La actividad económica en Brasil cayó 0,9 por ciento en agosto frente a julio, su peor desempeño en los últimos quince meses, según dio a conocer ayer el Banco Central del país vecino. El dato complejiza todavía más el panorama brasileño y contradice la versión del Gobierno argentino acerca de una supuesta mejora del mayor socio comercial que contribuiría a la recuperación de la economía local. La merma de la actividad en Brasil en relación a agosto de 2015 fue del 2,7 por ciento y acumula en los ocho primeros meses una caída del 5 por ciento frente al mismo período del año pasado, que ya había sido muy malo.

“Estamos viendo la recuperación del campo y de la obra pública, como así también de algunas economías regionales, gracias a la mejora de Brasil”, señaló el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, durante su disertación en el Foro Económico organizado por el Gobierno a mediados de septiembre. “La inflación ha tomado una tendencia a la baja muy importante junto con un Brasil que ha dejado de caer. Tendremos un cuarto trimestre esperanzador”, dijo el ministro de Producción, Francisco Cabrera, el 1 de septiembre en el precoloquio de Idea. “Los últimos datos de la economía de Brasil muestran que está dejando de caer. Esperamos que esta tendencia se profundice a partir del próximo año”, consideró el secretario de Industria, Martín Etchegoyen, en una entrevista con este diario a fines de agosto.

La intención del Gobierno es instalar la idea de una mejora en la economía nacional, supuestamente apoyada en brotes verdes, que fueron apenas breves interrupciones en un escenario recesivo que se mantiene, junto a la recuperación incipiente de Brasil, que también resulta de una lectura que no se condice con la realidad.

En agosto, la actividad económica de Brasil cayó 0,91 por ciento en la medición desestacionalizada frente a julio, su peor desempeño desde mayo de 2015, cuando la merma mensual fue del 1 por ciento, según el Índice de Actividad Económica del Banco Central (IBC-Br).

La lectura del Gobierno argentino sólo tiene asidero teniendo en cuenta que el peor momento de la crisis en Brasil se verificó el año pasado, que cerró con una baja del 3,8 por ciento, la mayor caída de los últimos 25 años. Para 2016 la baja económica prevista por el mercado es del 3,2 por ciento. “El consumo cae por la pérdida del salario y el elevado endeudamiento de los hogares, mientras que las exportaciones siguen planchadas y el Gobierno promete congelar el gasto público por 20 años. Como no puede ser de otro modo, la inversión está por el piso. Salvo un milagro, es difícil que se recupere”, explicó a este diario Eduardo Crespo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

La baja interanual registrada en agosto es del 2,72, en ocho meses la caída llega al 5 por ciento y en los últimos doce meses, al 5,6 por ciento. Ese desempeño esta íntimamente ligado a las políticas de ajuste que aplicó Dilma Rousseff desde el comienzo de su segundo mandato y que produndizó Michel Temer. Desde la década de 1930 que Brasil no registraba dos años seguidos de caída de su economía.

“Brasil realizó tres ajustes simultáneos: sobre el valor de su moneda, el costo del crédito y el gasto público. Cabe destacar que la devaluación del real (36 por ciento anual) no es gratis en términos de actividad. La inflación subió al 9,5 por ciento anual en septiembre, su máximo valor en doce años, y está impactando negativamente sobre los salarios y el consumo”, explican Emiliano Colombo y Alejandro Robba, docentes de la Universidad Nacional de Moreno. El desempleo en Brasil golpea al 7,6 por ciento de su población activa cuando un año atrás apenas alcanzaba al 5 por ciento.