ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
Qué pensar del plan
Por Julio Nudler
Quien ame los números redondos puede hoy hacer el intento de recuadrar en diez preguntas y otras tantas respuestas el otoñal paisaje de la economía argentina, a horas de que comience un abril en el que tal vez (¡ojalá!) se deshojen los arbolitos, después de tanto verdecer y florecer. Pero aunque algunas condiciones parecen dadas, y la política del tándem Jorge Remes/Mario Blejer muestra por primera vez signos de coherencia, ningún elemento está asegurado. Y no es ésta una alusión al eventual respaldo del Fondo Monetario, sino a la sumisión social ante el vertiginoso empobrecimiento. Con estas palabras da comienzo el punteo.
I) ¿Para qué elevarán las retenciones? Porque el cierre fiscal es, cuándo no, el gran objetivo actual de Economía. Difícilmente el FMI pueda encontrar nuevas excusas para dilatar un acuerdo si la Argentina demuestra que va a recaudar lo suficiente. En este caso, a los recursos se los busca en la exportación. El fisco quiere asociarse al gran negocio que se generó con la disparada del dólar para todo el que vende afuera. Sin embargo, la decisión se ha demorado por la presión de lobbies tan poderosos como el de las aceiteras, que pasarían a pagar 20 por ciento luego de haber zafado con apenas 5 en la primera vuelta.
II) ¿Para qué servirá el cierre fiscal? Fundamentalmente, para darle credibilidad al programa monetario. Es decir, lograr que los mercados crean que el Banco Central no emitirá pesos más allá de lo previsto, y que las provincias no imprimirán más bonos. El Gobierno busca cerrar el círculo cortando la sangría del corralito por obra de los amparos judiciales. Si no lo logra, la cantidad de pesos volcables al dólar seguirá aumentando vertiginosamente, y con ella la expectativa de un tipo de cambio cada vez más loco.
III) ¿Por qué se cortó entonces la racha alcista del dólar? Porque empezó a vislumbrarse que ese doble cierre fiscal y judicial podría funcionar. Pero lo fundamental, más allá de los ajustes operativos practicados por el Central, fue que el dólar bajó porque, después del overshooting, quedó demasiado caro, ya que los precios internos no pudieron seguirle el tren. Al reparar en esto, la gente se lanzó a demandar bienes, cuyo precio estaba relativamente retrasado. Quienes se arracimaron en los supermercados el pasado fin de semana para acaparar pañales o latas de conserva sabían que, de ese modo, estaban comprando dólares a alrededor de 2 pesos, cuando el viernes había cerrado a 3,10. Esos consumidores optaban, momentáneamente, por invertir en la inflación y no en la deva. De algún modo, el récord de turismo de Semana Santa responde al mismo comportamiento casi blasfemo.
IV) ¿Seguirá bajando el dólar, o al menos se estabilizará? Depende. Por de pronto, los precios internos continuaron subiendo raudamente según la percepción generalizada (aunque los relevamientos del Indec detectaron una desaceleración de los aumentos). En algunos casos, la oferta se retiró o los comerciantes bajaron la cortina, lo que equivale a un aumento infinito. Por ende, si la inflación “abarata” el dólar, éste volverá a ganar la preferencia de quienes tengan excedentes líquidos y se renovará la presión alcista.
V) ¿A cuánto llegará la inflación? Los técnicos de Economía estimaron que los precios internos subirán un 26 por ciento de lo que se eleve el dólar. Así, si éste cotiza a 3 pesos, la inflación acabará siendo del 52 por ciento. Lo importante es que el 74 por ciento de no traslado a precios de la devaluación se explica en buena parte por la inmovilidad de los ingresos fijos, incluyendo por supuesto los sueldos y las jubilaciones que paga el Estado. Así se congelan costos, gasto público y demanda. Basándose en esto, los economistas del establishment advierten que cualquier reajuste de salarios desataría la hiperinflación. Pero eso no asegura que las víctimas acepten el despojo. Algunas preferirán transferirle el despojo a otros y organizarán saqueos. Todo será posible.
VI) ¿La única opción es dólar o sardinas? Lo fue al menos hasta que Blejer se decidió a terciar con las “lebac” (letras del Banco Central), y tuvo que pagar tasas de 90 y 80 por ciento anual, que sugieren por dónde andan las expectativas del mercado. Para enfriarlas, Blejer sigue declarando que no emitirá más de la cuenta (de hecho, ya logró que bajara 300 millones la circulación monetaria), ni con destino a Hacienda ni para darles liquidez a los bancos. Hasta ahora nadie le creía demasiado, pero la carta de las retenciones vuelve más atendible su discurso.
VII) ¿Qué se acabará primero, los pesos o los dólares? La esperanza del equipo económico descansa en las proyecciones del comercio exterior, que, al destruirse las importaciones, prometen un enorme superávit de intercambio en el segundo trimestre (hablan de u$s 4500 millones), que es estacionalmente el más favorable. Más que la presión sobre los exportadores para que liquiden rápidamente las divisas, las soltarán si sienten que quedarse en dólares no promete una ganancia especulativa que justifique el costo de financiarse tomando un call (préstamo a plazos cortos) en pesos pagando más del 100 por ciento. La clave radica en acostar la expectativa devaluatoria, tarea a la que contribuiría decisivamente un paquete del Fondo. De otro modo, la ruinosa carrera tasas versus dólar se prolongaría más de lo saludable.
VIII) ¿Retenciones del 20 por ciento no matarán la gallina de los huevos de oro? En realidad, son un recurso temporario, que será cada vez más resistido si se acorta la brecha entre el dólar y los precios internos. La Argentina, que no sabe o no quiere cobrar impuestos en serio, vuelve así al siglo XIX, cuando el Estado vivía de las aduanas. Aunque se diga que las retenciones protegerán el poder adquisitivo de los argentinos al contener el encarecimiento de los transables, en realidad son la consecuencia del empobrecimiento general.
IX) ¿Todo pasa por las retenciones? Claramente no. El Estado espera sacar otra gran tajada de la inflación, aunque esto no forme parte, obviamente, de ningún anuncio oficial. El fisco cobra la inflación con cada gravamen que funciona como porcentaje de algún precio, y también con el impuesto a las transacciones financieras.
X) ¿Si se frenara el dólar habría reactivación? Si la condición para evitar la híper es que los trabajadores digieran una quita de 35 a 40 por ciento en su salario real, en el nuevo equilibrio habría más exportaciones, mucho menos consumo y algún repunte localizado en la inversión. Haciendo cuentas, no parece un escenario propicio en el corto y mediano plazo, aunque influirá significativamente lo que suceda con los bancos y el crédito. Por ahora lo mejor es que asoma una chance de escapar del desmadre inminente, aunque en medio de tremendas amenazas sociales, políticas y también financieras. Al frenarse la caída, alguien sentirá que está subiendo, pero probablemente se engañe.