidos de que debemos estar allí donde las contradicciones se agudizan, donde los derechos se vulneran, acompañando a los vecinos a organizar sus legítimos reclamos, consolidándose como sujetos críticos que luchen por la satisfacción de sus derechos.
No podemos decir que nada cambió porque Stefano ya no está. Pero sí podemos exigir que las cosas en la ciudad cambien en el sentido y hacia el horizonte en el que lo viene haciendo el país de 2003 a esta parte, liderado por un gobierno que hizo de los derechos humanos una política de Estado, para que ya no se vulneren los derechos de los vecinos, y porque estamos convencidos de que una ciudad más justa es posible.
* Colectivo Militante ([email protected])
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