El Gobierno está en la etapa final de definición de los precios del nuevo acuerdo con los supermercados y analiza de qué manera continuar con las autorizaciones de precios para todo el abanico de productos de consumo masivo. Las negociaciones del acuerdo se llevan a cabo con la industria y los supermercados, porque las decisiones oficiales tienen consecuencias sobre la rentabilidad de esos segmentos en cada producto. Página/12 tuvo acceso a dos estudios de costos que los supermercados elaboraron para el secretario de Comercio, Augusto Costa. El equipo económico, a su vez, los contrastó con informes propios y datos de AFIP. Según cada versión, la rentabilidad oscila entre un 1,5 y un 3,5 por ciento de las ventas.

Desde que asumió, Costa no autorizó ningún aumento de precios, aunque confirmó que seguirá utilizando las categorías “masivos”, “selectivos” y “premium” que definió su predecesor, Guillermo Moreno. Para autorizar aumentos, podría hacer uso de los estudios de competitividad que elaboraron otros integrantes del equipo del ministro Axel Kicillof. Diversas fuentes del sector de la comercialización advierten que después del cambio de autoridades en la secretaría aumentó la presión de precios por parte de la industria, que se trasladó luego a las góndolas.

El Gobierno ya definió la lista de los 187 productos que ingresan en el acuerdo de precios, aunque todavía no están confirmados sus precios, que serán uniformes para todos los comercios. En las negociaciones, la estructura de costos de los sectores involucrados, uno de los cuales es el de los supermercados, tomaron un papel relevante.

El último dato oficial en la materia es del 2010 y se desprende del informe sectorial realizado por la AFIP. El sector de ventas al por menor, según el organismo recaudador, registra 14.368 empresas en todo el país, de las cuales el 70,8 por ciento (10.177) son microempresas que sólo explican el 4,9 de la facturación total. En cambio, el 0,6 por ciento de las firmas son grandes (87), pero venden el 63 por ciento del total. La AFIP indica que todo el sector de ventas al por menor obtuvo en 2010 una ganancia después de impuestos de 3967 millones de pesos, a partir de ventas totales por 131 mil millones. Es decir que la tasa de ganancia en relación con las ventas fue del 3 por ciento. El mismo documento registra una rentabilidad operativa del 2 por ciento en 2009, 2,6 en 2008, 3,7 en 2007, 3,2 en 2006 y 2,5 por ciento en 2005. Al mismo tiempo, advierte que la rentabilidad en relación con el activo fue en 2010 de 10,9 por ciento en el sector de venta minorista, superior al 7,4 del promedio de la economía.

Los supermercados, por su parte, elaboraron su propio estudio de costos. Ofrecieron dos ejemplos de cadenas de tamaño mediano. Una con nueve bocas en el Gran Buenos Aires y una en la ciudad de Buenos Aires, con centro de distribución propio y un tamaño promedio de salón de ventas de 800 metros cuadrados. Su remarcación es del 35 por ciento sobre el precio del proveedor de la industria. Del resto de los costos, la mitad se explica por sueldos y jornales. Le siguen los impuestos y tasas, gastos de acreditación de tarjeta de crédito, otros insumos y alquileres. El resultado es un margen operativo de 1,4 por ciento. En el caso de un supermercado en Santa Fe con siete bocas y un promedio de metraje similar, los gastos suman el 32 por ciento de las ventas, lo que ofrece una rentabilidad operativa del 3 por ciento. No hay datos de las cadenas más grandes, que deberían registrar ganancias superiores. En tanto, fuentes de Economía plantean que la rentabilidad actual del sector supermercadista está en el 3,5 por ciento. Son tasas bajas, pero que implican montos enormes en función del volumen de ventas: según el Indec, 69 supermercados distribuidos en todo el país registraron ventas por 104 mil millones de pesos el año pasado.