EL PAíS › EL KIRCHNERISMO SUMO MILITANCIAS DE DISTINTO ORIGEN POR PRIMERA VEZ
Todas las formas de ser K en un solo acto
El motivo fue el festejo del triunfo peronista de Héctor Cámpora en 1973, el primero tras el golpe de 1955. El objetivo, empezar a concretar en actos las distintas fuerzas que reivindican a Kirchner, sobre todo desde el peronismo.
Por Martín Piqué
Puro vértigo, con el cuerpo inclinado sobre el micrófono, el rostro de Néstor Kirchner reflejaba la épica de otros tiempos. “No viene para durar ni para hacer una presidencia de protocolo, como les gusta a muchos. Prefiero dos minutos a pleno sabiendo que voy a hacer lo que mi pueblo necesite”, dijo repitiendo una frase que usa como declaración de principios. A su derecha, un poquito más atrás, la senadora Cristina Fernández dominaba su emoción que las dos pantallas gigantes multiplicaban ante la mirada de miles de asistentes. La multitud colmaba el salón dorado del complejo Parque Norte y festejaba con gritos de “Olé, olé, Kirchner”. Aunque el Presidente había aclarado que el objeto del acto no era “consolidar el liderazgo de nadie”, la convocatoria tan plural y el número y la diversidad de los presentes demostraban lo contrario.
En su discurso, Kirchner reivindicó la “diversidad y pluralidad” que en su opinión había cristalizado en el encuentro. En el salón había cordobeses que apoyan al locuaz intendente Luis Juez, misioneros que respaldan al gobernador Carlos Rovira y bonaerenses y porteños movilizados por todos los grupos del kirchnerismo. Se veía también a muchos jóvenes de agrupaciones universitarias, afiliados de gremios como Camioneros y de la obra sindical de la DGI, empleados de carrera de las distintas áreas del Estado y también gente suelta. Ante ese auditorio, Kirchner insistió con que mantendrá la quita del 75 por ciento en la deuda con los acreedores privados. La multitud festejó su afirmación, confiada, con el ruido con que se festejan las promesas más arriesgadas.
Entre banderas de todas las agrupaciones posibles, tanto de las corrientes kirchneristas como de grupos desconocidos, los varios miles de asistentes que habían llegado hasta Parque Norte tradujeron en éxito la convocatoria al “Encuentro Nacional de la Militancia”. Según el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, eran unas “seis mil personas” que habían participado de las once comisiones de discusión para debatir sobre el rol del Estado, el sindicalismo, las organizaciones sociales, la cultura, entre otros temas.
Al término del encuentro, que había comenzado a las 15.30 con el discurso de Cristina Fernández, los organizadores se mostraban exultantes por lo que consideraban un “éxito rotundo”. Como si el todo fuera más que la suma de las partes, el kirchnerismo empezaba a amalgamarse en algo único, que podía unir a sectores disímiles, aunque con las tensiones naturales de estas convocatorias tan diversas: un rato antes de la llegada del Presidente, en un salón algo alejado del centro de exposiciones, hubo piñas y sillazos entre camioneros y piqueteros de la FTV.
El acto estaba convocado para las 14, y recién comenzó una hora y media después, en parte porque la gente tardó en ingresar al predio y en parte porque faltaban sillas para los ministros y funcionarios que llegaban sobre la hora. Entretanto, para matar el tiempo, los locutores del encuentro y una traductora simultánea para sordos iban mencionando las notas que el público acercaba al escenario. La pareja de locutores estuvo una hora leyendo todo tipo de adhesiones, algunas improvisadas a último momento. Nadie quería quedarse afuera en una ocasión para quedar bien ante la figura principal.
Muy elegante, Cristina Fernández apareció vestida con un pantalón gris, una campera plateada y una blusa sin mangas. La acompañaba Alberto Fernández, quien ofició de presentador y no tuvo mejor idea que describirla también como la “mujer del Presidente”. “Que sea la mujer del Presidente puede formar parte del currículum de él, no del mío. En ese comentario noté un dejo de machismo, misoginia”, provocó la senadora entre los gritos cómplices de la platea femenina. Tras un minuto de silencio por el atentado en Madrid, la senadora evocó la victoria de Héctor Cámpora en 1973, pero aclaró que no quería tener un tono”nostálgico”. Destacó que la tarea de todo cuadro político era “interpretar el mundo actual”, al que describió como dominado por una “potencia hegemónica” a la que no nombró, ni falta hacía.
