ECONOMíA
Argentina empeoró su distribución en el continente de la desigualdad
El Banco Mundial distribuyó su informe sobre distribución del ingreso, ubicando a la región entre las de mayores niveles de desigualdad, sólo comparables a los del Africa subsahariana. El BM no se hace cargo de ese saldo por imponer sus famosas “reformas estructurales.
Un informe dado a conocer ayer en México por el Banco Mundial ratificó que América Latina registra uno de los mayores niveles de desigualdad del mundo, sólo comparables a los del Africa subsahariana. El 10 por ciento de la población que recibe mayores ingresos acapara casi la mitad de la renta, el 48 por ciento, mientras que el decil más pobre apenas accede al 1,6 por ciento. En este contexto, algunos países, como la Argentina, se cuentan entre los que más empeoraron su situación relativa en los últimos años. Pero según el Banco esto no guardaría relación con las “reformas estructurales” avaladas en la década pasada por el organismo financiero. Por ello, lo más notable del informe reside en las causas encontradas para explicar las asimetrías en el reparto de ingresos.
En términos comparativos los niveles de desigualdad latinoamericana son muy superiores a los registrados en los países desarrollados, donde la décima parte de mayores ingresos recibe el 29,1 por ciento del ingreso total, contra el 2,5 de la décima inferior. Incluso el país “menos desigual” de la región, Uruguay, registra una mayor desigualdad que el más desigual, por ejemplo, de Europa oriental.
De acuerdo al “descubrimiento” del Banco, la desigualdad se remontaría a las raíces históricas coloniales de América Latina. Específicamente, al carácter restrictivo y excluyente de las instituciones originales que se extendería hasta el presente. Para solucionar el problema, el organismo llamó a los “gobiernos y sociedad civil” de la región a “crear instituciones más abiertas” que “procuren una mayor equidad”. También a aumentar “el acceso de los pobres a los servicios públicos, especialmente educación y salud...”.
Para el Banco Mundial resulta “preocupante” que algunos países “igualitarios” para los estándares latinoamericanos, como Argentina, Uruguay y Venezuela, “demuestren el último tiempo una creciente tendencia a la desigualdad, al menos en materia de ingresos”.
Guillermo Perry, el economista jefe del Banco para la región, sostuvo que Argentina es el perfecto ejemplo de lo que no debe hacerse en los buenos tiempos para prevenir las crisis. “En lugar de ahorrar en su mejor momento, aumentó excesivamente el gasto y cuando vinieron los malos tiempos perdió la financiación y no pudo evitar la crisis”, afirmó. Las declaraciones del funcionario están en línea con el tono general del informe, donde las reformas estructurales respaldadas por el Banco parecen haber sido ajenas al evidente empeoramiento de los indicadores sociales en la mayoría de los países.
“En la década de los 90, la desigualdad se mantuvo como promedio; aumentó en los países que eran menos desiguales, como Argentina y Venezuela, y bajó ligeramente en México”, consideró Perry, para quien “las reformas pro mercado tuvieron algunas un efecto negativo, otras positivo, pero en general tuvieron poco efecto” en materia de desigualdad.
El estudio también confirmó que la cuestión racial sigue contándose entre uno de los principales factores de discriminación económica. Centrándose en siete países (Brasil, Guyana, Guatemala, Bolivia, Chile, México y Perú), el estudio revela que los hombres indígenas ganan entre 35 y 65 por ciento menos que los hombres blancos. En Brasil, por ejemplo, las mujeres y los hombres de ascendencia negra ganan alrededor de 45 por ciento de los sueldos de sus compatriotas blancos.
El aparato de investigación que puso en movimiento el estudio incluyó el relevamiento de datos en 20 países con encuestas a 3,6 millones de personas. También se revisó “una vasta cantidad de estudios económicos, sociológicos y políticos sobre la desigualdad en América Latina”. Semejante bagaje de información le permitió a Perry afirmar que “para superar la desigualdad que socava los esfuerzos que hacen los pobres por salir de la pobreza, estos necesitan ejercer mayor influencia en las instituciones políticas y sociales, lo que incluye a instituciones y servicios públicos de salud y educación”. Otro de los coautores del informe, Michael Walton, agregó otra conclusión central: “La educación -dijo– es el activo de producción más importante al que la mayoría de la gente puede acceder alguna vez.