ECONOMíA › ESCASA PRODUCTIVIDAD, REVERSO DE LA ALTISIMA ELASTICIDAD LABORAL
Un modelo inverso al de Estados Unidos
Por Julio Nudler
La Argentina está logrando, de modo espectacular, algo que Estados Unidos no consigue: que el crecimiento de la actividad económica repercuta intensamente sobre el mercado de trabajo, multiplicando empleos y reduciendo la desocupación. La diferencia es abismal. Acá, por cada punto de aumento en el PIB, el empleo crece en la misma proporción. Esta relación, que los especialistas denominan elasticidad Producto del empleo, es por tanto igual a 1. En EE.UU., en cambio, la elasticidad es de apenas 0,08 por ciento. Allá la economía se expande, pero ese impulso pasa casi inadvertido en el mercado laboral. Este comportamiento tan disímil, ¿es realmente una buena noticia para los argentinos? Para los que así encuentran un trabajo, sin duda. Pero quizá tenga implicancias poco gratas para el futuro.
En el segundo semestre de 2003, la economía norteamericana creció a un ritmo anual de 6 por ciento, pero el empleo aumentó a una tasa de apenas medio punto anual. Los economistas barajan como posibles explicaciones los impresionantes avances tecnológicos, un acelerado crecimiento de la productividad del trabajo (los empleadores extraen cada vez más jugo de sus dependientes) y también la acentuada tendencia a tercerizar, con lo que cada vez más tareas son realizadas por gente que no aparece en ninguna nómina salarial, fuente de las mediciones norteamericanas. En muchos casos, la tercerización es transfronteriza: las labores se efectúan en países como India, donde las capacidades son altas pero los salarios bajos. Internet y la banda ancha contribuyen a lo que Stephen Roach, de Morgan Stanley, el “arbitraje salarial global”, un fenómeno que reduce los costos salariales en los países ricos.
Si se confirma este nuevo modelo de funcionamiento de la economía estadounidense (de hecho, llevan dos años y medio de recuperación sin impacto sobre el empleo, aunque para muchos, y entre ellos Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal, la ocupación acabará reaccionando), si se confirma, decíamos, se cierne una grave amenaza sobre el proceso de crecimiento, ya que tarde o temprano se debilitará la demanda, que es el principal motor de la actividad, por estancamiento en los ingresos de los consumidores.
El caso argentino es muy otro. Como interpreta Ernesto Kritz, experto en economía laboral, el fuerte salto en la elasticidad Producto del empleo significa que, en promedio, los nuevos puestos de trabajo son de muy baja productividad. La elasticidad rondó un 0,4 por ciento durante la convertibilidad, para luego subir a 0,6/0,7 en la reactivación iniciada en 2002. Ahora se advierte que describió un nuevo salto, alcanzando la unidad.
Esto, que la lleva a un nivel realmente anómalo, podría atribuirse a dos razones. Una es el radical cambio de precios relativos provocado por la devaluación del peso, que encareció los bienes de capital (que se importan a un dólar de $ 2,93 o un euro de 3,62), abaratando relativamente la mano de obra. Otra es la alta proporción de empleos informales, en general vinculados a pequeños emprendimientos de muy menguada productividad.
Según estimaba ayer mismo la Fundación Mediterránea, el empleo informal creció un 3,3 por ciento en el último trimestre de 2003. Esto significa que “la proporción de empleos informales sobre los empleos totales asalariados sigue siendo alta”, aunque “se ha venido desacelerando el proceso de informalidad creciente”. En suma, un modelo productivo que puede procurar cierto alivio rápido a la grave situación social, pero que quizá no consolide un sendero de crecimiento sostenible.
Cuesta extraer por ahora de los datos del INdEC conclusiones muy firmes porque la nueva metodología de la EPH (encuesta permanente de hogares) introduce gran confusión en las comparaciones. De hecho, el nuevo procedimiento capta mejor algunos empleos muy marginales, como ciertas changas ocasionales, con lo que puede magnificar, en términos estadísticos, la informalidad y la elasticidad.