Viernes, 19 de febrero de 2016 | Hoy
ECONOMíA › PROGRESIVIDAD, INEQUIDADES Y DISTRIBUCION DEL INGRESO
Por Javier Lewkowicz
El Impuesto a las Ganancias tiene una centralidad en la agenda política que supera a su relevancia en términos de trabajadores afectados. Se estima que alrededor de 1,2 millón de trabajadores pagan actualmente el tributo, que representan el 10 por ciento de los asalariados y el 7 por ciento de la población económicamente activa, que también incluye a cuentapropistas, trabajadores no registrados y desempleados. No solamente es una proporción menor de los trabajadores sino que se trata de los asalariados que tienen mejores condiciones de trabajo, en términos salariales y de derechos laborales. Ganancias es de los pocos impuestos progresivos en la estructura tributaria y la comparación con otros sistemas impositivos da cuenta de que su actual peso en el PIB es razonable. Sin embargo, varias capas de parches distorsionaron parte de su progresividad.
El presidente Mauricio Macri anunció ayer subas en el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias (ver nota principal). La medida no modifica drásticamente el universo de trabajadores que pagan el impuesto, corrige algunas imperfecciones aunque deja intactos otros problemas relacionados a las escalas, las alícuotas y las deducciones del impuesto. Es un parche más.
Más allá de los problemas de diseño del impuesto, que los hay y fueron muchas veces enumerados por especialistas en tributación, en términos generales Ganancias es de los pocos impuestos progresivos. Aportó el 25 por ciento de la recaudación el año pasado, equivalente a 381 mil millones de pesos entre lo que tributan las empresas y las personas físicas. Por fuera del sistema de seguridad social, sólo es comparable con el peso del IVA, que explicó el 28 por ciento de la recaudación. El IVA es considerado un impuesto regresivo, porque grava el consumo y en términos proporcionales el que menos ingreso tiene, más consume. En cambio, la cuarta categoría de Ganancias (a las personas físicas) afecta al grupo de trabajadores que gana por encima de determinado umbral salarial y hacia adentro de ese segmento lo hace de manera progresiva.
En El impuesto a los ingresos en Argentina y su impacto sobre la distribución del ingreso el investigador Dante Quaglia, de la Universidad Nacional de Córdoba, calculó que si el Impuesto a las Ganancias a la cuarta categoría fuera eliminado la desigualdad medida a través del coeficiente de Gini aumentaría entre un 2 y un 4,5 por ciento. En tanto, la diferencia de ingresos entre la media del decil más alto (que más ingresos tiene) y el decil más bajo (que menos gana) aumentaría 5,2 por ciento. Es un resultado lógico: si no existiera Ganancias, las personas que perciben más ingresos recibirían un salario más alto de bolsillo, algo que incrementa la desigualdad frente a los más pobres. Y ese análisis no toma en cuenta el destino de los recursos públicos que se genera con el impuesto a las Ganancias. El 20 por ciento de Ganancias va hacia la Anses, o sea, para los jubilados, el 34 por ciento, al Tesoro Nacional y el 46 por ciento se dirige a las provincias bajo la forma de coparticipación.
A raíz de su progresividad, el impuesto a las Ganancias tiene un papel central en los sistemas tributarios en todo el mundo, especialmente en las economías desarrolladas. Según datos de la Unctad, la recaudación del impuesto a los ingresos para personas físicas (en la Argentina el impuesto a las Ganancias cuarta categoría) representa el 12,9 por ciento del PIB en Finlandia, el 12,7 por ciento en Bélgica y el 12,3 en Suecia. Otros ejemplos son Australia (10,7), Estados Unidos (9,8), Alemania (9,6), Reino Unido (9,2) y Francia (8,3). Esos datos demuestran que en los países desarrollados los que más ganan pagan mucho más en términos de impuesto a los ingresos. Sin embargo, usualmente se advierte que esa erogación guarda relación con la calidad de los servicios públicos que ofrece el Estado. En el caso de los países de América latina, la situación es relativamente homogénea. En México la recaudación por el impuesto a los ingresos supone el 3,0 por ciento del PIB, en Uruguay el 2,9 por ciento y en Brasil, el 2,6, similar al caso de la Argentina, donde Ganancias a la cuarta categoría es equivale al 2,5 por ciento del PIB. Por debajo de esa línea está Perú (2,0 por ciento), Honduras (1,7) y Costa Rica (1,3).
La progresividad general del tributo no implica que no haya acumulado inequidades en estos años. Economistas especializados en la cuestión tributaria advierten hace tiempo que las escalas y alícuotas siguen retrasadas, con lo cual un trabajador que está sobre el límite inferior del impuesto ante una suba salarial rápidamente empieza a pagar una alícuota alta. Esa situación no se modificó con los cambios anunciados ayer y no está claro si el Congreso lo hará cuando reinicien las sesiones. Por otro lado, sigue exenta de Ganancias las ganancias de capital derivadas de la renta financiera y el juego. En el plano de las deducciones, no se consideran los alquileres a pesar de que sí está contemplada la cuota de un crédito hipotecario. Es decir que una persona que está en condiciones de acceder a un crédito paga menos del impuesto que un contribuyente que, por su poder adquisitivo, debe alquilar.
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