Sábado, 8 de agosto de 2015 | Hoy
ECONOMíA › ENTREVISTA AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES, MARIO LOZANO
A partir de mañana, la Universidad Nacional de Quilmes presenta gratis con este diario una serie de libros para reflexionar sobre el desarrollo nacional. El primer tomo cuenta la historia del Rastrojero y la moto Puma. Lozano explica el objetivo de la colección.
Por Sebastián Premici
La Universidad Nacional de Quilmes presenta a partir de mañana con este diario una serie de libros para reflexionar sobre el desarrollo nacional soberano. El primer libro estará vinculado a los planes industriales del primer peronismo. En una entrevista de Página/12, el rector de esa casa de estudios, Mario Lozano, adelanta los lineamientos de estas publicaciones.
–¿Cuál es la relevancia de contar con una colección de libros que vincula el desarrollo tecnológico con la soberanía política, económica cultural?
–Desde la Universidad Nacional de Quilmes entendemos que una colección de estas características es importante para ser protagonistas de un debate que pone su eje en los caminos que hay que recorrer para alcanzar el desarrollo. Algunos de los libros de esta colección serán sobre economía, otros sobre soberanía del conocimiento. En el primer tomo, avanzaremos sobre la producción industrial nacional, que tiene que ver con la autonomía y el desarrollo. Este libro cuenta la historia del Rastrojero y la moto Puma, que comenzaron a producirse en la década de 1950 en lo que era la empresa Industria Aeronáutica y Mecánica del Estado, creada durante el gobierno de Perón. Por primera vez la Argentina se paró como un país periférico capaz de producir automóviles en serie, utilizando diseños propios. En aquellos años, la idea era pensar la diversificación industrial, capaz de abastecer a un mercado local y desarrollar las cadenas de valor. Todavía estamos involucrados en esta discusión, sobre todo luego de que el proceso industrial iniciado en el peronismo haya sido destruido por sucesivas dictaduras y el neoliberalismo.
–¿Los tres gobiernos kirchneristas retomaron esa tradición de industrialización del primer peronismo?
–Lo que hemos logrado en estos años es un pequeño cambio cultural en toda la población. Las empresas industriales argentinas tienen una ventaja en relacióncon los países vecinos. Nuestras pymes industriales son relevantes en desarrollo e innovación. En este proceso hemos logrado la apropiación de desarrollos locales, con un fuerte arraigo territorial, y eso se da gracias a la educación, a las nuevas universidades creadas en distintas partes del país. Esto es generar autoestima, como decían algunos pensadores como Arturo Jauretche o Raúl Scalabrini Ortiz, quienes creían que un pueblo feliz que pelea por sus derechos sabe que las conquistas son posibles y ésa es la base sobre la cual construir el bienestar de la población.
–Una crítica simplista sobre los últimos doce años sostiene que a esta altura la Argentina ya debería ser un país industrial. La pregunta es si es posible construir en una década lo que se destruyó durante 60 años.
–No existe un desarrollo industrial tan rápido. Para romper la dependencia hay que construir una cadena de valor fuerte. Por ejemplo, para la fabricación de un auto se necesitan partes que no se producen en el país. Cuando se extrae litio de los depósitos naturales ubicados en el Noroeste argentino, tampoco alcanza sólo con la materia prima. Hay que pensar en la industrialización, en donde la ganancia sería mucho más grande, con mejores salarios para los trabajadores. También hay que pensar en la logística como un factor que incide en el desarrollo y en la generación de energía. Son tres factores a tener en cuenta, tres temas pendientes. Pero en todo se ha hecho algo. Otro de los desafíos es lograr que el sistema científico tecnológico se conecte con el productivo.
–Pero ya hay ejemplos de esta vinculación.
–Sí. En la universidad hace más de 15 años que existe un equipo trabajando en estudios básicos y aplicados vinculados al cáncer, concretamente en la producción de anticuerpos monoclonales para el cáncer de pulmón. Esta innovación ya está en proceso de producción junto a farmacéuticas locales e internacionales. Es un grupo de investigadores que tienen en su cabeza que lo que generan debe tener un fin social. Pero donde también hay que empujar es en la incubación de empresas de base tecnológica. Hay que lograr que los parques industriales tengan universidades, centros de investigación para ubicar allí incubadoras de empresas de base tecnológica.
–¿La puesta en órbita de Arsat impactó de manera positiva en la inscripción de carreras tecnológicas?
–No fue ése el fenómeno. Nosotros tenemos algunas carreras de ingeniería que son netamente tecnológicas, como robótica mecánica, ingeniería en alimentos, o biotecnología. Todas han tenido un incremento en la cantidad de alumnos en los últimos cinco años. Pero lo más destacable es la retención y graduación de alumnos. Esto tiene que ver con políticas de Estado, con el incremento de los montos en las becas para que haya docentes con dedicación exclusiva, inversión en equipamiento. Ha habido un impulso sistemático. No hay discurso de la Presidenta en el que no resalte la importancia del desarrollo tecnológico en las universidades públicas. Muchas veces ocurre que los estudiantes de este tipo de carreras son contratados antes de que presenten sus tesis, con altísimos sueldos y nunca terminan de recibirse. Para estos casos se han implementado becas para lograr que los alumnos finalicen sus estudios. Y ahí está la participación fuerte del Estado.
–Distintos sectores de la sociedad suelen decir que la calidad educativa del país ha decrecido, basándose en las pruebas PISA. Sin embargo, hay cada vez más desarrollos tecnológicos que salen de las universidades.
–No estamos cayendo en calidad. Las pruebas PISA son de una aplicación genérica que posee sus limitaciones, pero como es utilizada en muchas partes del mundo funciona en términos comparativos. En los últimos dos años observamos que el nivel de los chicos que llegan del secundario ha mejorado. Se nota en el rendimiento, o en sus capacidades para utilizar elementos tecnológicos para mejorar sus estudios o cursos y esto tiene que ver con el programa Conectar Igualdad, ya que aporta desde una edad temprana una forma de acceder al conocimiento que antes no tenían. Los procesos educativos no se cambian de un año para el otro.
–¿Cree que todavía existen sectores reacios a adoptar modelos de desarrollo y educación autónomos?
–Es muy importante el debate cultural para romper con toda una serie de expresiones que todavía se oyen en algunos medios de comunicación hegemónicos. Si lo pudimos hacer hace 60 años, también podríamos ahora, con características propias de la época. Y acá es donde se enmarca la producción de satélites, las centrales nucleares y el relanzamiento de YPF como una compañía mixta con mayoría estatal que lidera la investigación en su materia.
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