En la primera fila de asientos se veía a la primera plana del Gobierno: el secretario general Oscar Parrilli, los ministros Daniel Filmus (Educación), José Pampuro (Defensa), Carlos Tomada (Trabajo), Alicia Kirchner (Desarrollo Social), Gustavo Beliz (Justicia), el vicecanciller Jorge Taiana –Rafael Bielsa se encontraba en viaje a España para dar las condolencias del Gobierno–, el secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, entre otros funcionarios. También se veían figuras del kirchnerismo como el diputado Miguel Bonasso, Carlos Kunkel y Marcelo Fuentes.
Al principio no había en el estrado demasiados dirigentes del justicialismo. Estaban los gobernadores Eduardo Fellner (Jujuy), Carlos Rovira (Misiones), Mario Das Neves (Chubut) y Sergio Acevedo (Santa Cruz), más unos pocos intendentes del conurbano, Alberto Balestrini (La Matanza), Julio Alak (La Plata), Sergio Villordo (Quilmes) y Julio Pereyra (Florencio Varela), quien debía participar de una comisión. Recién a las 19, sobre la hora del discurso de Kirchner, llegaron a Parque Norte el gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, y su jefe de Gabinete, Florencio Randazzo. También se habían sumado más tarde los intendentes Hugo Curto (Tres de Febrero), Gerardo Amieyro (San Fernando), Alberto Descalzo (Ituzaingo) y Baldomero “Cacho” Alvarez (Avellaneda), quienes se fueron rápido para pasar desapercibidos.
Todos los ministros, como la mayoría de los funcionarios de primera línea, participaron de las charlas que comenzaron a las 16. En el salón rosa, Pampuro habló sobre la política de defensa mientras que la titular del Banco Nación, Felisa Miceli, recordó el eslogan “achicar el Estado es agrandar la Nación” y argumentó por qué hay que hacer lo opuesto. El debate fue más álgido en el panel que compartieron Juez con Fellner y Rovira más el intendente Pereyra. Allí se escucharon fuertes críticas al PJ. Juez cargó contra Carlos Juárez, Alberto Rodríguez Saá y José Manuel de la Sota y habló de la hipocresía de otros gobernadores que “apoyan porque quieren la coparticipación pero están esperando que a Kirchner le vaya mal”. Fellner hizo equilibrio y Pereyra alabó a Duhalde y se definió como “peronista” desde siempre. Pareció una muestra del debate entre la transversalidad y el “pejotismo” del que hablaba Kirchner.
La participación del PJ bonaerense había estado en discusión hasta último momento. La mayoría de los intendentes había recibido señales de que no correspondía que fueran al acto. Un ejemplo de esos argumentos lo dio la senadora Mabel Müller, amiga íntima de Hilda “Chiche” González de Duhalde. “Como referente del peronismo bonaerense le digo que el acto de Parque Norte es para aquellos dirigentes que están apoyando al presidente Kirchner y que la mayoría de ellos no pertenecen al Movimiento Nacional Justicialista”, había dicho Müller a la mañana en un acto por la mujer. “Personalmente, el encuentro me parece bueno”, había dicho la propia Chiche al ser consultada por la prensa.
El mensaje era contradictorio sólo en las apariencias. Todos los bonaerenses sabían que Duhalde no tenía mucho entusiasmo en que asistieran al primer acto del kirchnerismo. Un grupo de intendentes, por ejemplo, esperó en un bar de la Costanera, muy cercano a Parque Norte, para no quedar mal ni con Kirchner ni con el ex Presidente. Solá, en cambio, llegó tarde pero su gente no adjudicó esa demora a ningún gesto político. “Después del acto se va con Kirchner a Mar del Plata, al festival de cine”, aseguró uno de sus colaboradores. En el Gobierno sabían que el acto sería un problema en el PJ bonaerense: el miércoles, por eso, Alberto Fernández lo había hablado con Duhalde y la respuesta había sido “todo bien”.